CINCO POEMAS Y CURRÍCULO DE ROBERTO MANZANO
EL JUNTADOR
Yo junto con dos manos, con dos pies, con dos ojos.
Junto, a lo largo y ancho, a través de los aires y los muros.
Sobre el suelo me paro, juntando, como un hombre lúcido,
como un hambriento de seres y objetos,
como un sediento de verdad y hermosura.
He visto, en el grosor de la honda búsqueda,
que todo sucedió de brizna en brizna. Vi que todo
era pétalo a pétalo. Yo conozco el milagro lento
de la mazorca, resguardada en una verde lentitud.
Yo conozco el portento del potrero y la página
y he visto que fue bulbo a bulbo, letra a letra.
Sorbo a sorbo se alcanza lo oceánico.
Con el ir, con el deslizarse, con la curva,
con la caída y con el número entró el río en el mar,
los archipiélagos de las cosas se abrieron.
Todo fue día a día, de día en día, a través de los días.
Yo junto con dos manos, con dos pies, con dos ojos.
Recojo para hoy, para mañana, según leyes
buscadoras de ayer, dentro de encontradoras leyes.
Encuentro porque busco, porque tengo
dispuestos los canastos, colocados los brazos para asir
al cometa que pasa y al rizoma que yace hacia lo oscuro.
Pasó el cometa, hebra crispante de fulgor, por el vasto espacio.
Nadie miró al rizoma que yacía debajo de los pies,
te acuerdas de aquel breve rizoma de jengibre
que un día soterré, y que parecía muerto entre la sombra?
Urdí la cuenta, encadené los meses
y cuando los caballos quebraron los astros con sus cascos
me dije, hundiendo los ojos: Ya está.
Ya se siente venir, escindiendo la frente de la tierra,
el blando cráneo del planeta, ya se acerca el jengibre
sucediendo por dentro de los negros capítulos.
Yo estoy hacia el final de la secuencia
porque estoy al principio.
Estoy hacia la punta de la estrella porque estoy en la vértebra.
En la uña del zarcillo, porque ya me adelanto en las raíces.
Vine con la primera nube, giré con el primer aceite.
Yo estuve cuando se taló la cuna
bajo el cielo, y he visto el gajo duro en que te apoyas.
En la franja de pasos paso fui, paso soy, marcho de paso
en paso, discurriendo sobre el polvo y el lodo.
Yo vi bajar al líquido, caer con calma, con el giro
controlado del pulso, dentro del otro vaso
mientras la transparencia se expandía por el cristal.
Yo deletreo las sílabas del nacimiento y la expansión,
de la combinación magenta o azul,
hasta que la medalla cierra su brillo más redondo.
Todo se escancia, y todo se espiga.
Todo se torna agregación donde se hila el día,
cúmulo donde se sostiene el año,
y por dentro de toda agregación avanza el eje
imantado, que va hacia la enorme completez del cielo.
Dentro de lo que avanza yo voy, juntando con las manos,
con los pies, con los ojos, con los sudores y la sangre.
Aquel que de lo antiguo viene, es exacta su hora
con la nuestra: los inmensos tropeles son los mismos,
iguales las carencias, y semejantes los desbordes:
somos, por ambas partes, los mismos:
y cuando nos tendemos caminamos por rutas invisibles
en que se nos congregan todos
solicitando las mismas ánforas: yo junto con mi paso,
con mi voz, con mi sangre, por afuera y por dentro, por arriba
y por debajo, junto la gesta del segundo y del milenio
sobre tu soplo rojo hasta llenar la copa de mi canto:
oh las olas que vienen desde los ademanes de la sangre,
oh las olas que vienen por los lucientes deltas de la sangre!
Y siempre han de venir, oh hijos míos, oh padres míos;
han de venir conmigo, oh racimos, oh galaxias:
vamos por el riachuelo más turbio de la sangre, vamos,
por los cabellos de la aguda esperanza vamos,
por entre las zancadas de los viejos gigantes vamos, vamos;
oh hijos míos, oh galaxias, con todos los veneros juntos,
con todas las sustancias, con todos los dolores: vamos!
EL CAMINANTE
Como un sismo
canto.
Me levanto
del abismo.
Soy yo mismo.
Y los otros.
El Sí mismo, y el Nosotros.
Reverbera
la pradera.
Ascienden los blancos potros.
