4 ES UN HECHO EXISTE UN NUEVO PSICOANÁLISIS1

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26 E H CARR “EL HISTORIADOR Y LOS HECHOS”
4 ES UN HECHO EXISTE UN NUEVO PSICOANÁLISIS1
ACRIL MAX SAC EL ACRÍLICO HECHO ARTE MORALES DUAREZ

“Es un hecho, existe un nuevo psicoanálisis”

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Es un hecho: existe un nuevo psicoanálisis1


Desde hace ya algunos años, en mis encuentros con psicoanalistas de la E.O.L y de la Mundial del Psicoanálisis verifico un hecho: citan a Freud, a Lacan y a J-A. Miller juntos, o sólo citan a Miller. Frente a este hecho siempre me surgió la misma inquietud: ¿por qué elevan a un comentarista de Lacan al mismo estatuto que al de Lacan y al de Freud o más allá todavía? La respuesta me llegó con demora, pero estoy persuadido de que es la correcta. Ella es la siguiente: los colegas proceden así debido a que existe un nuevo psicoanálisis, cuyo creador o autor es J-A. Miller. El haber hallado esta verdad me permitió entender otro conjunto de hechos que desde hacía tiempo me cuestionaban.

El primero de ellos es el siguiente: ¿por qué, en la E.O.L, por ejemplo, se lee y estudia más a J-A. Miller que a J. Lacan? ¿Cómo puede ser que en muchos ámbitos psicoanalíticos estén más difundidos y utilizados los textos de Miller que los de Lacan? La respuesta es que ello es debido a que son “millerianos”.

Por otra parte, siempre me resultó sorprendente que Miller acaparase para sí todos los cargos de dirección o presidencia de los organismos, sociedades y escuelas lacanianas en las que participa. Pero si se considera que tales agrupaciones no son lacanianas, sino millerianas, se despeja toda sorpresa, ya que ¿quién mejor que el propio J-A. Miller para dirigir al millerianismo en el mundo?

Cuando ocurre el público conflicto entre J-A. Miller y C. Soler, debido obviamente a un conjunto de motivos científicos, políticos y personales, el primero le reprocha (para mi total sorpresa) a la segunda, el hecho de haberlo plagiado. ¿Cómo podía ser, me preguntaba yo, que en el lacanismo se imputase de plagio, cuando Lacan “demostró” su imposibilidad, y cuando ambos tomaban, como tantos de nosotros, los conceptos y las ideas de la misma fuente? Lo que sucedía, es que J-A. Miller denunciaba que C. Soler tomaba sin citar, ideas y conceptos de él, no de Lacan.

Otro hecho que me cuestionaba era la posición de algunos analistas lacanianos de París, quienes afirmaban que con Freud y con Lacan alcanzaba, esto es, que al psicoanálisis le resultaba suficiente con dos autores: Freud y Lacan. Esta afirmación me resultaba increíble. ¿Cómo se podía hablar así sobre el futuro del psicoanálisis? ¿Quién podía afirmar que en el futuro no hiciese falta la aparición de otro nuevo autor? Pero, de lo que se trataba no era del futuro, sino del rechazo a la existencia actual de ese “otro”, o sea, de J-A. Miller como autor.

Para confirmar la respuesta y el atraso de la misma conviene considerar lo siguiente. Si la enseñanza de Lacan, además de sus escritos y conferencias, se caracteriza por “Los seminarios...”, la de Miller tiene su equivalente: “Los cursos psicoanalíticos...” Cabe destacar que su número hasta la fecha supera los quince y que ya ha comenzado su publicación.

Dada la articulación que realizo entre esta modalidad de las enseñanzas de Lacan y de Miller, convendría hacerse una pregunta más: ¿la publicación de “Los cursos psicoanalíticos”, se verá tan demorada como la de “Los seminarios”, que llevan algunos más de 40 años “en souffrance”? Francamente, no lo creo. ¿Habrá en esto alguna respuesta a la demora? Espero que no.

