FEUDALISMO Y VASALLAJE EN NUESTRA CHARLA ANTERIOR HEMOS HABLADO

FEUDALISMO Y VASALLAJE EN NUESTRA CHARLA ANTERIOR HEMOS HABLADO






Feudalismo y Vasallaje

Feudalismo y Vasallaje



En nuestra charla anterior hemos hablado de uno de los pilares fundamentales del feudalismo como cuadro económico, político y social del medioevo: eran las relaciones de servidumbre. El otro pilar fundamental del feudalismo (o vértebra fundamental del feudalismo), al lado de las relaciones de servidumbre, son las relaciones de vasallaje. Este será el tema de nuestra charla de hoy.


Si la servidumbre tenía como eje fundamental de sus relaciones los dominios señoriales, las tenir o tenencias, las corbés o trabajos obligatorios, traducido todo ellos en los derechos señoriales, siempre en beneficio del señor, tema que quisimos resaltar en la charla pasada, en el vasallaje, en cambio, todo gira en torno al contrato feudal, a los derechos feudales, al feudo. Ya en el vasallaje no se habla de tenir o de tenencias, no se habla de corbés o trabajos obligatorios, no se habla de derechos señoriales siempre en beneficio del señor, sino de feudo, de investidura, de homenaje, de derechos feudales en donde hay una relación bilateral a través del contrato feudal entre quien será el amo y quien será el vasallo. Esto es precisamente lo que queremos explanar.


El vasallo es el caballero, el vasallo es el ministerial. ¿Quiénes son los vasallos, quiénes son los caballeros, quiénes son los ministeriales, soporte de esto que hemos denominado “relaciones de vasallaje”? ¿Qué es en una palabra el vasallaje? Su base fundamento es el contrato feudal. Este se hace siempre entre personas de la misma clase social. Para efectos del medioevo, la nobleza. A diferencia de la servidumbre, que es siempre entre personas de distintas órdenes sociales: el señor noble, el campesino no noble. Ahora ambos, señor y vasallo, son nobles. A través de este contrato feudal, como proceso jurídico, señor y vasallo se van a comprometer mutuamente. ¿Cómo se comprometen? El vasallo, rindiendo homenaje a su señor, quien le concede el feudo por la investidura. He aquí el eje fundamental de la relación de vasallaje: homenaje-feudo-investidura.


Por el homenaje, el vasallo se hace el hombre de su señor y se entrega a él: servicio, sumisión y fidelidad. Se sella esto por influjo de la iglesia. La época medieval es profundamente cristiana, con un juramento de fe sobre el evangelio o las reliquias.


El señor, a su vez, le jura fidelidad a su vasallo, protección y le concede el feudo por la investidura. El feudo es la sesión de tierras, la investidura es el objeto que la representa. Acto que se complementa con las visitas a las tierras mismas. Así, homenaje, feudo, investidura conllevan sumisión personal del vasallo, concesión de tierras por parte del señor, mutua igualdad en cuanto se exige igualdad de una y otra parte. Todo ello se vuelca, se traduce en los derechos feudales.


¿En qué consisten estos derechos feudales? El vasallo tiene dos deberes principales para con su señor: ayuda y consejo. La ayuda implica asistencia militar y pecuniaria. El consejo, también llamado “servicio de asamblea”, implica el concurso judicial: ir, asistir y aconsejar a su señor en sus juicios, ya legislando, ya juzgando. La ayuda es el aspecto político del contrato feudal. El consejo, su aspecto social. Pero estas dos obligaciones del vasallo son recompensadas por el señor. Hemos dicho que es un contrato bilateral. El señor está obligado a socorrer a su vasallo en caso de ataque. Es el socorro militar, contrapartida de la ayuda. Alimentarlo en caso de que su situación sea deficiente, contrapartida de la ayuda pecuniaria. Y obtenerle justicia como contrapartida del consejo.


En el plano económico corresponde al vasallo defender el feudo, salvaguardarlo como contrapartida del usufructúo, pagar el rescate como contrapartida por la continuidad de la posesión, indemnización por el abreviamiento, es decir, por la enajenación o traslado total o parcial del feudo.


Ahora bien, para el homenaje, el feudo y la investidura, es decir, para ser admitido en el vasallaje, hay que mostrarse, antes que nada, capaz de llevar las armas. Surge, entonces, como gran creación de las relaciones de vasallaje, la institución de la caballería. Es el carácter militar del contrato feudal anteriormente reseñado. El vasallo es, en este sentido, el soldado por excelencia. Soldado que combate a caballo, de ahí su nombre “caballero” para distinguirse del pueblo villano que sólo puede guerrear a pie. Bles inermis, inermis vulgus, bles inermis, son las expresiones medievales para referirse precisamente al pueblo villano. Con ellas se quieren indicar que no pueden combatir a caballo.


