10 ANDRÉ GIDE DIARIO [18891949] BUENOS AIRES LOSADA 1963

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André Gide: Diario [1889-1949], Buenos Aires, Losada, 1963

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André Gide: Diario [1889-1949], Buenos Aires, Losada, 1963. Traducción: Miguel de Amilibia.


10 de julio (1891)

He comenzado de nuevo a escribir. Dejé de hacerlo por cobardía moral. Debería, por higiene, imponerme la obligación de escribir aquí cada día algunas líneas.


8 de octubre (1891)

(…) Hablar de mí mismo me aburre: un diario es útil en las evoluciones morales conscientes, queridas y difíciles. Se quiere saber dónde se está. Pero lo que yo diría ahora sería alambicamientos de mí mismo. Un diario íntimo es interesante sobre todo cuando se consigna el despertar de las ideas; o de los sentidos, en la pubertad; o también cuando nos sentimos morir.


Agosto (1893). En la calle

(…)

Antes de marcharme, he vuelto a leer todo mi Diario; lo he hecho con una repugnancia indescriptible. No encuentro en él más que orgullo; hay orgullo hasta en la manera de expresarme siempre con pretensiones, sea de profundidad, sea de ingenio. (…)

El deseo de escribir bien estas páginas de Diario les quita todo mérito, hasta el de la sinceridad. No significan ya nada, pues no están tan bien escritas que tengan un mérito literario; en fin, todas ellas dan por supuesta una gloria, una celebridad futura, que les procura un interés. Esto es profundamente despreciable. (…)


Domingo (enero, 1902) [Es el párrafo final de una entrada extensa]

(…)

Cena en casa de los Charles Gide. Al regreso de la cena, exasperado y desolado por no haber podido apenas trabajar durante el día, me calmo escribiendo estas notas.


Miércoles (¿abril?, 1905)

(…)

Experimento de nuevo un placer vivísimo en escribir, no importa cómo, en este cuaderno. En medio de las ocupaciones del día, aspiro a los instantes de estar a solas con él.


Lunes (¿mayo?, 1905)

(…) ¿Para qué me sirve este Diario? Me aferro a estas hojas como a algo fijo entre tantas cosas huidizas. Me impongo la obligación de escribir en ellas cualquier cosa, pero con regularidad, cada día…


Jueves (¿mayo? 1905)

(…)

(No sé lo que significarán más adelante para mí estas notas, en la que las más de las veces sólo consigo una indicación seca del empleo del día. Pero no quiero interrumpirlas…


2 de enero (1907)

(…)

Lo importante para mí ahora es, no lo que leo, sino la manera como lo leo, la atención que presto a la lectura. Necesito luchar por todos los medios contra la dislocación y la dispersión del pensamiento. Tal es la razón de que me haya vuelto a atar a este diario; sin mucho placer, pero como un medio de adiestrarme para el trabajo. (…)


Cavalière, agosto (1910)

(…)

¡Qué ridículos somos! Me cuesta ya mucho trabajo tomarme en serio cuando estoy solo… Me hace el efecto de que estamos en la sala de pruebas de un sastre, rodeados de espejos que se reflejan entre sí y buscando en la mente de los demás la propia imagen multiplicada. Aun sin quererlo, adoptamos posturas y sacamos el pecho. ¡Cómo quisieramos poder vernos de espaldas!


Abril (1914)

(…) Por desgracia, los días más llenos y de emociones más vivas son también aquellos de los que nada queda en este cuaderno, aquellos en los que sólo tuve tiempo para vivir.


27 de junio (1914)

Creía que estábamos sólo a 26. Creía que había escrito todos los días en este cuaderno. Es indudable que dejaría de escribir en él, si no lo hiciera todos los días.


4 de julio (1914)

(…) Este cuaderno, como todos los otros “diarios” que he llevado, no tiene más misión que enseñarme a escribir rápidamente. (…)


23 de septiembre (1914)

(…) Desde hace ocho o diez días, he dejado de escribir y este silencio corresponde a un nuevo hundimiento de la voluntad, de la virtud, del que es preciso otra vez que este diario me ayude a triunfar.

