Tema 1: EL LIBERALISMO. IDEARIO, CORRIENTES Y LA OPOSICIÓN AL MISMO.
DEFINICIÓN Y CONCEPTO DE LIBERALISMO.
Generalmente se entiende por liberalismo es la teoría y práctica política que defiende la libertad de pensamiento, actuación y elección por parte de los individuos de una comunidad que tienen igualdad de derechos, deberes y oportunidades y cuya conducta está limitada por las leyes que aspiran a respetar el bien común. Por lo tanto es lo contrario al antiguo régimen.
Los orígenes del liberalismo hay que buscarlos en el pensamiento inglés de Hume y Locke, en la Ilustración francesa y en el liberalismo económico de Adam Smith.
La burguesía, como grupo social ascendente a finales del siglo XVIII y a lo largo del XIX, será quien mejor defienda esta ideología pues le va a ayudar a imponer sus intereses de clase tanto a nivel político (acceso al poder mediante el derecho al voto), como económico (libertad de comercio, industria,...), frente a las limitaciones y restricciones (propiedad social, limitaciones y control producción con estado y gremios, privilegios jurídicos, políticos y económicos) que imponía el modelo tradicional (rey, nobleza e iglesia) del Antiguo Régimen.
A nivel general, aunque siempre habría que establecer diferencias o variaciones según países, los principios básicos defendidos por el liberalismo son:
Soberanía nacional ejercida por el pueblo a través de sus representantes en las Cortes, aunque estos no sean elegidos por todos los ciudadanos, sino sólo por aquellos que posean unas determinadas rentas (sufragio censitario). Sólo, a finales del siglo XIX, comenzará a implantarse el sufragio universal masculino.
Constitución escrita y División o separación de poderes Ante la monarquía absoluta, se aboga por una monarquía limitada por la ley y parlamentaria en la que haya separación de poderes.
Igualdad impositiva y judicial ante la ley; si bien esta es incompleta pues no afectaba al derecho al voto.
Defensa de los derechos del individuo: libertad de pensamiento, de conciencia, de culto, de expresión, de reunión y asociación...
Separación Iglesia-Estado. Aboga por la neutralidad política de la Iglesia.
En materia económica defiende de la propiedad privada (se define como sagrada e inviolable), la libre competencia y la libertad plena en las actividades económicas. La economía se regula mediante la oferta y la demanda y la nula competencia o presencia del estado.
Estos principios se irán implantando en Europa desde finales del siglo XVIII, construyéndose así los nuevos regímenes liberales-burgueses, que ponen fin al Antiguo Régimen.
LA IMPLANTACIÓN DEL LIBERALISMO EN ESPAÑA: ETAPAS.
El liberalismo en España tiene lento y complejo desarrollo debido a la debilidad numérica y de riqueza de la burguesía aunque pretende correr un camino en paralelo o similar al de otros países europeos. Aunque existen precursores modestos (Picornell, Marchena, Malaspina, Cabarrús...) en el reinado de Carlos IV y José Bonaparte se deben fijar los inicios en el contexto de la Guerra de la Independencia y su fin en el fin del reinado de Isabel II, si bien en este proceso se van a dar importantes avances, pero también grandes retrocesos.
2.1. La guerra de la Independencia y las Cortes de Cádiz. (1808-1812).
La primera ocasión en la que los liberales españoles van a intentar implantar un nuevo modelo político, poniendo fin a las estructuras del Antiguo Régimen, va a ser en el difícil contexto de la guerra contra los franceses. El vacío de poder resultante va a favorecer la convocatoria de unas Cortes en Cádiz (ciudad burguesa y liberal, con mayoría v de diputados influidos o presionados por las ideas liberales dominantes) que tendrán como principal misión la redacción de una Constitución (división poderes, soberanía nacional, amplia declaración de derechos individuales) y otras leyes (abolición señoríos, desamortizaciones, supresión de gremios, eliminación Inquisición, libertad de imprenta...) que intentan fijar los principios básicos del liberalismo.
2.2. El reinado de Fernando VII. El Trienio Liberal (1820-1823).
Fernando VII vuelve a España, publicando el decreto del 4 de mayo de 1814, por el que se vuelve lisa y llanamente al absolutismo y al Antiguo Régimen. Los liberales españoles son depurados de oficios y funciones, reprimidos y encarcelados u otros muchos en el exilio o en la clandestinidad en sociedades secretas o en la masonería. Estos liberales intentarán mediante pronunciamientos militares acceder al poder. Uno de estos pronunciamientos, el del coronel Rafael de Riego en 1820, conseguirá que Fernando VII jure la Constitución de 1812, iniciándose así el llamado Trienio Liberal, durante el cual se implantará el programa reformista iniciado en Cádiz (soberanía nacional, división de poderes, monarquía constitucional, derechos individuales, abolición de los señoríos...). Durante este período se produce la escisión de los liberales en doceañistas (colaborar y ceder político con la monarquía) y veinteañistas (ningún poder legislativo al rey y soberanía nacional) que perdurará como base de la división liberal en la primera mitad del XIX.