En esta distinción, lo que está operando es precisamente la estructura jerárquica y piramidal de la sociedad feudal. Una cosa es el caballero, otra cosa es el villano. Una cosa es el guerrero a caballo y otra cosa es el guerrero que solamente puede guerrear a pie. Esta distinción caballero-soldado, que las palabras latinas vasalus (vasallo) y miles (soldado) son empleadas indiferentemente, por ejemplo, en el siglo XI. Es lo que ocurre en La Canción de Rolando. Cuando Rolando en Donservalles en un momento de abandono quiere hacer sonar el olifanto, Oliveiro, su compañero, lo detiene con una palabra: “No sería vasallaje, es decir, no sería propio de un caballero, de un soldado.”


Ahora bien, si con vasallaje hemos visto aparecer la caballería, el caballero, el guerrero a caballo, con la caballería va a aparecer el ideal caballeresco. Es la gran creación del vasallaje. El ideal caballeresco expresa en el Medioevo los ideales de la nobleza y de las cortes medievales.


¿Qué es entonces ese ideal caballeresco? ¿Qué es entonces esa forma cultural creada por la caballería? En una sociedad como la medieval, perneada de cristianismo por todos sus poros, para fundamentar este ideal caballeresco se acude a las creencias religiosas. Esta creencia religiosa va a repercutir en el sentimiento caballeresco. Así, por ejemplo, el Arcángel San Miguel, famoso por sus hechos de armas, es para los caballeros medievales, su antepasado. Y la caballería no es otra cosa que la sucesión terrenal del ejército evangélico en torno al trono del señor. Por algo, para un caballero, San Jorge es su santo tutelar. Como San Jorge, el caballero debe arrostrar la furia del dragón, libertar la inocencia, hoyar la vencida tiranía, humillar el orgullo, vengar la virtud ultrajada. En esto vemos cómo la caballería está permeada de cristianismo. Pero, y quizás es lo más importante, en el ideal caballeresco (y por lo menos, si acudimos a las crónicas de la época, por ejemplo: Choastar, Chásterlet) en el ideal caballeresco podemos contemplar un doble aspecto. Teóricamente es un llamado a la virtud, a la gloria de las armas, al cultivo de lo bello y de lo bueno, es decir, el honor, la lealtad, la cortesía, la piedad, la gentileza, la valentía, el ascetismo, la decencia, la sencillez, la defensa de las viudas y desprotegidos, la justicia, la continencia, la compasión, el amor. Es, con ojos feudocristianos, el antiguo ideal griego de la kalós cagatía.


Como sabemos, para un griego, y para su concepto educativo, lo que ellos denominaban paideia, el ideal educativo, era la kalós cagatía, el cultivo de lo bello (kalós), el cultivo de lo bueno (agatós). Este cultivo de lo bello y de lo bueno sigue siendo para el medioevo un ideal. Pero ya no a la manera griega, sino a la manera caballeresca. La curtuas, cortesía, la prudomi, honestidad. Es todo lo que antes hemos reseñado: gloria, fama, honor, valor, ascetismo, amor, sencillez, probidad, rectitud, lealtad, empeño de la palabra, lealtad a la palabra empeñada, etcétera. Pero tras este ideal teórico, viene algo muy concreto: es que el ideal teórico no es ajeno a una práctica. Y en la práctica, tras lo teórico, el ideal, como lo anotan las mismas crónicas de Froasar y Chastelent, lo que ocurre son traiciones, envidias, crueldades, violencias, codicias. Como anota Huizinga en "El Otoño de la Edad Media", tras el ideal teórico de la curtuas y tras el ideal teórico de la prudomi, lo que se esconde en última instancia es una profesión de las armas muy rentable que ofrece en última instancia muchas ganancias.


