DISCURSO DEL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA NICOLAS SARKOZY EN

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Discurso del Presidente de la República, Nicolas Sarkozy, en Toulon – (1/12/2011)

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Existen tres formas de enfrentar la crisis.

La primera consiste en negarla. Explicar que no es grave, que la crisis no es sino un pretexto. Eso es mentir a los franceses y sentar las bases de catástrofes de las que Francia no logrará recuperarse.

La segunda consiste en optar exclusivamente por la austeridad, el rigor, la deflación. Sería la elección de la disminución de salarios y pensiones. Sería optar por cargar todo el peso de la crisis sobre el poder adquisitivo. Sería una caída en barrena, una elección que conllevaría el riesgo de hundir a la economía en la recesión e incluso en la depresión.

Otra opción es posible. La de abordar la crisis mediante el trabajo, el esfuerzo y el control de nuestros gastos. Es un ajuste por la parte alta. Es una elección que mantiene intacto el nivel de vida. Entre la disminución de las pensiones y el aumento del tiempo de trabajo, elijo la segunda solución. Entre ganar menos y trabajar más, estoy convencido de que la segunda solución es preferible a la primera, que la segunda es más justa y que nos permitirá salir de la crisis en lugar de agravarla. Es apostar por el esfuerzo, el trabajo; es de hecho la política que mantiene con constancia el gobierno.

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En primer lugar, necesitamos hacer frente a lo urgente, evitando convertirnos en presa de la especulación, eliminando la incertidumbre sobre nuestra capacidad de controlar el endeudamiento y de reembolsar nuestras deudas. De hecho, la incertidumbre nos hace pagar más por nuestra deuda.

Reduciendo nuestros déficits, disminuimos el dominio que los mercados ejercen sobre nosotros, seguimos siendo dueños de nuestro destino.

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Seamos conscientes de que si fracasamos en cambiar juntos las reglas de juego, el mundo corre el riesgo de perderse en el sálvese quien pueda y el proteccionismo, y estaremos abocados a la catástrofe, ya que entonces nos arriesgamos a volver a discurrir por el trágico sendero que tomó el mundo en los años treinta.

Hay una realidad que cada cual debe comprender, que cada cual debe aceptar: la soberanía no se ejerce si no es con los demás.

Europa no representa menos soberanía, sino más, ya que aumenta nuestra capacidad de acción.

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Alemania y Francia unidas significa una Europa en su conjunto unida y fuerte. Francia y Alemania desunidas significa una Europa en su conjunto desunida y debilitada. El próximo lunes recibiré en París a la canciller Merkel y juntos formularemos propuestas para garantizar el futuro de Europa.

Cada cual tiene su historia, cada cual arrastra sus heridas. Al hablar de la moneda, Alemania recuerda su historia. Debemos entenderla y debemos respetarla.

Cada cual tiene sus instituciones, su cultura política, su concepto de Nación. Uno es federal, el otro es unitario. Es necesario distinguir esta diferencia. Es necesario respetarla.

Francia y Alemania han elegido la convergencia. Nunca cuestionaré esta elección. Ello no significa que uno quiera ir a remolque del otro, ni que los dos quieran renunciar a su identidad hasta el punto de confundirse.

La elección de la convergencia no es la de la imitación sino la de las lecciones sacadas en común de sendas experiencias.
La elección de la convergencia es la del trabajo en común, la del esfuerzo compartido en pos de construir, en el corazón de la economía europea, una zona de estabilidad y de confianza que será el motor de la competitividad europea. Haré todo lo posible por que así sea.

Europa ya no es una elección. Es una necesidad. Sin embargo, la crisis ha revelado sus debilidades y sus contradicciones. Debemos repensar Europa. Debemos refundarla.

Y es urgente. El mundo no va a esperar a Europa. Si Europa no cambia a suficiente velocidad, la Historia se escribirá sin ella.

De ello están convencidos Francia y Alemania.

Europa necesita más solidaridad. Sin embargo, más solidaridad requiere más disciplina.

Es el primero de los principios de la refundación de Europa.

Ya que la solidaridad no debe ser un acicate de la dejadez.

Europa necesita más política. Y me refiero a una mayor responsabilidad política.