(…)


13 de diciembre (1915)

Estoy deseando terminar este cuaderno; no escribo en él nada que valga la pena, pero sólo lo dejaré cuando esté terminado…


7 de febrero (1916)

Nunca he sido más modesto que al obligarme a escribir cotidianamente en este cuaderno unas páginas que sé y siento que son pertinentemente pobres, repeticiones y balbuceos muy poco propios para hacerme valer, admirar o querer.

Siempre he sentido el deseo de desprenderme de los afectos que no sean de una cualidad exquisita y superior. Si estos cuadernos llegan a publicarse un día, cuántos los acogerán mal… pero ¡qué unido me siento a aquel que, a pesar de ellos, a través de ellos, querrá seguir siendo mi amigo!

Me aferro a este cuaderno con desesperación; forma parte de mi paciencia; me ayuda a no hundirme.


15 de junio (1916)

He roto una veintena de páginas de este cuaderno; esto cortó el hilo y ya no he podido escribir nada en él desde hace más de un mes. He dedicado todo mi tiempo a las Memorias. (…)

En cuanto a las páginas que he roto, se hubiera dicho que eran las de un loco.


Cuverville, 15 de septiembre (1916)

Reanudo en un cuaderno nuevo este diario, abandonado en junio último. Había roto sus últimas hojas, que reflejaban una crisis terrible en la que Em. se veía mezclada… [las rompió para tranquilidad de ella] (…) …echo de menos esas páginas… porque esta supresión detuvo de golpe mi diario y porque, privado de este sostén, me he visto desde entonces en un desorden mental espantoso. He hecho vanos esfuerzos en el otro cuaderno. Lo abandono sólo llenado a medias. En éste al menos, no sentiré ya el desgarrón.

(…)


22 de octubre (1917)

Volví ayer a Cuverville.

He vivido todos estos últimos tiempos (…) en un aturdimiento de felicidad, tal es la razón del largo vacío en este cuaderno. Sólo refleja mis nubes.


27 de julio (1922)

(…)

Para ser afectado, no hay nada mejor que tratar de ser sincero.

Es casi siempre por vanidad por lo que se muestran los propios límites, tratando al mismo tiempo de pasarlos…


13 de febrero (1924) [= 8 de noviembre]

Si se llega a publicar mi Diario , temo que procure de mí una idea bastante falsa Lo he dejado de llevar durante largos períodos de equilibrio, salud y felicidad y lo he atendido, en cambio, en esos períodos de depresión en que lo necesitaba para recobrarme y en que me muestro doliente, quejumbroso, lastimoso.

En cuanto el sol vuelve a salir, me pierdo de vista y quedo totalmente absorbido por el trabajo y la vida. Mi Diario norefleja nada de esto, sino solamente mis períodos de desesperación. (…)


30 de marzo (1932)

Desde hace bastante tiempo, este cuaderno ha dejado de ser lo que debía ser. Un confidente íntimo. [se convirtió en una especie de “amigo indiscreto”, 16 de mayo de 1936]

La perspectiva de una publicación, aunque fuera parcial, de mi Diario… ha falseado su sentido. Y también la fatiga o la pereza y la dislocación de mi vida, el temor de que se pierda lo que hubiera debido incluir en libros o artículos, en esos libros o artículos que no sé que falta de confianza ha hecho que pierda la esperanza de escribir.


15 de agosto (1935)

[Advierte que el diario perdió su función y se convirtió en] “un cementerio de artículos abortados”.


21 de agosto (1938) [Último párrafo de una entrada en la que registra su angustia después de la muerte de Em.]

(…)

Me aferro a este cuaderno por método, como lo he hecho muchas veces. Era un método que antes daba resultados. El esfuerzo así intentado me parecía comparable al del barón de Münchhausen, que sale del pantano tirándose a sí mismo de los pelos. (…) Lo admirable es que lo consigue.


