CINCO POEMAS Y CURRÍCULO DE ROBERTO MANZANO EL JUNTADOR

0 43752 PERIODO OCHENTA Y CINCO DE
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(FUENTES 4TRADERS APX BCE CINCO DÍAS CEGH CME DATAMARKETS

1) HISTORIA FAMILIARDIAGNÓSTICO MOLECULAR COMPATIBLE CON LHH 2) CINCO
11 CURRICULUM VITAE ABREVIADO (ÚLTIMOS CINCO AÑOS) Mª CARMEN
24 CINCO MEGATENDENCIAS DEL PROCESO DE GLOBALIZACIÓN SENTIDO BIOÉTICO

CINCO POEMAS DE ROBERTO MANZANO

CINCO POEMAS Y CURRÍCULO DE ROBERTO MANZANO








EL JUNTADOR



Yo junto con dos manos, con dos pies, con dos ojos.

Junto, a lo largo y ancho, a través de los aires y los muros.

Sobre el suelo me paro, juntando, como un hombre lúcido,

como un hambriento de seres y objetos,

como un sediento de verdad y hermosura.


He visto, en el grosor de la honda búsqueda,

que todo sucedió de brizna en brizna. Vi que todo

era pétalo a pétalo. Yo conozco el milagro lento

de la mazorca, resguardada en una verde lentitud.

Yo conozco el portento del potrero y la página

y he visto que fue bulbo a bulbo, letra a letra.

Sorbo a sorbo se alcanza lo oceánico.

Con el ir, con el deslizarse, con la curva,

con la caída y con el número entró el río en el mar,

los archipiélagos de las cosas se abrieron.


Todo fue día a día, de día en día, a través de los días.

Yo junto con dos manos, con dos pies, con dos ojos.

Recojo para hoy, para mañana, según leyes

buscadoras de ayer, dentro de encontradoras leyes.

Encuentro porque busco, porque tengo

dispuestos los canastos, colocados los brazos para asir

al cometa que pasa y al rizoma que yace hacia lo oscuro.


Pasó el cometa, hebra crispante de fulgor, por el vasto espacio.

Nadie miró al rizoma que yacía debajo de los pies,

te acuerdas de aquel breve rizoma de jengibre

que un día soterré, y que parecía muerto entre la sombra?

Urdí la cuenta, encadené los meses

y cuando los caballos quebraron los astros con sus cascos

me dije, hundiendo los ojos: Ya está.

Ya se siente venir, escindiendo la frente de la tierra,

el blando cráneo del planeta, ya se acerca el jengibre

sucediendo por dentro de los negros capítulos.


Yo estoy hacia el final de la secuencia

porque estoy al principio.

Estoy hacia la punta de la estrella porque estoy en la vértebra.

En la uña del zarcillo, porque ya me adelanto en las raíces.

Vine con la primera nube, giré con el primer aceite.

Yo estuve cuando se taló la cuna

bajo el cielo, y he visto el gajo duro en que te apoyas.

En la franja de pasos paso fui, paso soy, marcho de paso

en paso, discurriendo sobre el polvo y el lodo.

Yo vi bajar al líquido, caer con calma, con el giro

controlado del pulso, dentro del otro vaso

mientras la transparencia se expandía por el cristal.

Yo deletreo las sílabas del nacimiento y la expansión,

de la combinación magenta o azul,

hasta que la medalla cierra su brillo más redondo.

Todo se escancia, y todo se espiga.

Todo se torna agregación donde se hila el día,

cúmulo donde se sostiene el año,

y por dentro de toda agregación avanza el eje

imantado, que va hacia la enorme completez del cielo.

Dentro de lo que avanza yo voy, juntando con las manos,

con los pies, con los ojos, con los sudores y la sangre.


Aquel que de lo antiguo viene, es exacta su hora

con la nuestra: los inmensos tropeles son los mismos,

iguales las carencias, y semejantes los desbordes:

somos, por ambas partes, los mismos:

y cuando nos tendemos caminamos por rutas invisibles

en que se nos congregan todos

solicitando las mismas ánforas: yo junto con mi paso,

con mi voz, con mi sangre, por afuera y por dentro, por arriba

y por debajo, junto la gesta del segundo y del milenio

sobre tu soplo rojo hasta llenar la copa de mi canto:

oh las olas que vienen desde los ademanes de la sangre,

oh las olas que vienen por los lucientes deltas de la sangre!


