LA DECONSTRUCCIÓN DE LA PINTURA DUVAN O LA INVENCIÓN








Currículo

La deconstrucción de la pintura

DUVAN O LA INVENCIÓN DEL MUNDO

Una de las funciones del arte, por lo menos desde la época moderna, es la de inventar el mundo, es decir, que el artista hace de demiurgo inventando – o creando – una nueva realidad, justamente a partir de la realidad – física o mental – ya existente.

En pocos casos se puede aplicar esta aseveración – en unos momentos de arte banal, repetitivo y trivializado -, como con Duván, que es todo lo contrario a esto, pues siempre ha trabajado con un rigor – y también con una pasión – sin fisuras.

Duván crea otra realidad, la de un arte que vive, poderoso, encima de la tela o del cartón – uno de sus últimos soportes -; hace de demiurgo creador y se reinventa. Nos propone una nueva realidad, que es aquello fundamental que pedimos al arte. Nos cautiva, nos emociona, es decir, no nos deja indiferentes.

Lo podéis comprobar en esta antológica. Aquí, fundamentalmente siendo el mismo, hay mil y un Duván. Duván lo es todo menos repetitivo, previsible, banal… Nunca deja de sorprendernos en su evolución.

Sobre él ya había escrito que su obra resume la historia del arte occidental, del Renacimiento a las vanguardias, del Barroco al expresionismo, del post-picassismo al conceptualismo. Como sucede a menudo – y lo digo con el riesgo de caer en el tópico – el arte que nos llega de América – y esto lo podemos aplicar también a la literatura – es a la vez Florencia y Macondo: todo lo que se ha recogido de la herencia occidental y de las pulsiones más salvajes, selváticas, barrocas, pero también más rompedoras y frescas que se atribuyen al nuevo mundo.

Este aspecto “selvático”, exuberante y hasta fastuoso – si se me permite la expresión – se confronta con el apaciguamiento doméstico, como se puede ver en los magníficos bodegones de la última hornada, en los cuales la épica se convierte en confort doméstico o canto a la convivialidad del café.

Contenido y forma; dos elementos de la obra de arte, que en la obra de Duván caminan perfectamente unidos. Formas que se rebelan contra la dicción clásica – sobre todo en la figura humana, y, particularmente, en los rostros – cromatismos a menudo exuberantes, amazónicos y rompedores y, a pesar de todo, una profunda armonía en la composición, el color y la forma. Esto sólo se consigue con un dominio de la técnica puesta al servicio de aquello que se quiere expresar: Duván rompedor, Duván clásico.

Una nota remarcable, que ya insinuábamos al principio, es que Duván nunca se ha dormido en un hallazgo – tal y como desgraciadamente es el caso en el arte contemporáneo -; él nunca se refleja o se complace en aquello conseguido, sino que se reinventa constantemente, a la búsqueda de nuevos horizontes. Duván lo es todo menos aburrido: como decíamos, siempre nos sorprende y, me atrevería a decir, nos azora.

Si ya nos sorprendió con las formas escultóricas que jugaban a un sorprendente trampantojo – como es el caso de la Silla de un parque público de Besalú-, rompiendo esquemas y cosas vistas – ahora nos vuelve a sorprender con sus pinturas caleidoscópicas.

Esta serie “Caleidoscopio” me parece una de las grandes aportaciones no solamente al corpus de la obra del pintor, sino al arte contemporáneo. Aspectos formales y expresivos que habían avistado el dadaísmo, el cubismo o el futurismo y otros movimientos de las vanguardias históricas, ahora tienen una realización que podríamos calificar de genial.

La composición se plantea como un movimiento rotatorio que nos empuja a una multivisión del cuadro, a partir de un vértigo equilibrado de composición en cruz y espiral. Aparecen rostros, o bien cuerpos, o fragmentos orgánicos, como ojos, manos, labios… puntuados con objetos – un teclado, un cable, un pez, un delfín, una fruta, un bloc…-. Todo el mundo, con sus pobladores, sus paisajes y sus objetos. Destaca el ponderado y excitante cromatismo, hecho de grises puntuados por otros colores fríos, como el azul y el verde, y notas cálidas o diferenciadas en naranja, lila, amarillo. Aparece también un rico repertorio de signos – flechas, líneas, círculos, esquemas geométricos-.

Igual que en la cocina contemporánea se ha hablado de “deconstrucción”, aquí asistimos a una deconstrucción pictórica. Aunque el gran público seguramente asimila esta palabra con Ferrán Adrià, ya que este término le fue propuesto con la finalidad de definir su revolución culinaria. Una revolución basada en nuevos platos que se inspiran en otros de tradicionales pero en los que sus ingredientes o componentes están separados, y tal vez reagrupados o “des-compuestos” y a los cuales se les da diferentes texturas, colores o temperaturas. El resultado es un plato de aspecto diferente pero que tiene el gusto del original.

Esto concuerda perfectamente con la propuesta de Duván: texturas, temperaturas, cromatismo, formas, des-composiciones o deconstrucciones al servicio de una armónica construcción final.

En la cultura académica y en la arquitectura- y esto nos acerca todavía más a la propuesta de Duvan-, deconstrucción o de constructivismo es un concepto que se usa en la filosofía contemporánea- a partir de Jacques Derrida, que lo acuñó-, la literatura y las ciencias sociales, y que significa un proceso por el cual el lenguaje de la filosofía adquiere un nuevo significado. En la arquitectura, se refiere a los edificios que rompen con el volumen único y la geometría ordinaria o convencional de la visión. De la filosofía a la arquitectura y la pintura, esta revolución conceptual se asimila a la posmodernidad.

Estas nociones se pueden aplicar perfectamente a estos Caleidoscopios de Duván: nos propone una deconstrucción de la visión, las formas, la composición y hasta los cromatismos. Todo descompuesto con la finalidad de obtener una nueva composición plena y contundente.

A pesar de que la composición rompe las reglas de la linealidad de la visión, el resultado global es de una armonía sorprendente, dentro de la cual el cuadro se nos aparece a la vez cerrándose hacia a dentro y estallando hacia fuera. La deconstrucción plástica, finalmente, se nos aparece como una construcción plena y contundente. Y tiene, por último, aquello que siempre nos ofrece Duván, y a la vez lo mejor que nos puede ofrecer el arte: no dejarnos indiferentes.


Jaume Fàbrega

Crítico de arte

(AICA-Asociación Internacional de Críticos de Arte)

2015



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tel- +34 972 225924






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