14 de mayo (1940)

Lastimosa insignificancia de estas notas. Me impongo, sin embargo, este pequeño esfuerzo cotidiano, sin más objeto que impedir que mi pluma se herrumbre. [como otros escritos de la época que lo obligan a sobreponerse al cansancio de vivir, el diario representa una “apariencia de actividad” que le permite “aferrarse a la vida” -7 de febrero de 1943].


15 de febrero (1943)

(…)

No hay nada que decir sobre los acontecimientos. Me obligo a escribir cada día unas cuantas líneas en este cuaderno como ejercicio espiritual, comprobando, como sucede con el rezo, que nunca es más útil que en tiempos de sequedad de corazón.




Jules Renard: Diario 1887-1910, Selección y edición de Joseph Massot e Ignacio Vidal-Folch, Barcelona, Clásicos Mondadori, 1998.


11 de mayo (1894)

Nuestro Diario no tiene que ser sólo una cháchara, como demasiado a menudo lo es el de los Goncourt. Tiene que servir para formar nuestro carácter, para corregirlo sin cesar, para enderezarlo.


15 de junio (1897)

(…)

¡Y este Diario que me distrae [del tedio, del cansancio de vivir], me divierte y me esteriliza!

Trabajo una hora, y en seguida me siento deprimido, y hasta escribir lo que escribo me hastía.

Ni los Renan ni los Taine nos hablaron de este hastío, de estas enfermedades secretas. ¿No las conocieron? ¿Tuvieron el pudor de no quejarse, o la cobardía de no ver claro en sí mismos?

(…)

¡Y cuidado! En este mismo momento exageras, haces frases. Ya no eres sincero. En cuanto quieres mirarte en el espejo, tu aliento lo empaña. [“No soy sincero, y ni siquiera lo soy cuando digo que no lo soy.” -21 de noviembre de 1905.]


14 de noviembre (1900)

Leo páginas de este Diario: a fin de cuentas es lo mejor y más útil que he hecho en la vida.


1 de enero (1901)

(…)

Este Diario me vacía. No es una obra. Así, hacer el amor todos los días no es el amor.




Virginia Woolf: Diario íntimo III (1932-1941), Traducción de Laura Freixas, Barcelona, Grijalbo Mondadori, 1994.


Lunes 9 de mayo (1938)

Escribo esto para dar alguna consistencia a la mañana de lunes, como de costumbre rota en pedazos confusos…


Viernes 28 de julio (1939)

(…) Estoy leyendo los diarios de Gide, que me ha recomendado esa pobre máscara mortuoria de Eddie [Sacville-West]. Un libro interesante, retorcido. Es curioso que ahora pululan los diarios. Nadie puede concentrarse lo necesario para crear una obra de arte.


Domingo 17 de diciembre (1939)

Qué sentido tiene redactar estas notas, no lo sé; excepto que se ha vuelto necesario para relajarme, y algo de lo que aquí escribo me puede interesar más tarde. ¿Pero qué? Pues nunca alcanzo las profundidades; patino por la superficie. Sí quedan diez minutos –qué puedo decir. Nada que necesite reflexión: lo cual es irritante, pues reflexiono con frecuencia. Y mis reflexiones son exactamente del tipo que podría escribir aquí.

(…)




Franz Kafka: Diarios. Carta al padre. Traducción de Andrés Sánchez Pascual y Joan Parra Contreras. Edición dirigida por Jordi Llovet. Prólogo de Nora Catelli. Barcelona, Circulo de Lectores – Galaxia Gutenberg, 2000.


23.XII 1911, sábado.

(…)

Una de las ventajas de llevar un diario consiste en que uno cobra consciencia, con una claridad tranquilizadora, de las transformaciones a que está sometido incesantemente, en las que uno, en general, cree, por supuesto, y que intuye y admite, pero que niega de forma inconsciente cada vez que lo que importa es obtener, al admitirlas, esperanza o tranquilidad. Uno encuentra en su diario pruebas de haber vivido, de haber mirado alrededor y de haber anotado observaciones incluso en circunstancias que hoy parecen insoportables, es decir, encuentra pruebas de que esta mano derecha se movió igual que se mueve hoy, cuando nos hemos vuelto, ciertamente, más prudentes gracias a la posibilidad de abarcar con la mirada nuestras circunstancias de entonces, pero por eso mismo tenemos que reconocer la intrepidez de nuestras aspiraciones de entonces, que se mantenían, sin embargo, en la pura ignorancia.