Y siempre han de venir, oh hijos míos, oh padres míos;

han de venir conmigo, oh racimos, oh galaxias:

vamos por el riachuelo más turbio de la sangre, vamos,

por los cabellos de la aguda esperanza vamos,

por entre las zancadas de los viejos gigantes vamos, vamos;

oh hijos míos, oh galaxias, con todos los veneros juntos,

con todas las sustancias, con todos los dolores: vamos!





EL CAMINANTE




Como un sismo

canto.


Me levanto

del abismo.


Soy yo mismo.


Y los otros.

El Sí mismo, y el Nosotros.


Reverbera

la pradera.


Ascienden los blancos potros.


Qué de días

bajo el sol.


Qué crisol

de porfías.


Horas mías,

qué tejido.


Con mis horas me he cernido.


Me tamiza

la ceniza

del olvido.


El minuto

me fascina.


Breve mina

de absoluto.


Cada fruto

es la entera

primavera.


Y mi vida

es cumplida:

duradera!


No termino.


Me amontono,

y me dono

repentino.


Mi destino

lo amalgama

todo:

ama!


Junta

lo que apunta

cada rama.


Ah los días

de zarcillos

amarillos.


Las sombrías

herrerías

del dolor.


Y el valor

que uno saca

de la opaca

volcadura del pavor.


Las honduras

que uno toma

cuando la vida desploma

sus oscuras

coyunturas.


Los estribos

sensitivos

que apuntala.


Lo que hala

con tendones combativos.


Al espanto

lo conjuro.


De lo oscuro

me levanto

con mi canto.


Salgo. Sueño.


Sobre el ceño,

lumbre:

la costumbre

del empeño!


Aquí estoy,

en la huella.


A la estrella

voy.


Hoy

y mañana.


Mana

la corriente.


Y mi frente

va liviana.


De la vida

hacia el verso.


Universo

en cápsula comprimida.


Patria unida.


Pleno

seno.


Tema grave,

ya se sabe:

O me salvo, o me condeno!


A lo oscuro

bajo,

pues trabajo

lo futuro.


Y procuro

el mayor

esplendor.


Y la nota

más ignota

del amor.


Cribo

con el pulso

el impulso

sensitivo.


Me inscribo.


Incorporo

cada poro.


Sudo

bajo el crudo

deterioro.


Y al concluir

alzo

a mi corazón descalzo

del morir.


Advertir

que la huella,

tras la bella

aventura,

añade al fin en la altura

una estrella!





GUSTO DE VER SOBRE LA MESA…



Gusto de ver sobre la mesa ciertas frutas agrupadas como pétalos, pues ellas saturan los ojos, ávidos del color diverso de la vida;


pero me gusta más ver tu mirada de semilla, tus manos en mis manos, palpar con mis yemas el ritmo intermedio de tus senos;


sentir el roce de la hermosa fruta de tu vientre, curvada y promisoria, ese geoide fascinante que ofrece tu cintura;


tu vientre equidista de todo, distribuye arquitecturas deliciosas, centralidad del mundo, Macchu Pichu del cielo;


desde tu vientre parten expediciones invisibles, los cordeles espumosos de la gracia, los fósforos fragantes del fervor;


en tu vientre canta la espiral de tu ombligo, cenote de Liliput, moneda cóncava, ojo primario de la vida;


tu vientre se clausura arriba, se ciñe contra tus vísceras hasta que es una faja y un gozne de movida elocuencia;


la piel de tu vientre es como una pulida sortija, como una transparencia de caracol rosado, como un paladar celeste;


hacia arriba tu vientre es solidario y se prolonga en dos colinas estrábicas hacia donde corre ansiosa la boca;


hacia abajo tu vientre se abre desde el abejeo oscurecido del pubis en dos litorales donde demorar los labios;


tu vientre es un blando cosechero, todo lo coordina y expande hacia la edificación soterrada del hijo;


tu vientre zarandea al planeta, como un péndulo líquido, gira sobre los arranques rítmicos de la entrega;


tu vientre crece hacia los costados con la misma voluntad de las guayabas, con la misma amplitud de los cometas;


a tu vientre me echo, bajo tus manos de gladiolo, para oír como un indio qué bisontes de ternura trae el horizonte.





