PODEROSO CABALLERO ES DON DINERO MADRE YO AL ORO

HISTORIA DE UN PODEROSO CABALLERO EL DINERO UN INVENTO
Nº 57 SI DIOS ES TODOPODEROSO Y PROVIDENTE ¿POR
ORAÇÃO PELOS SACERDOTES DEUS TODO PODEROSO OLHA COM AMOR

ORACIÓN DE LOS FIELES CELEBRANTE DIOS PADRE TODO PODEROSO
PODEROSO CABALLERO ES DON DINERO MADRE YO AL ORO


PODEROSO CABALLERO ES DON DINERO
Madre, yo al oro me humillo,
él es mi amante y mi amado,
pues de puro enamorado
de continuo anda amarillo.
Que pues doblón o sencillo
hace todo cuanto quiero,
poderoso caballero
es don Dinero.

Nace en las Indias honrado
donde el mundo le acompaña;
viene a morir en España,
y es en Génova enterrado.
Y pues quien le trae al lado
es hermoso, aunque sea fiero,
poderoso caballero
es don Dinero.

Es galán, y es como un oro:
tiene quebrado el color;
persona de gran valor,
tan cristiano como moro;
que pues da y quita el decoro
y quebranta cualquier fuero,
poderoso caballero
es don dinero.

Son sus padres principales,
y es de nobles descendiente,
porque en las venas de Oriente
todas las sangres son reales.
Y pues es quien hace iguales
al duque y al ganadero,
poderoso caballero
es don Dinero.

Por importar en los tratos
y dar tan buenos consejos
en las casas de los viejos
gatos le guardan de gatos;
y, pues él rompe recatos
y ablanda al juez más severo,
poderoso caballero
es don dinero.

Nunca vi damas ingratas
a su gusto y afición,
que a las caras de un doblón
hacen sus caras baratas;
y pues hace las bravatas
desde una bolsa de cuero,
poderoso caballero
es don dinero.
         
Francisco de Quevedo

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Quién no sabe de amor vive entre fieras;

Quién no ha querido bien, fieras espante,

O si es Narciso de sí mismo amante,

Retrátese en las aguas lisonjeras.

Quien en las flores de su edad primeras

Se niega a amor no es hombre que es diamante;

Que no lo puede ser el que ignorante,

Ni vio sus burlas ni temió sus veras.

¡Oh, natural amor! Qué bueno y malo,

En bien y en mal te alabo y te condeno,

Y con la vida y con la muerte igualo:

Eres en un sujeto, malo y bueno,

O bueno al que te quiere por regalo,

Y malo al que te quiere por veneno.

Lope de Vega: Quien no sabe de amor











QUERER LA PROPIA DESDICHA


 Celos, que amor en las sospechas cría,




son de la paz una insufrible ausencia,




una solicitud y diligencia




que mueve la turbada fantasía.






   Son una indivisible compañía

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celos y amor, y aun pienso que una esencia,




pero con esta sola diferencia,




que celos son la noche, amor el día.






   Forzosos celos son, no son violentos;




apenas nace amor, cuando los llama,

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nadie puede entender sus movimientos,






   ninguno defenderse de su llama,




porque si son los celos pensamientos,




¿quién puede no pensar perder lo que ama?

LOPE DE VEGA

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Pedro Calderón de la Barca
(1600-1681) (Este es el soliloquio más famoso del drama español;.) LA VIDA ES SUEÑO

Sueña el rey que es rey, y vive
con este engaño mandando,
disponiendo y gobernando;
y este aplauso, que recibe
prestado, en el viento escribe,
y en cenizas le convierte
la muerte, ¡desdicha fuerte!
¿Que hay quien intente reinar,
viendo que ha de despertar
en el sueño de la muerte?

Sueña el rico en su riqueza,
que más cuidados le ofrece;
sueña el pobre que padece
su miseria y su pobreza;
sueña el que a medrar empieza,
sueña el que afana y pretende,
sueña el que agravia y ofende,
y en el mundo, en conclusión,
todos sueñan lo que son,
aunque ninguno lo entiende.

Yo sueño que estoy aquí
destas prisiones cargado,
y soñé que en otro estado
más lisonjero me vi.
¿Qué es la vida? Un frenesí.

¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño:
que toda la vida es sueño,





y los sueños, sueños son
l mismo don Quijote es, como se nos dice en el comienzo de la novela, “un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor”, caracterizado como miembro de un nivel inferior dentro de su categoría, empobrecido y aislado en la vida de aldea. Una de las cosas que le achacan a este hidalgo es, como dice Sancho, que se haya querido meter en el rango de los caballeros, superior al de los simples hidalgos, máxime teniendo en cuenta su pobreza (se ve pues la importancia del dinero, además de la nobleza):

Los hidalgos dicen que, no conteniéndose vuestra merced en los límites de la hidalguía, se ha puesto don y se ha arremetido a caballero con cuatro cepas y dos yugadas de tierra y con un trapo atrás y otro adelante. Dicen los caballeros que no querrían que los hidalgos se opusiesen a ellos, especialmente aquellos hidalgos escuderiles que dan humo a los zapatos y toman los puntos de las medias negras con seda verde

Caballeros de buen pasar se encuentran varios en el Quijote, unos urbanos, como don Antonio en Barcelona, otros rurales y dedicados a una vida de áurea medianía, como el Caballero del Verde Gabán, cuyo placentero discurrir evoca él mismo en un fragmento memorable:

Yo, señor Caballero de la Triste Figura, soy un hidalgo natural de un lugar donde iremos a comer hoy, si Dios fuere servido. Soy más que medianamente rico y es mi nombre don Diego de Miranda; paso la vida con mi mujer, y con mis hijos, y con mis amigos; mis ejercicios son el de la caza y pesca, pero no mantengo ni halcón ni galgos, sino algún perdigón manso, o algún hurón atrevido. Tengo hasta seis docenas de libros, cuáles de romance y cuáles de latín, de historia algunos y de devoción otros; los de caballerías aún no han entrado por los umbrales de mis puertas. Hojeo más los que son profanos que los devotos, como sean de honesto entretenimiento, que deleiten con el lenguaje y admiren y suspendan con la invención, puesto que déstos hay muy pocos en España. Alguna vez como con mis vecinos y amigos, y muchas veces los convido; son mis convites limpios y aseados, y no nada escasos; ni gusto de murmurar, ni consiento que delante de mí se murmure; no escudriño las vidas ajenas, ni soy lince de los hechos de los otros; oigo misa cada día; reparto de mis bienes con los pobres, sin hacer alarde de las buenas obras, por no dar entrada en mi corazón a la hipocresía y vanagloria, enemigos que blandamente se apoderan del corazón más recatado; procuro poner en paz los que sé que están desavenidos; soy devoto de Nuestra Señora, y confío siempre en la misericordia infinita de Dios Nuestro Señor (II, 16).

Familia campesina típica es la de Sancho Panza, labrador pobre, diferente de la modalidad del labrador rico, figura o categoría fundamental en la sociedad aurisecular, que protagonizará también muchas comedias como El alcalde de Zalamea de Calderón o El villano en su rincón de Lope: este labrador rico4 –básico en la estructura social–, está representado en el Quijote por personajes como Camacho, Haldudo o la familia de Dorotea, dueña de molinos de aceite, lagares de vino, colmenas y ganados sin cuento. Aunque Dorotea se califica de humilde en comparación con don Fernando, sabemos que es hija “del rico Clenardo”. También de Marcela se precisa que es la hija de “Guillermo el rico”:

este mi amo no es caballero ni ha recebido orden de caballería alguna; que es Juan Haldudo el rico, el vecino del Quintanar (I, 4). Fue creciendo la edad, y acordó el padre de Quiteria de estorbar a Basilio la ordinaria entrada que en su casa tenía; y, por quitarse de andar receloso y lleno de sospechas, ordenó de casar a su hija con el rico Camacho, no pareciéndole ser bien casarla con Basilio, que no tenía tantos bienes de fortuna como de naturaleza (II, 19). [Dorotea] –Deste señor son vasallos mis padres, humildes en linaje, pero tan ricos que si los bienes de su naturaleza igualaran a los de su fortuna, ni ellos tuvieran más que desear ni yo temiera verme en la desdicha en que me veo; porque quizá nace mi poca ventura de la que no tuvieron ellos en no haber nacido ilustres. Bien es verdad que no son tan bajos que puedan afrentarse de su estado, ni tan altos que a mí me quiten la imaginación que tengo de que de su humildad viene mi desgracia. Ellos, en fin, son labradores, gente llana, sin mezcla de alguna raza mal sonante, y, como suele decirse, cristianos viejos ranciosos; pero tan ricos que su riqueza y magnífico trato les va poco a poco adquiriendo nombre de hidalgos, y aun de caballeros (I, 28).

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