Pero la obra del Trienio fue breve y en 1823 se produjo el retorno al absolutismo y los liberales fueron perseguidos nuevamente en España.
2.3. El reinado de Isabel II. (1833-1868).
El enemigo Carlista obligó a las clases dominantes a confluir y terminar de dar especifidad a los movimientos liberales de España que se van a encontrar dividido en dos grandes tendencias hasta 1854: los Moderados (absolutistas moderados y los antiguos liberales doceañistas) que encuentran refugio en el liberalismo doctrinario y los Progresistas (los antiguos liberales veinteañistas del Trienio), partidarios de un modelo liberal puro, radical sin concesiones al antiguo régimen y a la monarquía.
Entre 1833 y 1868 se produce la constitución del régimen liberal en España. Pero la creación del Estado liberal se hace con muchas dificultades y el liberalismo que se impone, a lo largo de casi todo el periodo, va a ser moderado y censitario (el llamado liberalismo doctrinario), respondiendo a los intereses de la oligarquía burguesa (la terrateniente, financiera especuladora y la comercial) en el poder. Además, uno de los rasgos propios de este periodo va a ser el parlamentarismo pretoriano o protagonismo militar en la vida política del país. No sólo porque muchos de los cambios de gobierno vendrán precedidos de pronunciamientos militares (solicitados por los notables o, por la reina), sino también por la presencia de militares como líderes de los principales partidos políticos (Espartero, O´Donell, Narváez, Serrano, Prim,...) o como jefes de gobierno y ministros. Debido a la debilidad de la burguesía y la solidez constitucionalista de los jefes militares.
Por otro lado se debe señalar el excesivo poder de la oligarquía (los partidos están formados por grupos de notables de las clases afortunadas) y la marginación política de la inmensa mayoría de la población (sufragio censitario muy restringido) que va a favorecer la aparición de una España oficial y otra real. Debiendo añadir el falseamiento electoral.
A pesar de estas dificultades en el largo e inestable (46 gobiernos) reinado de Isabel II vamos a asistir a una serie de cambios que dan forma al Estado liberal:
El fortalecimiento de la monarquía parlamentaria con división de poderes, defensa de los derechos individuales, soberanía nacional (aunque sea compartida con la Corona), derecho al sufragio... todos estos principios que aparecen recogidos en las distintas constituciones (1837, 1845 y la non nata de 1856).
La consolidación del pluralismo político con la aparición de partidos o grupos políticos (moderados, progresistas, Unión Liberal, Partido Demócrata).
Normas económicas para liberar la restricciones y limitaciones de la economía burguesa como el proceso de desamortización, la ley de ferrocarriles, supresión gremios, Mesta, Ley de Minas, prohibición de asociacionismo obrero...leyes de Banca, Bolsa, Sociedades
Cambios administrativos como la centralización y jerarquización del Estado y de la administración, la división provincial, la reforma de la Hacienda, la aprobación del Código Penal, del Código Civil, la creación de la Guardia Civil...
LAS DIFERENTES CORRIENTES DEL LIBERALISMO ESPAÑOL.
Hemos dicho que ya durante el Trienio Liberal irán conformándose distintas opciones que darán lugar a la formación de partidos o agrupaciones políticas diversas (partidos de notables o de élites), de los que los más importantes fueron los siguientes:
- Los moderados o doceañistas, como se les llamaba en el Trienio, plantearon un programa conservador:
Orden y autoridad fuerte: fortalecimiento del poder del rey y restricción de las libertades. Soberanía compartida. Iniciativa legislativa de la Corona y control del ejecutivo.
Rechazo de las reformas que pusieran en cuestión el principio de propiedad; veían el exceso de libertad como un peligro al poder ser utilizada por las clases populares. No obstante, tras las desamortizaciones realizadas por los progresistas, no trataron de devolver sus propiedades al clero o a los ayuntamientos.
Sufragio censitario muy restringido.
Designación de los ayuntamientos y instituciones locales por el gobierno central. Centralismo administrativo.
Supresión de la Milicia Nacional y sustitución por la Guardia Civil (1844)
Defensa de la confesionalidad católica del Estado.
Este
programa se concretó en la Constitución
de 1845, Ley
de Ayuntamientos de 1845
y Ley Electoral de 1846.