A VECES, CON LAS ÚLTIMAS LUCES DE LA TARDE…



A veces, con las últimas luces de la tarde, van saliendo poco a poco de las estaciones los pobres y oscuros trenes;


son metálicos y sucios, atestados de seres presurosos que callan mientras el silbato se despide de los andenes;


y los postreros trozos de periódicos van corriendo por el cemento, por debajo de los zapatos, hasta que caen hacia los rieles brillantes;


y entonces, entre la luz sesgada de la tarde, cierta luz de bijol y aroma triste, se van perdiendo los últimos coches;


y yo soy el viajero, yo siempre soy el viajero, el hombre recostado, meditabundo, que está parado en el estribo;


soy el viajero que ha partido y que no ha llegado nunca, que busca lo ilusorio dentro del túnel de los trenes;


y entonces digo adiós a todos, y adiós a mí mismo, y estoy diciendo adiós, moviendo el pañuelo utópico;


y yo tengo una larga vida detrás, y una larga esperanza delante, y una opresión dolorosa dentro del corazón que canta mucho;


y a veces soy de nuevo, siempre soy de nuevo aquel niño rural que veía pasar los pequeños trenes negros de la infancia;


y cómo es posible que yo sea todavía aquel niño, que yo tenga por dentro el mismo viaje de heridora nostalgia?;


son cosas que no están bien en la evolución de los destinos, porque duele mucho conservar esa fugacidad dormida;


es mejor ir de coche en coche bromeando con los restantes ensimismados, con los prójimos distraídos;


es mejor sacar los ojos al paisaje, ya deletreado como un salmo visual, como una copla monótona;


o hundirlos en las cercas próximas, que van uniendo llenas de prisa sus postes florecidos, sus muñones negros;


o entrar hacia el alma, viajera lenta, que cruza con sus bártulos por lo aéreo mientras las chispas de los raíles copian los primeros destellos de Venus!





ASÍ A DÓNDE VAMOS A IR, SI NECESITAMOS TANTO?



Así a dónde vamos a ir, si necesitamos tanto? Si todo se gasta un jolongo de algo, un tranvía de eso y de aquello, un triste diapasón de utensilios;


porque no hay manera, no basta con las manos, no basta con añadir los pies, las rodillas, los codos, los hombros, la cabeza;


no basta: siempre urge una prolongación, un abarque mayor o menor, una hendidura más larga, una extensión casi planetaria;


en cuanto se viene desnudos y desnudos nos marchamos, debíamos tener una desnudez intermedia, pero no es posible;


nos vamos entretejiendo, envolviéndonos, esposándonos, hilándonos y deshilándonos, oh Penélope;


y nos vamos alargando, demorando, sucediéndonos repletos de botones, bocinas, barrenas, oh Odiseo;


grandes son las alforjas de nuestro destino, crecen como los gajos de un milagro, pues vivimos de adminículos;


dependemos de los artesanos que se especializan, de las industrias que se especializan, de los países que se especializan;


toda nuestra libertad radica en el aceite, la sal, la tinta, el petróleo, el papel, el fósforo, el antibiótico;


toda nuestra existencia pasa como un hilo por el que trae el ajo, el distribuidor hidráulico, el mecánico de las imágenes y los dientes;


oh Edison, cómo es posible? hacia dónde vamos a ir si ya necesitamos de este modo? hacia dónde, si somos tantos, y demandamos tanto?;


cuántas cucharitas de diversos tipos, cuántos cuchillitos para los pies, los panes, los pescados;

cuántos espejos y cremas, cuántas tenazas y esmeriles, cuántos títulos y expedientes, cuántos galones y planillas;


cuántas sogas y diademas, detectores y lentes, armas y bebidas, aviones y peinetas, espátulas y misiles;


y hemos olvidado los matices simbólicos del cielo, el sabor del rocío o de la yerba macerada bajo las caderas del amor;


a qué olían las costas de los ríos vírgenes, los langostinos de los arroyuelos, las manos de la amada dentro de las hojas del sasafrás solemne?;


fíjate bien, Tersites, que todo es agotable, insostenible, deleznable, expulsable, pero goza de un acabado perfecto;


fíjate que todo fosforece en líneas puras, pero es para un sólo golpe de boca o para el paréntesis fugitivo del mes;


qué se fizieron los ebanistas que levantaban aquellos muebles sólidos, aquellas mesas que atravesaban como barcos las aguas de los siglos?;


qué se fizieron los artefactos solos, que no formaban cadenas de cadenas, que eran inderivables unos de otros como zafados eslabones?;


oh Plutón, vivir para tantas cosas grandes y chiquitas, urgentes y bellas, frágiles y mancomunadas, terminables y extensas;


con cuántos racimos vive el hombre, dentro de qué férulas, árbol que nunca acaba de gajear hacia la totalidad del viento.






3 ESCRITURA PUBLICA NUMERO OTORGADA EN LA NOTARIA VEINTICINCO
7 CINCO LECCIONES SOBRE LA LIBERTAD ANTONIO MILLÁN
9 CONSEJO DE GESTIÓN VEINTICINCO DE MAYO DE


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