Reseñada la aspiración del ideal caballeresco, tanto en su parte teórica como en su parte práctica, queremos entrar en otro aspecto de la caballería, literariamente ¿a qué da origen el ideal caballeresco? Aparecen entonces los cantares de gesta, El Mío Cid, La Canción de Rolando, la lírica de los trovadores. Esa caballería poética donde damas, caballeros, armas, amores, cortesía son líricamente poetizados en los libros de caballería. Tanto en los cantares de gesta como en la lírica de los trovadores, como en los libros de caballería, el protagonista es el perfecto caballero. El héroe cuyas acciones líricamente expresadas, poéticamente expresadas, caballerosamente expresadas, los hacen inmortales. Y con el héroe, la amada, la dueña de sus sueños y amores, es la figura del héroe por amor. Tras este ideal poéticamente expresado, el héroe por amor y de nuevo acudiendo a Huizinga, aparece una cosa importantísima: es el erotismo del ideal caballeresco. Hay que mostrar el valor, exponerse a peligros, sufrir, morir, todo por la dama de su amor. Y, sobre todo, culmen del heroísmo, hay que librarla del peligro mayor, el peligro de los peligros: que pierda su doncellez en manos de otro. Este motivo sexual-erótico, este conservar la dama para sí, poseerla, librarla de otros, es el fuego vital del caballero como héroe. De ahí los torneos caballerescos: la gran institución recreativa del ideal caballeresco. En ellos se lucha por la posesión y defensa de la amada, la cual regala a su combatiente cuando ha triunfado parte de su ropa, de su cabello o de su perfume. No sin razón, la Iglesia, tras este erotismo, condena precisamente los torneos. Los ve como adulterios o sexualidades.


Ahora bien, tras el aspecto literario del ideal caballeresco, históricamente su gran creación son las órdenes militares: Templarios, Sanjuanistas, Caballeros del Santo Sepulcro, etcétera. Estas órdenes militares quieren ser la encarnación de la nobleza de ánimo y espíritu del guerrero cristiano. Hacen votos como las órdenes monásticas (por algo se llaman órdenes militares) y tienen sus rituales de coro y misa. Su gran enemigo en el Medioevo va a ser el Islam. La lucha contra éste va a ser el soporte teológico de su constitución. Esto en lo teórico. En la práctica, como hemos anotado con el ideal caballeresco mismo, se convierten en grandes instituciones políticas y económicas, inmensas potencias financieras en constante juego de intereses políticos. Pero, tras esto, lo que está brillando, es esa gran gesta histórica de las órdenes militares, esa gran gesta histórica de la caballería, las cruzadas. La liberación de Jerusalén como gesto heroico y piadoso, dejando de lado sus incidencias políticas, económicas, sociales, responde adecuadamente al objetivo caballeresco. En ella, la liberación de Jerusalén, heroísmo y cristianismo se unen para que el perfecto caballero se inmortalice en sus acciones y luche contra islámicos y turcos, y el cristianismo, como el ideal de vida, predomine en Europa.


Pata terminar nuestra charla, entonces, sobre las relaciones de vasallaje, oigamos como, en la misma descripción de los medievales, se venía a consolidar estas relaciones a través del homenaje, el feudo y la investidura (es tomado de una crónica del medioevo): “El vasallo pide al señor feudal que le permita prestar homenaje y fe. Y con la cabeza descubierta, depuesto el bastón y la espada, se postra ante él, coloca sus manos en las del señor y dice: “Desde este día soy vuestro hombre y os consagraré mi fe por las tierras que de vos tengo”. Enseguida presta el juramento de fidelidad y extendiendo la mano en un libro sagrado, añade: “Señor, os seré fiel y leal, os guardaré en mi fe por la tierra que os pido, os tributaré lealmente las costumbres-tributos y los servicios que os debo si Dios y los santos me ayudan”. Entonces besa el libro pero sin arrodillarse ni ejecutar ningún acto de humildad [es un contrato bilateral] y el señor le da la investidura entregándole una rama de árbol, un puñado de tierra u otro símbolo, mediante al cual se significa la tierra concedida feudo y el vasallo se considera convertido en nombre del señor”. Esto, en el lenguaje propio de la época.


Y en una poesía en francés, del célebre trovador Eustaquio de Cham, aparece en verso los deberes del caballero. Se hace la traducción y en ese sentido la ausencia de rima se viene perfectamente notada:


Ustedes, que quieren la orden de la caballería,

Os conviene llevar nueva vida,

Devotamente en oración permanecer,

Combatir el orgullo y la tiranía,

Defender la iglesia, la viuda y el huérfano,

Ser ardiente y guardar al pueblo desprotegido,

Prudente, leal, sin tomar nada de otros,

Así debe ser el buen caballero.

Humilde de corazón, siempre trabajando,

Siempre dedicado a los hechos de caballería,

Leal, grande viajero,

Haciendo torneos y justas por su amada,

Siempre tendiendo al honor,

De ninguna manera desalentarse,

De ninguna manera dejar que sus obras caigan en la insignificancia,

En todo manifestar el valor,

Así debe el caballero gobernarse.

Él debe amar a su señor,

Y encima de todo debe mirar a quien ejerce la señoría sobre él.

Tener largueza, ser justiciero, prudente con los compañeros,

De ellos debe oír y de ellos debe aprender,

De todos comprender,

En todos sus actos manifestarse acabado,

Y como antiguamente, el rey Alejandro,

Comportarse según este modelo.

Así debe el buen caballero gobernarse.





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