Fue el modelo político que se impuso durante casi todo el
reinado de Isabel II. Su apoyo social residía en las clases
altas del país: terratenientes, grandes industriales,
burguesía financiera y comercial, altos cargos del ejército.
Sus principales dirigentes fueron Martínez
de la Rosa, el
general Narváez,
Alejandro Mon y Francisco
Bravo Murillo.
- Los progresistas o, antiguos veinteañistas o exaltados, mantendrán hasta 1868 el siguiente ideario:
Limitación del poder de la Corona y soberanía nacional.
Ampliación del sistema de libertades (de culto, de asociación, de expresión.
Defensores de reformas radicales como la desamortización de los bienes eclesiásticos y de los ayuntamientos.
Ampliación del cuerpo electoral. Defienden un voto censitario pero más amplio.
Elección popular de alcaldes y concejales en los ayuntamientos. Descentralización administrativa.
Liberalismo económico y reducción de la protección arancelaria.
Constitución de un cuerpo armado de la buena burguesía, la Milicia Nacional, como garante de la constitución y de las libertades.
Los progresistas concentraron su apoyo social en las clases medias urbanas (pequeña y mediana burguesía): artesanos, tenderos, empleados, grados medios del ejército… Sus principales dirigentes fueron Espartero, Mendizábal, Madoz, Olózaga y Prim.
A lo largo del reinado de Isabel II y la regencia de su madre María Cristina solo estuvieron en el poder a pesar de la corona, mediante complots y pronunciamientos y durante breves períodos: 1835-1837, 1840-1843 y 1854-56 (Bienio progresista). La mejor concreción de su programa fue la Constitución de 1837.
- La Unión Liberal: En 1854 el general O´Donell fundará la Unión Liberal un partido que pretendía ocupar el centro político entre moderados y progresistas, aunque gobernó junto a estos en el inicio del bienio progresista (1854-56), más tarde lo haría con los moderados. Sus principales valedores serán los generales O´Donell, Dulce y Serrano.
- Partido Demócrata: Finalmente, hacia 1849 los progresistas sufrieron una escisión por su izquierda, naciendo el Partido Demócrata. Defendía el sufragio universal y la soberanía popular; el rey debía tener sólo un papel honorífico (de aquí se derivarán las tendencias republicanas posteriores que obtendrán bastante apoyo de las clases populares debido al desprestigio de la monarquía isabelina); defienden una asistencia social estatal y una amplia libertad de asociación y valoran mucho la igualdad real, además se tiñen (contacto masa obrera y campesina) de cierta inquietud social.
LA OPOSICIÓN AL LIBERALISMO.
Los defensores del absolutismo y de los privilegios del Antiguo Régimen se agruparán primero alrededor de Fernando VII (que conto con el apoyo exterior de la Santa Alianza e interior de la nobleza, el clero y la masa inerte, sobre todo campesinos, del país) que en 1814 con las instituciones del Estado y a partir de 1822 con la organización organizaron partidas realistas intentaron sostener las ideas del Antiguo Régimen. Estos voluntarios realistas están dirigidos por los privilegiados pero constituidos por campesinos que lejos de beneficiarse de las reformas liberales, salieron perjudicados (aumento de los impuestos, monetarización de los arrendamientos e impuestos, pérdida de ciertos derechos ancestrales,), lo que favoreció la conciencia campesina de que los liberales representaban los intereses de la ciudad frente al campo y su rechazo hacia éstos. Los herederos de estos agraviados serán Carlos María Isidro y los que defienden sus derechos los carlistas.
En el bando carlista se agruparon todos los que se oponían a la revolución liberal: pequeños nobles rurales, parte del bajo clero y muchos campesinos de determinadas zonas del país, muy influidos por los sermones de sus párrocos y para los que el liberalismo venía a suponer simplemente un aumento de impuestos. Todos estos grupos identificaron sus intereses con la defensa de los derechos al trono de Carlos Mª Isidro y los ideales que el pretendiente defendía, el absolutismo y el inmovilismo absoluto. Ya durante el final del reinado de Fernando VII, en torno a Carlos se habían agrupado los denominados "apostólicos", núcleo del absolutismo más intransigente.
El carlismo, como pronto se empezó a llamar al movimiento que apoyaba los derechos de Carlos de Borbón, tuvo fuerte influencia en Navarra, País Vasco, zona al norte del Ebro, y el Maestrazgo, en las provincias de Castellón y Teruel. Esta distribución geográfica debe de contemplarse en el contexto de un conflicto campo-ciudad. En la zona vasco-navarra, las ciudades como Bilbao, Pamplona o San Sebastián fueron liberales a lo largo de todo el conflicto, mientras que las áreas rurales eran carlistas. Lo que `permite valorar también la relevancia antiguos reinos y estados con instituciones propias.
