ESTABA SATISFECHO EL BUEN SEÑOR AL VER SU OBRA

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Estaba satisfecho, el Buen Señor, al ver su obra terminada, la sabía perfecta

Estaba satisfecho, el Buen Señor, al ver su obra terminada, la sabía perfecta.


De la nada surgieron estrellas, formas, mares y movimientos, la oscuridad se transformó en resplandor, la quietud se dispuso a bailar al ritmo de latidos y la vida comenzó a llamarse de ese modo.


Estaba satisfecho, el Buen Señor, al ver su obra terminada, la sabía completa.

Reinos plurales para el gozo de todas las criaturas, minerales, vegetales y animales, escalonados como mágicas pirámides, apoyándose en bases prestadas, haciendo posible el milagro de la perpetuación.


Estaba satisfecho, el Buen Señor, y, sin embargo, permanecía serio, porque justo en el centro geométrico de su obra, exactamente en el punto equidistante donde la creación tropezaba con la trascendencia, dos seres, los más agraciados, hechos a su imagen y semejanza, entrelazaban sus manos para empezar a quererse.


Permanecía serio, el Buen Señor, pensando en las cosas nuevas que encontrarían, ellos y quienes les siguieran a lo largo y ancho de la gran obra, sus hijos primeros y los hijos de sus hijos.


No podía verse, al otro lado de la manzana tentadora, el porvenir, pero el Buen Señor comenzó a diseñarlo, detrás de los bosques del paraíso, más allá del bien y del mal, de las recomendaciones, de lo permitido y lo prohibido, allí pondría el porvenir.


Ya menos serio, el Buen Señor, inventó los sustantivos, para que sus hijos fueran atesorándolos conforme se hiciesen grandes, mayores, graduados en la escuela de la experiencia y del agradecimiento.


Donde nadie podía ver nada el Buen Señor dibujó letras, que se unían para formar voces de entendimiento, lealtad y comprensión, manos y brazos extendidos, llantos de vida nueva, risas cómplices, solidaridad, anillos encerrando amor, todo envuelto en palabras, siempre las palabras, para recordar y deshacer con ellas todos los nudos de olvidos y conflictos.


Palabras, siempre las palabras, libres o prisioneras entre signos de interrogación, para defender, proteger y trascender, improvisar, liberar, discutir, aclarar, abrazar, soñar, conseguir, emocionar, prometer o compartir.

Nacieron las palabras para conjugar, con ellas, todos los verbos, entre dos, entre tres, entre muchos.


¡Sí quiero! El Buen Señor, que todo lo puede, veía las palabras, las preguntas y también las respuestas. ¡Sí quiero!, por eso comenzó a sonreír…, un segundo después de la mismísima creación.


Daniel Molini.


CUANDO NO LO VEN UN DÍA CUANDO ESTABA PASEANDO
DILEMA VIDA LEY UNA MUJER ESTABA A PUNTO
EJEMPLOS DE MICRORRELATOS CUANDO DESPERTÓ EL DINOSAURIO TODAVÍA ESTABA


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