AYUNTAMIENTO DE AZUQUECA DE HENARES E INSTITUTO DE LA

02 SESION ORDINARIA DE AYUNTAMIENTO H AYUNTAMIENTO
115 AYUNTAMIENTO DE TORRELODONES ( MADRID) (CP
29 SESION ORDINARIA DE AYUNTAMIENTO H AYUNTAMIENTO

AYUNTAMIENTO DE CASARICHE (SEVILLA) ALCALDÍA E D
AYUNTAMIENTO DE CÁCERES INSTITUTO MUNICIPAL DE ASUNTOS
AYUNTAMIENTO DE OLIVENZA (BADAJOZ) ANEXO I

Los hijos y las hijas de la violencia



Ayuntamiento de Azuqueca de Henares e Instituto de la Mujer de Castilla La Mancha. Centro de la mujer de Azuqueca de Henares. Revista “Nosotras Contamos”, nº 4, año 2.004




Los hijos y las hijas de la violencia.


En las dos últimas décadas se han realizado multitud de trabajos científicos sobre las repercusiones que tiene sobre las mujeres el padecimiento de la violencia de género en el ámbito doméstico. Menos numerosos son los estudios sobre las consecuencias que esta violencia tiene en las hijas y en los hijos de estas mujeres, con quienes siempre comparten las múltiples manifestaciones de la violencia que ejerce el agresor.


La exposición a la violencia de género en el ámbito doméstico también se ha demostrado causante de efectos negativos en la infancia, cualquiera que sea la edad de los niños y de las niñas que la padecen: diversos problemas físicos (retraso en el crecimiento, alteraciones en el sueño y alimentación, la disminución de habilidades motoras...), graves alteraciones emocionales (ansiedad, ira, depresión, baja autoestima, transtorno de estrés postraumático...), ciertos problemas cognitivos (retraso en el lenguaje, afectación en el rendimiento escolar...), numerosos problemas de conducta (escalas habilidades sociales, agresividad, déficit de atención-hiperatividad, inmadurez, agresividad, delincuencia, toxodependencias...). Estas alteraciones observadas, son superponibles al patrón descrito en las niñas y los niños que son víctimas directas de abusos. Por ello, se empieza a incluir dentro de los tipos de maltrato infantil al hecho de estar expuesto el menor a violencia de género en el propio hogar.


No es difícil entender que las alteraciones descritas se desarrollan a partir de las sensaciones y los sentimientos que en los niños y las niñas genera la violencia hacia la propia madre. Los menores presencian agresiones físicas o verbales, oyen disputas y golpes, o simplemente perciben los efectos de la violencia sufrida por sus progenitoras, incluso sin haber visto ni oído situaciones violentas en sus hogares. Los hijos y las hijas de las mujeres maltratadas viven con miedo (muchas veces con terror), se sienten desamparados e impotentes, y creen que pueden morir o ser heridos durante las agresiones a la que están expuestos, por lo que desarrollan posteriormente los síntomas del síndrome de estrés postraumático. La ansiedad que experimentan por el temor a sufrir daño o a que sus madres sean heridas, la tristeza al ver a éstas como víctimas de las agresiones, el estado depresivo por la creencia de que su situación es irremediable, el aislamiento en su entorno escolar y social para mantener en secreto su “problema”, la evasión mediante el alcohol o las drogas en el caso de los adolescentes, las reacciones agresivas como respuesta a la violencia vivida... son otras de las graves alteraciones emocionales y de conducta que padecen.


Los hijos e hijas de las mujeres maltratadas, están expuestos además a un peligro físico real por su proximidad en las agresiones, sobre todo de los más pequeños, sin olvidar que en numerosas ocasiones los menores son objetos directos de la violencia por parte del padre agresor. En España, desde 1997 se han contabilizado al menos 53 casos de niños y niñas asesinados por sus progenitores varones, algunos producidos durante el cumplimiento del régimen de comunicación y visitas que resolvió un juez o jueza en la sentencia de separación. También se contabilizan en la actualidad más de 150 menores secuestrados por sus padres varones no custodios, conllevando este tipo de acto violento para la mujer y para sus hijos graves consecuencias físicas y psicológicas para ambos, que en la mayoría de casos serán irreversibles.