(…)


25.II 1912.

¡A partir de hoy he de llevar el diario sin interrupciones! ¡Escribir con regularidad! ¡No rendirme! Aunque no llegue la redención, quiero ser digna de ella en todo momento. (…)


9.XII 1913.

(…)

Mi odio a la observación activa de mí mismo. A interpretaciones psíquicas del tipo de: Ayer estuve así por tal motivo, hoy estoy asá por tal otro. No es verdad, no por tal motivo ni por tal otro, y por lo mismo tampoco así y asá. Soportarse a sí mismo con calma, sin precipitarse, vivir como es debido, no andar mordiéndose la cola como los perros. [9 (de marzo de 1922). (…) ¿Qué pasaría si uno se estrangulase a sí mismo? ¿Si la agobiante observación de sí mismo redujese o cerrase del todo el orificio por el que uno se vierte en el mundo? …]

(…)


18 [de octubre de 1921]

(…)

Quien en vida no se las arregla con la vida necesita una de sus manos para rechazar un poco la desesperación por su destino –eso sucede de un modo muy imperfecto-, pero con la otra mano puede ir anotando lo que él ve debajo de las ruinas, pues él ve otras cosas y más cosas que los otros, estando como está muerto en vida y siendo como es el verdadero superviviente. Esto suponiendo que no necesite sus dos manos, y más que tuviera, para luchar contra su desesperación.




Cesare Pavese: El oficio de vivir. Traducción de Esther Benítez. Barcelona, Alfaguara, 1979.


22 de febrero (1940)

El interés de este diario estaría en el pulular repentino de pensamientos, de estados conceptuales, que en sí, mecánicamente, marca los grandes filones de tu vida interior. De vez en cuando tratas de entender qué es lo que piensas, y sólo après coup [a posteriori, a destiempo] vas a comparar la coincidencia con los días antiguos.

Es la originalidad de estas páginas: dejar que la construcción se haga por sí sola, y poner delante objetivamente tu espíritu.

Hay una confianza metafísica en este esperar que la sucesión psicológica de tus pensamientos se configure en una construcción.

(…)


27 de octubre (1946)

(…)

Ahora sé que estas notas de diario no importan por su descubrimiento explícito, sino por la lumbrera que abren sobre el modo de ser que inconscientemente tengo. Lo que digo no es cierto, pero traiciona –por el solo hecho de que lo digo- mi ser.




John Cheever: Diarios. Traducción de Daniel Zadunaisky. Barcelona, Emecé, 1993.


(1959)

Año tras año leo en estas páginas que bebo demasiado y no cabe duda de que es progresivo. Pierdo más días, sufro remordimientos más hondos, me despierto a las tres de la madrugada con los sentimientos de un partidario de la abstinencia. La bebida, sus accesorios, su ambiente y sus efectos me parecen repugnantes. Sin embargo, todos los días, a mediodía, busco la botella de whisky. Parezco incapaz de beber con moderación y también parezco incapaz de abandonar la bebida. (p. 123)


(1967)

Al releer antiguos cuadernos del diario descubro que la pelea con el alcohol y el cafard viene de más lejos de lo que pensaba. Se ve que no tengo cura, al menos para el alcohol. Me anima leer los cuadernos antiguos, pero hay algo de narcisismo en ello. Siempre queda la ilusión de que alguien los lea en mi ausencia y después de mi muerte, y admire mi sinceridad, pureza, valentía, etc. ¡Qué buen hombre es! (p. 253)




Julio Ramón Ribeyro. La tentación del fracaso. Diario personal (1950-1978). Prólogos de Ramón Chao y Santiago Gamboa. Barcelona, Seix Barral, 2003.