Europa sin política, Europa en piloto automático –aplicando únicamente y de forma ciega las reglas de la competencia y del libre intercambio- es una Europa que no puede hacer frente a las crisis. Es una Europa desarmada. Es una Europa que está condenada al padecimiento. Esta Europa no la queremos.

Europa necesita más democracia. Porque Europa es una empresa que no puede arribar a buen puerto sin sus pueblos. Porque si los pueblos desconfían de Europa, Europa se retraerá. Una Europa más democrática es una Europa donde son los responsables políticos los que deciden.

Más política es el segundo principio de la refundación de Europa.

La refundación de Europa no es avanzar hacia una mayor supranacionalidad. No consiste en reabrir viejas disputas entre los partidarios de la Europa de las naciones y la Europa federal.

Europa se refundará sacando de forma pragmática las lecciones de la crisis. La crisis ha empujado a los Jefes de Estado y de Gobierno a asumir crecientes responsabilidades debido a que en el fondo solo ellos disponían de la legitimidad democrática que les permitía tomar decisiones. La integración europea pasará por lo intergubernamental ya que Europa va a tener que realizar elecciones estratégicas, elecciones políticas.

En el seno de la zona Euro, nos compete decidir ahora avanzar sin miedo hacia más decisiones tomadas mediante mayoría cualificada.

Una Europa expuesta en todos los frentes, una Europa que no se protege frente a los dumping, una Europa que abre sus mercados sin exigir la reciprocidad por parte de sus competidores, una Europa que permite la entrada de productos de países que no respetan las reglas sociales o medioambientales, ya no es admisible. Europa debe negociar en pie de igualdad la defensa de sus intereses comerciales.

Una Europa que obliga a aplicar en el interior el principio de la libre circulación y que no controla sus fronteras exteriores, ya no es admisible. Debemos volver a pensar Schengen.

Una Europa que tolera el dumping social y el dumping fiscal entre sus Estados miembros, una Europa que soporta que las subvenciones –concedidas a ciertos miembros para ayudarles a recuperar su retraso respecto del resto- puedan servir para disminuir sus cargas e impuestos con vistas a una competencia desleal con el resto, ya no es admisible.

Europa no puede dejar a sus grupos industriales a merced de todos los predadores del mundo, por no permitirles reagruparse en nombre de una competencia mal entendida, Europa ya no puede ignorar la necesidad absoluta de una política industrial, para apoyar a nuestros diferentes sectores y nuestras exportaciones.

Europa debe defender su política agrícola común ya que en un mundo de recursos escasos, la seguridad alimentaria resulta un elemento esencial de la independencia.

Europa tendrá que tomar decisiones cruciales en las semanas venideras.
Dichas decisiones no pueden ser aquellas de los años ochenta.

La crisis es un acelerador.
La crisis es un desafío mayúsculo para Europa. El mayor desafío al que se ha enfrentado desde su creación, sin lugar a dudas.

No nos engañemos, Europa puede verse barrida por la crisis si no retoma el paso, si no cambia.

Pero en Europa, está la Europa de los 27 y la Europa del Euro.

En el epicentro de la crisis europea se sitúa la crisis del Euro. Es la más grave. Puede arrastrarlo todo. ¿Qué quedará de Europa si el Euro desaparece, si el núcleo económico de Europa se derrumba?

En el momento de optar por el Euro, nos dividimos entre partidarios del sí y partidarios del no. A cada cual le avalaban sus razones, sus argumentos, todos respetables.

Sin embargo, dicho debate ha quedado atrás. El Euro es una realidad. Su desaparición tendría consecuencias dramáticas para los franceses. Haría nuestro endeudamiento imposible de gestionar. El derrumbe de la confianza lo paralizaría todo. Los franceses se empobrecerían... No tenemos derecho a dejar que ocurra tal desastre.

Tomemos la crisis del Euro como lo que es: una crisis de credibilidad, una crisis de confianza.

No puede resolverse si no es restaurando la credibilidad, devolviendo la confianza.

Si queremos que el Euro sobreviva, no hay más elección: debemos exhibir una solidaridad sin fisuras ante todos aquellos que dudan de la viabilidad del Euro y que especulan sobre su estallido.