Qué de días
bajo el sol.
Qué crisol
de porfías.
Horas mías,
qué tejido.
Con mis horas me he cernido.
Me tamiza
la ceniza
del olvido.
El minuto
me fascina.
Breve mina
de absoluto.
Cada fruto
es la entera
primavera.
Y mi vida
es cumplida:
duradera!
No termino.
Me amontono,
y me dono
repentino.
Mi destino
lo amalgama
todo:
ama!
Junta
lo que apunta
cada rama.
Ah los días
de zarcillos
amarillos.
Las sombrías
herrerías
del dolor.
Y el valor
que uno saca
de la opaca
volcadura del pavor.
Las honduras
que uno toma
cuando la vida desploma
sus oscuras
coyunturas.
Los estribos
sensitivos
que apuntala.
Lo que hala
con tendones combativos.
Al espanto
lo conjuro.
De lo oscuro
me levanto
con mi canto.
Salgo. Sueño.
Sobre el ceño,
lumbre:
la costumbre
del empeño!
Aquí estoy,
en la huella.
A la estrella
voy.
Hoy
y mañana.
Mana
la corriente.
Y mi frente
va liviana.
De la vida
hacia el verso.
Universo
en cápsula comprimida.
Patria unida.
Pleno
seno.
Tema grave,
ya se sabe:
O me salvo, o me condeno!
A lo oscuro
bajo,
pues trabajo
lo futuro.
Y procuro
el mayor
esplendor.
Y la nota
más ignota
del amor.
Cribo
con el pulso
el impulso
sensitivo.
Me inscribo.
Incorporo
cada poro.
Sudo
bajo el crudo
deterioro.
Y al concluir
alzo
a mi corazón descalzo
del morir.
Advertir
que la huella,
tras la bella
aventura,
añade al fin en la altura
una estrella!
GUSTO DE VER SOBRE LA MESA…
Gusto de ver sobre la mesa ciertas frutas agrupadas como pétalos, pues ellas saturan los ojos, ávidos del color diverso de la vida;
pero me gusta más ver tu mirada de semilla, tus manos en mis manos, palpar con mis yemas el ritmo intermedio de tus senos;
sentir el roce de la hermosa fruta de tu vientre, curvada y promisoria, ese geoide fascinante que ofrece tu cintura;
tu vientre equidista de todo, distribuye arquitecturas deliciosas, centralidad del mundo, Macchu Pichu del cielo;
desde tu vientre parten expediciones invisibles, los cordeles espumosos de la gracia, los fósforos fragantes del fervor;
en tu vientre canta la espiral de tu ombligo, cenote de Liliput, moneda cóncava, ojo primario de la vida;
tu vientre se clausura arriba, se ciñe contra tus vísceras hasta que es una faja y un gozne de movida elocuencia;
la piel de tu vientre es como una pulida sortija, como una transparencia de caracol rosado, como un paladar celeste;
hacia arriba tu vientre es solidario y se prolonga en dos colinas estrábicas hacia donde corre ansiosa la boca;
hacia abajo tu vientre se abre desde el abejeo oscurecido del pubis en dos litorales donde demorar los labios;
tu vientre es un blando cosechero, todo lo coordina y expande hacia la edificación soterrada del hijo;
tu vientre zarandea al planeta, como un péndulo líquido, gira sobre los arranques rítmicos de la entrega;
tu vientre crece hacia los costados con la misma voluntad de las guayabas, con la misma amplitud de los cometas;
a tu vientre me echo, bajo tus manos de gladiolo, para oír como un indio qué bisontes de ternura trae el horizonte.