Los padres pueden intentar mantener a sus hijos e hijas alejados de las escenas violentas, teniendo una relación aparentemente positiva con ellos. Pero en estos menores también se detectan las alteraciones físicas, psicológicas, cognitivas y conductuales descritas, pues la educación proporcionada por unos progenitores con una relación en la que predomina la violencia, es una educación deficitaria e inconsistente, y se añade que las alteraciones físicas y psicológicas que sufre la madre maltratada hace que ésta no pueda atender de forma adecuada las demandas y necesidades de sus hijos e hijas. También se ha objetivado que los progenitores violentos no suelen mostrar afecto ante sus hijos o tener comportamientos cariñosos con éstos.


Un tema importante desarrollado en numerosos trabajos de investigación, en relación con las consecuencias negativas a largo plazo, detectadas en los niños y las niñas víctimas de la violencia de género que ejerce su progenitor varón sobre sus madres y sobre ellos mismos, es el de la transmisión generacional de la violencia. Se ha demostrado que los hijos varones con mayor frecuencia maltratarán a sus parejas en su etapa adulta, y que las hijas serán con mayor probabilidad víctimas de violencia de género por parte de sus parejas. La facilitación y el refuerzo del aprendizaje de conductas agresivas se produce por la exposición continua a la violencia que ejercen sus padres contra sus madres, y ello en el mismo contexto donde se establecen además los lazos afectivos y emocionales que se desarrollan en el grupo familiar, mezclándose y confundiéndose entre sí. Estos niños y niñas es difícil que tengan oportunidades de aprender estrategias adecuadas, no violentas, para la resolución de conflictos, pues no pueden normalmente desarrollarse en otras dinámicas familiares diferentes a la que se ha establecido entre sus progenitores.


¿Se puede evitar que los menores expuestos a esta violencia en su hogar desarrollen las graves consecuencias negativas descritas? o dicho de otro modo ¿los hijos e hijas de las mujeres maltratadas pueden escapar de ser víctimas de este tipo de violencia? La respuesta es NO. Cuando estamos ante una mujer víctima de violencia por parte de su pareja, y es madre de uno o varios hijos o hijas, tenemos que ser conscientes de que tenemos ante nosotros/as a varias víctimas. Los hijos e hijas no han sido solamente testigos de la violencia, las alteraciones que presentan y que han sido objetivadas en los trabajos de investigación revisados en las últimas décadas no dejan lugar a dudas de que son efectivamente víctimas.


Y sólo considerando a estos niños y niñas como a víctimas que son, se podrán modificar y superar las alteraciones físicas, psicológicas, cognitivas y conductuales que padecen. Para ello es indispensable el proporcionarles un entorno libre de violencia, donde puedan entablar relaciones de afecto no violentas y obtener experiencias positivas acerca de ellos mismos. Es preciso elaborar programas de tratamiento psicológico específicos para estas víctimas, con el objetivo de recuperar sus lesiones psicológicas agudas y crónicas, y de fomentar habilidades sociales que les permitan resolver los conflictos interpersonales de forma no violenta.

No es posible conseguir la recuperación de estos hijos e hijas cuando no son considerados víctimas, sino simplemente “acompañantes” de sus madres en la huída que ésta hace de su pareja violenta. Se puede llegar así a la paradójica situación, avalada por la justicia, que obliga al menor a mantener contacto discontinuo e indefinido con su progenitor agresor.

Y el ciclo de la violencia así prosigue su curso...




Lola Aguilar Redorta – Médica Pediatra

Asociación de Mujeres Separadas y Divorciadas de Madrid




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