Introducción (mayo 1992)

(…) El diario íntimo es una ocupación peligrosa, que puede cerrar la comunicación con los otros y confinarnos a un soliloquio estéril y secreto. Puede también servirnos de coartada para, en el caso de los escritores, no escribir lo que deberíamos escribir y escribir solamente acerca de los problemas y perplejidades que nos plantea nuestra vocación, de modo que el diario termina por suplantar a la obra potencial que conteníamos. (…) [ver 22 o 23 de febrero de 1958]


París, 3 de agosto de 1953 [enumeración de las “coartadas” (Pauls)]

Aquí en París, faltando poco para cumplir los 24 años, he querido reiniciar este diario, después de un año de silencio y de una vida un poco más expansiva y volcada hacia el exterior. No es que quiera girar en semicírculo para volver a encontrarme conmigo mismo, como en el pasado. Quiero tan sólo anotar algunas impresiones fugaces que más tarde placería recordar, estimular un poco mi reflexión sobre ciertos tópicos que el pensamiento meramente pensado no alcanza a sistematizar, hacer un poco de ejercicio de estilo y sobre todo reunir material –frases, descripciones, ideas- aprovechables más tarde en mis artículos o creaciones literarias. (…)


29 de enero de 1954

Todo diario íntimo surge de un agudo sentimiento de culpa. Parece que en él quisiéramos depositar muchas cosas que nos atormentan y cuyo peso se aligera por el solo hecho de confiarlas a un cuaderno. Es una forma de confesión apartada del rito católico, hecha para personas incrédulas. Un coloquio humillante con ese implacable director espiritual que llevan dentro de sí todos los hombres afectos a este tipo de confidencias.

Todo diario íntimo es también un prodigio de hipocresía. Habría que aprender a leer entre líneas, qué hecho concreto ha dictado tal apunte o reflexión. Por lo general se analiza el sentimiento pero se silencia la causa. Las páginas se cubren de alusiones, de un simbolismo personal, como si quisiera promoverse un juego de adivinación. Yo mismo cuántas veces me he sorprendido de hallar en mi diario párrafos oscuros, que sólo un poderoso esfuerzo de memoria me ha permitido desentrañar.

Todo diario íntimo nace de un profundo sentimiento de soledad. Soledad frente al amor, la religión, la política, la sociedad. La mayor parte de los diaristas fueron solteros. Los hombres casados, activos, sociables, que desempeñen funciones públicas, difícilmente podrán llevar un diario, ocupados como están en vivir por y para los demás.

Todo diario íntimo es un síntoma de debilidad de carácter, debilidad en la que nace y a la que a su vez fortifica. El diario se convierte así en el derivativo de una serie de frustraciones, que por el solo hecho de ser registradas parecen adquirir un signo positivo.

En todo diario íntimo hay un problema capital planteado que jamás se resuelve y cuya no solución es precisamente lo que permite la existencia del diario. El resolverlo, trae consigo su liquidación. Un matrimonio logrado, una posición social conseguida, un proyecto que se realiza pueden suspender la ejecución del diario.

Todo diario íntimo se escribe desde la perspectiva temporal de la muerte. (Ahondar esta idea.)


30 de setiembre (1955)

Relectura de las últimas páginas de este diario. Creo haber encontrado la razón intrínseca de los diarios íntimos: tenerse a sí mismo por interlocutor.


22 de marzo (1977)

Leyendo el diario de Léautaud –no los 19 tomos, sino un buen resumen en 1.000 páginas publicado posteriormente- me doy cuenta del carácter estéril, irritante de este tipo de obras, refugio de escritores fascinados por su propia persona y que no pudieron nunca emanciparse de la autocontemplación para acceder a la esfera verdaderamente creativa y superior de la impersonalidad. Esto no quiere decir que diarios de este tipo no tengan páginas admirables, pero la verdadera obra debe partir del olvido o la destrucción (transformación) de la propia persona del escritor. El gran escritor no es el que reseña verídica, detallada y penetrantemente su existir, sino el que se convierte en el filtro, en la trama, a través de la cual pasa la realidad y se transfigura.


