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Mundo cuántico / mundo real

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Ensayo final: ¿Qué podemos conocer del mundo?


Hace algunos años, en casa de unos amigos, observé a sus pequeñas hijas jugando y riendo debajo de la mesa de la cocina. Me acerqué a preguntarles si estaban cómodas dentro de su nave espacial. La respuesta fue simple y brutal: “Estamos debajo de la mesa”, me dijeron burlonamente y se volvieron a concentrar en vaya saber qué juegos aburridamente realistas.


La burla contenía toda la certeza de la observación y anunciaba el final de la niñez o, al menos, de una buena parte de ella. Siempre he admirado en los niños esos inaprensibles criterios de realidad que exhiben orgullosos y que modifican a cada paso, desordenadamente. Su modo de observar la realidad está basado en un paradigma que resulta imposible de reconstruir desde la adultez: cualquier porción de la realidad física es pasible de convertirse en otra cosa. Insuflan vida a cualquier objeto inanimado que, a su criterio, lo merezca; colores inexistentes a superficies inventadas; formas y volúmenes en espacios planos y vacíos. Se valen de los sentidos no para establecer descripciones o encontrar datos a partir de su observación: los utilizan para crear nuevos universos, tan verosímiles y reales como los otros.


A medida que se va abandonado el fértil territorio de la infancia, nos vamos adentrando en mundos regidos por la lógica cuantitativa de los adultos. La capacidad de recrear cede ante la capacidad de medir y conocer. Contamos con herramientas cada vez más precisas y confiables que nos permiten observar y cuantificar aquello que nos rodea. El universo se rige por leyes y fenómenos que conocemos y pasa a formar un sistema predecible y previsible.


Es un universo de certezas, con un componente tranquilizador, por una parte, y narcisista por el otro. Tranquiliza el pensarse poseedor de las claves que rigen el ritmo de las cosas; el poder medir la realidad; el predecir comportamientos; el comprender las causas; el eliminar las ambigüedades. Contamos con procedimientos que nos proveen datos confiables sobre un conjunto dado, que a través de mediciones objetivas y reproducibles, nos permiten conocer a fondo las características de ese conjunto. Certezas. Verdades tranquilizadoras. Y sin embargo, a pesar de lo cálida y cómoda que resulta esa confianza ¿es posible que el hombre y sólo el hombre, sea capaz de conocer cabalmente todo aquello que lo rodea? ¿Son suficientes sus instrumentos de medición y sus sentidos (imprescindibles para “leer” las mediciones) para conocer el mundo como realmente es? La vastedad y complejidad de lo real parecería exceder, a nivel conceptual, las más sofisticadas herramientas y procesos de análisis que haya elaborado el ser humano.


La aparición de la mecánica cuántica establece un gran signo de pregunta, enunciado desde el “corazón” mismo del paradigma científico, acerca de los límites de la observación y del conocimiento de aquello que nos rodea. Un duro golpe al narcisismo.


Los fenómenos cuánticos quiebran el terciopelo de la certeza e introducen la dureza de la incertidumbre. Se hace evidente que las herramientas con las que contamos son, al menos, incompletas y que la aparentemente “simple” observación de un fenómeno implica la participación en el mismo, con la consecuente alteración de su resultado. Que las respuestas, están predeterminadas de algún modo por las preguntas iniciales. Que no es posible ya conocer cabalmente la realidad, que como los átomos en los experimentos cuánticos, se nos escapa por nuevas rendijas del conocimiento.


La compleja teoría cuántica permite deslumbrantes interpretaciones sobre el colapso de onda en fenómenos cuánticos. Una de ellas es la que postula que al producirse una medición, el universo entero se escinde en realidades disímiles; habiendo dos alternativas posibles, ambas se concretan, generando universos diferentes. Habría así infinitos mundos, desconocidos, paralelos, coexistiendo pero ignorándose entre sí.


Un nuevo quiebre a la certeza, dramático y brutal. No sólo desconocemos características del mundo, sino que se nos abren exponencialmente otros mundos, extensos y lejanos, de los que no conocemos absolutamente nada. Una suerte de regreso a la humildad científica. Un salto que golpea la omnisciencia pero que abre caminos poderosos y anchos donde podamos volver a poner a prueba nuestra capacidad de conocer el mundo. Al fin y al cabo, todavía hay mucho por conocer.



Laura Chernitsky


17 «ID POR TODO EL MUNDO Y PROCLAMAD LA
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3 ARGUMENTACIÓN MUNDO DE LA VIDA Y FORMACIÓN GRUPO


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