La existencia de un nuevo psicoanálisis se acompaña, necesariamente, de la emergencia, no sólo de una nueva enseñanza que estipula un giro en la modalidad de la práctica clínica y, consecuentemente, otra dirección de la cura, sino también de una serie novedosa de expresiones o de frases que tienden a organizar las exposiciones e intercambios de quienes lo practican. Así en este caso, al menos, ya cumplen la función de tales, las siguientes: “pase a la entrada”, “affectio societatis”, “el inconsciente como intérprete”, “los signos del goce”, “la escuela uno”, etc. Éstas no se caracterizan por no haber sido utilizados por otro autor, en este caso por Lacan, sino por su función de puntos de anudamiento, de plomadas en la red del discurso y hasta, de nuevas formas de hablar entre los analistas.

Ahora bien, dado que afirmo la existencia de un psicoanálisis milleriano, tanto por los argumentos anteriores, como por haber recibido una respuesta afirmativa a este respecto, cuando consulté a un número significativo de colegas y amigos de la E.O.L., cabe preguntar: ¿qué caracteriza a esta nueva región del mapa del psicoanálisis?, no con el fin de llegar a decir “eso no es psicoanálisis” sino para empezar a estudiarla y así poder asumir una posición racional frente a ella.

Toda buena respuesta debería provenir de la puesta en funcionamiento de la pregunta que implica el estudio de las coordenadas estiradas en un buen lapso de tiempo. Pero, como ya algo de esto es pasado, creo que al menos cabe destacar lo siguiente, producto de la articulación, al menos a grandes rasgos, de las posiciones de Lacan y de Miller:

a) Si la enseñanza de Lacan fue orientada por el “retorno al filo subversivo de lo propuesto por Freud”, la de Miller lo es por la “elucidación de Lacan”. Elucidar, tanto en francés como en castellano significa poner en claro, explicar, hacer comprensible una obra de ingenio. ¿Será la explicación la vía más apta para el inconsciente y la subversión del sujeto, para el corte y la sorpresa?

b) Lacan en su retorno a Freud estableció una disciplina del comentario en la que sostuvo su lectura en una lógica sincrónica. La elucidación de Lacan realizada por Miller, por el contrario, es de una notable y hasta exagerada diacronía2, que afirma que Lacan en la década del 50 acentúa lo imaginario, la del 60 lo simbólico, y la del 70 lo real; todo comprendido en una lógica evolutiva en la que, sin ninguna duda, lo posterior es mejor que lo anterior. Tan evolucionista es la lectura realizada por Miller que llega a sostener que para Freud la vía regia del inconsciente es lo imaginario. O sea, que en su esquema, Freud llega hasta lo imaginario, de ahí retoma Lacan, quien luego pasa por lo simbólico para arribar a lo real; de allí toma la posta Miller.

Toda la lectura hecha por Lacan de Freud, se opuso a que lo último sea hacia lo que se debe tender. Sólo tener en cuenta el término “retorno” lo indica.

Las consecuencias de la oposición entre una lectura sincrónica y otra diacrónica, son muchas, la principal es que la primera es creacionista (según Lacan la única que puede ser verdaderamente atea) y la diacrónica es, como ya dije, evolucionista y postula, necesariamente, que en el origen hay ser (¿o convendría decir goce?).

Además, respecto de la jerarquización de lo último de Lacan, llama la atención la falta casi total del recurso a la topología y a la teoría de los nudos, que es el sustrato elegido por Lacan justamente para sostener sus desarrollos de la década del 70.

c) Si Lacan propuso una práctica de la cura orientada al atravesamiento del fantasma en sus relaciones con el deseo, el goce y la pulsión, Miller propone dirigir la cura hacia la “identificación al síntoma”, volcada hacia el goce y que abandona o relega al deseo. Cabe preguntarse si en la identificación al síntoma como fin del análisis, todavía se sostiene la noción de “cura”.