11 de agosto (1977)

(…) Sólo puedo escribir esta nota, como si me bastara consignar el desorden y describirlo para alcanzar sobre él una primera conquista, aunque sea mental.



Alejandra Pizarnik: Diarios. Edición a cargo de Ana Becciu. Barcelona, Lumen, 2003.


Martes, 9 de agosto (1955)

(…)

Tengo reparos en seguir escribiendo este cuadernillo. El método que utilizo para escribirlo es éste: escribo sin pensar, todo lo que venga de “allá”. Lo guardo. Al día siguiente, releo lo escrito y pienso.

Supero los reparos. Si no fuera por estas líneas, muero asfixiada.

(…) [25 de noviembre (1955): …escribo [en “estos morbosos cuadernillos] como siempre, por lo de siempre: me estoy ahogando.]


Miércoles (febrero de 1958)

Lo único importante es perfeccionarme. Primera medida: evitar la engañosa vocación expandida. Si tuviera que desarrollar todas mis inclinaciones, necesitaría vivir siglos. Considerar que la más profunda y entrañable es la necesidad de escribir. Resta entonces dedicarle todos mis esfuerzos. (Esto es un cuaderno dedicado a edificar reglas morales, formas de vida; todo desde afuera. La única verdad es mi deseo de llorar, mi avidez de sueño y muerte.)


9 de mayo (1958)

(…)

Anotar todas las impresiones literarias. Aun las más obvias, aun aquellas que me avergüencen. Es la única manera de aprender y tomar conciencia de lo que leo y de mí misma.


8 de marzo (1961)

Si pudiera tomar nota de mí misma todos los días sería una manera de no perderme, de enlazarme, porque es indudable que me huyo, no me escucho, me odio y si supiera divorciarme de mí no lo dudaría y me iría.


24 de julio (1962)

(…)

El fin de este diario es ilusorio: hallar una continuidad. Claro que la hay pero negativamente. En el plano del sufrimiento hay una progresión lenta y extremadamente fiel. (…)


25 de julio (1962)

(…)

El yo de mi diario no es, necesariamente, la persona ávida por sincerar que lo escribe. (…)


27 de septiembre (1962)

(…)

Lo malo es que escribo poemas. Debiera trabajar en una sola prosa larga: cuento o novela o poema en prosa. Un libro como una casa donde entrar a calentarme, a protegerme. Tal vez me hace daño escribir este diario porque me proporciona la fantasía de una falsa facilidad literaria. (…) [Domingo 21 (junio de 1964): No, yo quiero un refugio. El refugio es una obra en forma de morada. ¿A caso no lo es este –digamos- “diario”?]


Domingo, 10 de agosto [de 1969] (madrugada)

Acaricié el sueño de vivir sin tomar notas, sin escribir un diario. El fin consistiría en transmutar mis conflictos en obras, no en anotarlos directamente. Pero me asfixio y a la vez me marea el espacio infinito de vivir sin el límite de un “diario”.


Paul Valéry: “Stendhal”, en Variedad I. Estudios literarios. Estudios filosóficos, Traducción de Aurora Bernárdez y Jorge Zalamea. Buenos Aires, Losada, 1956, págs. 67- 107.


Por lo demás, los autores de Confesiones o Recuerdos o Diarios íntimos son invariablemente víctimas de un deseo de escandalizar; y nosotros, víctimas de esas víctimas. Nunca es a uno mismo a quien se quiere exhibir tal cual; bien sabido es que una persona real no puede enseñarnos mucho sobre lo que es. Se escriben, pues, las confesiones de alguien más notable, más puro, más sucio, más vivo, más sensible, e incluso más yo que lo permitido, pues el yo tiene grados. Quien se confiesa miente, y huye de la verdad verdadera, que es nula, o informe y, en general, indistinta. Pero la confidencia piensa siempre en la gloria, en el escándalo, en la excusa, en la propaganda.” (pág. 91)










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