A VECES, CON LAS ÚLTIMAS LUCES DE LA TARDE…
A veces, con las últimas luces de la tarde, van saliendo poco a poco de las estaciones los pobres y oscuros trenes;
son metálicos y sucios, atestados de seres presurosos que callan mientras el silbato se despide de los andenes;
y los postreros trozos de periódicos van corriendo por el cemento, por debajo de los zapatos, hasta que caen hacia los rieles brillantes;
y entonces, entre la luz sesgada de la tarde, cierta luz de bijol y aroma triste, se van perdiendo los últimos coches;
y yo soy el viajero, yo siempre soy el viajero, el hombre recostado, meditabundo, que está parado en el estribo;
soy el viajero que ha partido y que no ha llegado nunca, que busca lo ilusorio dentro del túnel de los trenes;
y entonces digo adiós a todos, y adiós a mí mismo, y estoy diciendo adiós, moviendo el pañuelo utópico;
y yo tengo una larga vida detrás, y una larga esperanza delante, y una opresión dolorosa dentro del corazón que canta mucho;
y a veces soy de nuevo, siempre soy de nuevo aquel niño rural que veía pasar los pequeños trenes negros de la infancia;
y cómo es posible que yo sea todavía aquel niño, que yo tenga por dentro el mismo viaje de heridora nostalgia?;
son cosas que no están bien en la evolución de los destinos, porque duele mucho conservar esa fugacidad dormida;
es mejor ir de coche en coche bromeando con los restantes ensimismados, con los prójimos distraídos;
es mejor sacar los ojos al paisaje, ya deletreado como un salmo visual, como una copla monótona;
o hundirlos en las cercas próximas, que van uniendo llenas de prisa sus postes florecidos, sus muñones negros;
o entrar hacia el alma, viajera lenta, que cruza con sus bártulos por lo aéreo mientras las chispas de los raíles copian los primeros destellos de Venus!
ASÍ A DÓNDE VAMOS A IR, SI NECESITAMOS TANTO?
Así a dónde vamos a ir, si necesitamos tanto? Si todo se gasta un jolongo de algo, un tranvía de eso y de aquello, un triste diapasón de utensilios;
porque no hay manera, no basta con las manos, no basta con añadir los pies, las rodillas, los codos, los hombros, la cabeza;
no basta: siempre urge una prolongación, un abarque mayor o menor, una hendidura más larga, una extensión casi planetaria;
en cuanto se viene desnudos y desnudos nos marchamos, debíamos tener una desnudez intermedia, pero no es posible;
nos vamos entretejiendo, envolviéndonos, esposándonos, hilándonos y deshilándonos, oh Penélope;
y nos vamos alargando, demorando, sucediéndonos repletos de botones, bocinas, barrenas, oh Odiseo;
grandes son las alforjas de nuestro destino, crecen como los gajos de un milagro, pues vivimos de adminículos;
dependemos de los artesanos que se especializan, de las industrias que se especializan, de los países que se especializan;
toda nuestra libertad radica en el aceite, la sal, la tinta, el petróleo, el papel, el fósforo, el antibiótico;
toda nuestra existencia pasa como un hilo por el que trae el ajo, el distribuidor hidráulico, el mecánico de las imágenes y los dientes;
oh Edison, cómo es posible? hacia dónde vamos a ir si ya necesitamos de este modo? hacia dónde, si somos tantos, y demandamos tanto?;
cuántas cucharitas de diversos tipos, cuántos cuchillitos para los pies, los panes, los pescados;
cuántos espejos y cremas, cuántas tenazas y esmeriles, cuántos títulos y expedientes, cuántos galones y planillas;
cuántas sogas y diademas, detectores y lentes, armas y bebidas, aviones y peinetas, espátulas y misiles;
y hemos olvidado los matices simbólicos del cielo, el sabor del rocío o de la yerba macerada bajo las caderas del amor;
a qué olían las costas de los ríos vírgenes, los langostinos de los arroyuelos, las manos de la amada dentro de las hojas del sasafrás solemne?;
fíjate bien, Tersites, que todo es agotable, insostenible, deleznable, expulsable, pero goza de un acabado perfecto;
fíjate que todo fosforece en líneas puras, pero es para un sólo golpe de boca o para el paréntesis fugitivo del mes;
qué se fizieron los ebanistas que levantaban aquellos muebles sólidos, aquellas mesas que atravesaban como barcos las aguas de los siglos?;
qué se fizieron los artefactos solos, que no formaban cadenas de cadenas, que eran inderivables unos de otros como zafados eslabones?;
oh Plutón, vivir para tantas cosas grandes y chiquitas, urgentes y bellas, frágiles y mancomunadas, terminables y extensas;
con cuántos racimos vive el hombre, dentro de qué férulas, árbol que nunca acaba de gajear hacia la totalidad del viento.
3 ESCRITURA PUBLICA NUMERO OTORGADA EN LA NOTARIA VEINTICINCO
7 CINCO LECCIONES SOBRE LA LIBERTAD ANTONIO MILLÁN
9 CONSEJO DE GESTIÓN VEINTICINCO DE MAYO DE
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