El
programa ideológico-político del carlismo se podía
sintetizar en el lema “Dios,
Patria, Fueros, Rey”.
Estos son los principales elementos de su programa político:
Negación del Liberalismo. Oposición radical a las reformas liberales. Inmovilismo, mentalidad aristocrática, dogmática y antiurbana.
Defensa de la monarquía absoluta y del foralismo. Vuelta al medievalismo pactista
Intransigencia y tradicionalismo católico (inquisición y alianza trono-altar). Protección de los intereses de la Iglesia
Valoración del campo (agrarismo) y el mundo preindustrial (gremios y artesanos)
El carlismo perdurará provocando dos conflictos bélicos (incluso participa en la guerra civil) más a lo largo del siglo XIX, sin embargo, el triunfo y consolidación del régimen liberal en España era ya un hecho.
- La primera guerra carlista (1833-1839) se inició con el levantamiento de partidas carlistas en el País Vasco y Navarra, y pronto controlaron el medio rural, aunque ciudades como Bilbao, San Sebastián, Vitoria y Pamplona, permanecerán fieles a Isabel II y al liberalismo. La vacilación del gobierno permitió a los carlistas, con gran apoyo popular, organizar la guerra con el método de guerrillas, hasta que el general Zumalacárregui organiza un ejército en territorio vasco-navarro, y el general Cabrera unifica las partidas aragonesas y catalanas. Don Carlos entró en España y se puso al frente del ejército dirigiéndose hacia Madrid, objetivo que no consiguió. La muerte de Zumalacárregui en 1835 durante el sitio a Bilbao inició una reacción liberal. En 1836, el General Gómez realiza una expedición a lo largo de toda España, inicialmente pensada para alentar los focos carlistas del norte de la península. Gómez desatiende las órdenes del mando carlista e inicia una incursión por todo el territorio, sin ser detenido por el ejército isabelino. El general Espartero venció a las tropas carlistas en Luchana en 1836 y el último periodo del conflicto estuvo marcado por la iniciativa del ejército liberal al mando de Espartero y la división de los carlistas entre los partidarios de llegar a un acuerdo con los liberales, dirigidos por el general Maroto y los intransigentes, más cercanos a don Carlos y un radicalizado campesinado partidarios de continuar la guerra. Mediante el Convenio de Vergara 1839, los generales Maroto y Espartero firmaron la paz, y acordaron mantener los fueros en las provincias vascas y Navarra e integrar a la oficialidad carlista en el ejército liberal. Las partidas de los intransigentes dirigidas por Cabrera, continuaron la guerra en la zona del Maestrazgo aragonés hasta su total derrota en 1840.
- La segunda guerra carlista (1846-1849), más que una guerra civil fue una insurrección durante la Década Moderada, pues los carlistas seguían siendo la mayor fuerza opositora al liberalismo. Se centró en la zona de los Pirineos, en Cataluña “guerra dels matiners” y fue fácilmente sofocada. Su origen, al menos teóricamente, se debió al fracasar los intentos de casar a Isabel II con el pretendiente carlista, Carlos Luis de Borbón, que había sido pretendido por distintos sectores moderados de Isabel, singularmente Jaime Balmes y Juan Donoso Cortés y del carlismo. Sin embargo, Isabel II terminó casándose con su primo Francisco de Asís de Borbón.
- La tercera guerra carlista (1872-1876), se inició una vez destronada Isabel II, ya en el Sexenio Revolucionario. Beneficiados por el clima de libertad que introdujo la revolución de la “Gloriosa”, el carlismo había revivido como fuerza política. Pero la llegada de Amadeo de Saboya provocó la insurrección armada de una parte de los carlistas, mientras que otra facción constituyó una pequeña fuerza política opuesta a la nueva monarquía y con posiciones enormemente conservadoras. El pretendiente era Carlos VII, y el conflicto acabará con la definitiva derrota del carlismo, ya durante los primeros años del reinado de Alfonso XII. Los generales Martínez Campos y el general Fernando Primo de Rivera, derrotaron a los carlistas en Cataluña, Navarra y País Vasco. A partir de este momento, los carlistas se dividen y abandonan las armas definitivamente. Unos acaban reconociendo a Alfonso XII y se integran en el sistema. Otros que siguen a Nocedal, mantuvieron su ideología tradicional y antiliberal, y acabaron creando un partido, el partido carlista, que con cambios ideológicos importantes, ha llegado hasta nuestros días. Otros, se integraron en partidos nacionalistas del País Vasco y Cataluña.
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