d) Son muchos los analistas que afirman que Lacan, no hizo todo lo que podía hacer, para evitar su expulsión de la I.P.A. Yo también lo creo y lo explico de la siguiente forma: su nueva condición en el contexto psicoanalítico (la de excomulgado), le permitió terminar de ocupar la posición enunciativa necesaria para sostener lo que afirmaba que, además, no coincidía con S. Freud y especialmente con los post-freudianos. Miller, sin lugar a dudas, en una tendencia contraria, trabaja denodadamente hacia la confluencia y la homogenización de la Mundial con la I.P.A. Esto parece indicar que el nuevo psicoanálisis posee puntos importantes de coincidencias teóricas y clínicas con las corrientes pre-lacanianas.

e) En la publicación de Los signos del goce (el sexto de Los cursos psicoanalíticos) se destaca el estilo claro y sencillo que no cultiva el oráculo ni la sorpresa. El estilo de Lacan, o el estilo por él elegido y calculado para la transmisión del psicoanálisis y la formación del psicoanalista, consiste en invitar y proponer en cada caso la interpretación, para tender a hacer del lector un analista. Una enseñanza sostenida hoy día en la “sencillez” puede ser muy convocante, pero corresponde establecer cuán adecuada puede llegar a resultar para dar cuenta de cuestiones sumamente complejas, como las de la práctica clínica cotidiana del psicoanalista.

Antes de pensar en hacer públicas estas reflexiones, hablé con muchos analistas millerianos. Todos los consultados me contestaron, para mi enorme sorpresa, que elegían la segunda de las siguientes dos opciones ¿lacaniano o milleriano?3 La mera existencia de tantos practicantes en muchas ciudades de diversos países (aunque su centro parece estar en Buenos Aires) orientados en las enseñanzas de J-A. Miller, que dirigen su práctica en función de ellas y que muchas de las más importantes de las sociedades y escuelas de analistas en el mundo se reclamen “millerianas”, o de “orientación lacaniana” que es como tantos lo designan, es lo que verdaderamente permite decir que existe un nuevo psicoanálisis, no sólo la respuesta lógica a las cuestiones arriba planteadas.

No puedo por el momento responder a otra cuestión que también se inscribe dentro del conjunto de problemas vinculados a la afirmación de la existencia de un nuevo psicoanálisis. Ella es: ¿la orientación lacaniana o el millerianismo debe ser inscripto en la serie que comprende como términos sólo los nombre de S. Freud y J. Lacan o debe serlo en aquélla constituida por S. Freud, M. Klein, A. Freud, D. Winnicott, etc.? Los colegas millerianos tienden a sostener la primera opción, a mí no me queda tan claro que sea así; por otra parte, creo que la respuesta más consistente provendrá de un análisis que sólo podrá ser retroactivo.

Es imprescindible tomar esto en cuenta, para así poder establecer en cada caso de discusión y polémica que utilice significantes de Lacan, si el interlocutor está sosteniendo su posición desde la enseñanza de Lacan o de Miller, o sea, si cuando se sostiene, por ejemplo, “goce” se lo hace desde la concepción del mismo hecha por Lacan o por Miller. Dado que en ambos corpus muchos significantes son los mismos, está muy favorecida la confusión y la Babel.

Para concluir propongo que si los “lacanianos” queremos que el psicoanálisis “freudiano” de Lacan, siga siendo practicable en su especificidad en el futuro, lo cual no significa que no sufra cambios y desarrollos, debemos empezar a estudiar y analizar la “orientación lacaniana” de los millerianos, para hacer de la discusión, la crítica y el comentario, un próspero diagnóstico de los problemas y las posibles soluciones, enmarcadas éstas en función de la ética sostenida por Freud y por Lacan, y no reproducir la deficiente posición de algunos de los hoy “freudianos”, que más bien parecen desconocer una teoría nueva que ya tiene varias décadas de vida. Esto no significa que yo sostenga que Miller haya superado a Lacan (a mí me parece notablemente kleiniano) sino que propongo no desconocer sus elaboraciones que tienen el estatuto de un nuevo psicoanálisis..



Alfredo Eidelsztein

Psicoanalista lacaniano

1 Artículo publicado en la Revista Imago Agenda Nº 46, “Es un hecho: existe un nuevo psicoanálisis”, verano 2000/2001.

2 Tendencia que identifica a algunos notables del lacanismo local.

3 Ni qué hablar del que me contestó “Soldado de Miller”.


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