LXI AL VER MIS HORAS DE FIEBRE E INSOMNIO

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LXI


Al ver mis horas de fiebre

e insomnio lentas pasar,

a la orilla de mi lecho,

¿quién se sentará?


Cuando la trémula mano

tienda, próximo a expirar,

buscando una mano amiga,

¿quién la estrechará?


Cuando la muerte vidrie

de mis ojos el cristal,

mis párpados aún abiertos,

¿quién los cerrará?


Cuando la campana suene

(si suena en mi funeral),

una oración al oírla,

¿quién murmurará?


Cuando mis pálidos restos

oprima la tierra ya,

sobre la olvidada fosa,

¿quién vendrá a llorar?


¿Quién, en fin, al otro día,

cuando el sol vuelva a brillar,

de que pasé por el mundo,

quién se acordará?



RIMA LXI BÉCQUER


Bécquer es un poeta que se encuadra en el movimiento literario conocido como Romanticismo, que se desarrolló durante la primera mitad del siglo XIX. Se trata de un movimiento surgido en el siglo XVIII en países como Alemania o Inglaterra, por lo que se puede afirmar que llegó de forma tardía a España. Además, Bécquer es considerado un romántico tardío en nuestro país, que compone sus obras en una época en la que el Romanticismo ya se hallaba completamente olvidado, incluso, como ya se ha apuntado, en España.

En este poema se puede apreciar una temática muy propia de este movimiento, a saber: la desolación total y absoluta tras una fase de amor esperanzado y desengañado, en este caso de Bécquer. Los poemas de desengaño amoroso dan paso a unos poemas en los que se puede constatar una especie de angustia existencial; esto se puede observar de forma palmaria en nuestro poema: Bécquer se encuentra completamente frustrado y desolado, y no halla ningún tipo de apoyo por parte de nadie. Este sentimiento lo proyecta hacia el momento de su muerte, cuando, según él, nadie llore ni sus circunstancias ni su ausencia posterior. Podemos, por tanto, concluir, con que el presente poema es tan sólo un desarrollo de los sentimientos angustiados del autor tras su fracaso amoroso; no se está hablando ni de sus funerales ni una tumba real, sino de un estado de ánimo absolutamente lastimoso de nuestro poeta.

Respecto a la métrica, podemos apreciar una composición de seis estrofas arromanzadas, muy del gusto de nuestro autor. Riman los versos pares en asonante, y los versos son octosílabos. Recordemos que los románticos suelen recurrir a la métrica de origen popular; es lo que hallamos aquí. Por otro lado, es de señalar que la rima aguda no es típica del verso tradicional castellano; Bécquer la usa para impactar, para alterar lo establecido en las normas y romper las reglas, como romántico que era.

En cuanto a la estructura, podríamos realizar la siguiente división: Las cinco primeras estrofas contienen la gradación ENFERMEDAD-MOMENTO PREVIO A LA MUERTE-EXPIRACIÓN-FUNERAL-ENTIERRO; un elemento por cada estrofa, distinto, es cierto, pero aludiendo siempre a la misma idea: la soledad. La última estrofa actúa como una especie de resumen de todo lo expresado con anterioridad: nadie se acordará de nuestro autor cuando haya muerto. Se resalta la singularidad de esta última estrofa con la repetición de la interrogación retórica o del pronombre “quién”. Asimismo, resulta más profundo y menos concreto el tema de esta última estrofa: “¿Quién se acordará de que estuve en el mundo?”

Podríamos distinguir los siguientes recursos estilísticos, aparte de la gradación general de las cinco primeras estrofas: Cabe señalar las interrogaciones retóricas presentes en todas las estrofas, a manera de colofón, con una estructura paralelística y con anáfora incluida del pronombre “quién”, con lo que se insiste en la desolación de nuestro poeta, que no encuentra a ese “quién” que le pueda ayudar. La anáfora de “cuando”, conjunción temporal, al comienzo de las estrofas 2, 3, 4 y 5 recalca la idea que se plantea de situar en el momento de la muerte unos supuestos acontecimientos. Podemos apreciar, igualmente, hipérbatos, tan del gusto de Bécquer, en casi todo el poema; sirva de ejemplo el siguiente pasaje: “al ver mis horas de fiebre e insomnio lentas pasar”. Otros recursos presentes son una metáfora en el verso 3: “A la orilla de mi lecho”; e igualmente en el verso 10: “de mis ojos el cristal”. Podemos observar epítetos en el verso 5 (“trémula mano”) o en el verso 17 (“pálidos restos”).

Podemos concluir con la idea de que este poema se encuadra claramente en la última etapa de las Rimas becquerianas, puesto que, tras unos poemas optimistas, llegamos, como ha quedado claramente analizado, a otros donde el pesimismo vital se ha hecho dueño del alma de nuestro autor sevillano.


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