Debe quedar meridianamente claro que el conjunto de países de la zona Euro son solidarios los unos con los otros. Debe quedar meridianamente claro que lo que se ha hecho con Grecia, en un contexto muy concreto, no se repetirá más, que de ahora en adelante ningún Estado de la zona Euro quedará fuera de juego. Debe quedar absolutamente claro que en el futuro ningún ahorrador perderá un solo céntimo del reembolso de un préstamo concedido a un país de la zona Euro. Es una cuestión de confianza y la confianza lo condiciona todo.

Debe quedar claro que en dicha solidaridad sin fisuras se vuelcan incasablemente todos los Estados y todas las instituciones.

Es la razón de ser del Gobierno de la zona Euro, deseo de Francia, y que reunirá a los Jefes de Estados y de Gobierno para decidir juntos.

Es la razón por la que Francia ha propuesto la creación de un Fondo Monetario Europeo que será para Europa el instrumento de su solidaridad, que estará en disposición de acudir en auxilio de los países en dificultades. Dicho Fondo movilizará los recursos necesarios para ofrecer un cortafuegos frente a la especulación. Lo haremos permanente, lo reforzaremos y es mi deseo que le permitiésemos decidir, mediante mayoría cualificada.

Naturalmente, el Banco Central Europeo tiene un papel determinante que jugar. Se discute sobre lo que sus estatutos le permiten. No quiero entrar en esos debates. El BCE goza de independencia. Y así será. Estoy convencido de que frente al riesgo deflacionista que se cierne sobre Europa, el Banco Central actuará. Le corresponde a él decidir cuándo y con qué medios. Es su responsabilidad. Nadie debe dudar de que la asumirá y, de hecho, me congratulo de que ya haya empezado a hacerlo.

Esta solidaridad sin fisuras no es concebible sin una disciplina más estricta. Si queremos una mayor solidaridad, es necesaria una mayor disciplina presupuestaria. Debemos debatir juntos nuestras políticas presupuestarias, no para que sean homogéneas por doquier –cuando las situaciones son diferentes- sino para que converjan en lugar de alejarse unas de otras. Examinemos conjuntamente nuestros presupuestos. Establezcamos sanciones más rápidas, más automáticas y más severas para aquellos que no respeten sus compromisos. Reforcemos los dispositivos de prevención para que las derivas que hemos sufrido no se reproduzcan de nuevo. Cada país de la zona Euro debe adoptar una regla de oro que inscribirá en su ordenamiento jurídico el objetivo del equilibrio presupuestario. Francia debe adoptarlo. Lo ideal, si cada cual hiciese gala de responsabilidad, sería hacerlo antes de la Presidencial. De no ser así, habría que hacerlo inmediatamente después.

No puede existir una moneda única sin una convergencia de las economías. Si los desfases de nivel de vida, de productividad, de competitividad se radicalizan entre los países, antes o después, el Euro se mostrará demasiado fuerte para unos, demasiado débil para otros; y la zona Euro estallará.

Convergencia; este debe ser el santo y seña de la zona Euro.

Este proceso será irremediablemente largo y dificultoso.

Desde el comienzo de la crisis de la deuda, reconozcámoslo, Europa ha decepcionado. Falta de rapidez, falta de alcance, falta de fuerza. Llegan a mis oídos estas críticas. En ocasiones, he compartido la impaciencia de los observadores. Sin embargo, la tarea era de enorme dificultad. El Tratado de Maastricht demostró ser imperfecto. Preveía mecanismos de prevención, pero con grandes lagunas, sanciones, poco aplicadas, y ningún instrumento de emergencia.

Hemos tenido que reinventarlo todo, reconstruirlo todo, y hemos redescubierto que a veces nuestros conceptos de política económica o de unión monetaria han permanecido diferentes, a pesar de una década de vida en común.

Ahora, en una situación extrema, tras el largo camino que hemos recorrido, debemos volver a los esencial y reafirmarlo con solemnidad. Por ello, Francia batalla junto a Alemania por un nuevo Tratado.

Mayor disciplina, mayor solidaridad, mayor responsabilidad asumidas ante los pueblos; un auténtico gobierno económico. Esa es nuestra visión del futuro de la zona Euro y de la futura reforma de los Tratados.

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