CAMPESINOS Y FARMERS DESARROLLO CAPITALISTA Y TIPO DE EMPRESA

24 AGRUPACIÓN POLÍTICA NACIONAL CAMPESINOS DE MÉXICO POR LA
CAMPESINOS Y FARMERS DESARROLLO CAPITALISTA Y TIPO DE EMPRESA
EJEMPLO NUMÉRICO EXPLICATIVO COMUNIDADES CAMPESINOS CONCEPTOS VALOR DEL

MINISTERIO DE ASUNTOS CAMPESINOS Y AGROPECUARIOS PRESENTACIÓN COMO
MOVIMIENTOS CAMPESINOS EN FRANCIA I EL CASO DE LA

CAMPESINOS Y FARMERS:

CAMPESINOS Y FARMERS:

DESARROLLO CAPITALISTA Y TIPO DE EMPRESA AGRARIA


José María Caballero

Economista

División de Análisis de Políticas

Grupo de America Latina; FAO

Roma, Septiembre 1984


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En 1951 me metí agricultor. Todavía mucha gente ordeñaba una o dos vacas para el consumo doméstico, pero la mayoría de los rebaños de entre 6 y 12 vacas de doble propósito ordeñadas a mano habían desaparecido. Los corrales de gallinas estaban vacíos; imposible competir con las granjas especializadas en huevos o pollos. Las esposas no disponían ya del dinero de los huevos y la crema de leche con el que acostumbraban a comprar comestibles y darse algunos caprichos, lo que tenía que salir del ingreso global de la empresa. Se veían en cambio mas libres para ir a trabajar a la ciudad. Del sacrificio de reses y toros, que antes se hacía en la granja., se ocupaba ahora el matadero-frigorífico de la ciudad... Una calurosa tarde de julio de 1954, mientras escardaba a mano patatas se me ocurrió que en el mismo pie cuadrado de tierra se podía producir mecanizadamente trigo suficiente para comprar las patatas. Desde entonces no hemos vuelto a cultivar patatas. Vendimos la vaca lechera cuando calculamos que su cuidado llevaba más tiempo que engordar cien toros. Todavía tenemos un huerto, pero es más un jardín ornamental, con flores que parte de nuestra subsistencia.


Robert A. Rohwer (científico social y agricultor en Iowa)


1. - Introducción


El estudio de la empresa agrícola comercial familiar encuentra de inmediato dos barreras que debe comenzar por romper. La primera es teórica, la segunda ideológica.

El estatuto teórico de este tipo de empresa es más complicado que el de cualquier otra; muestra casi todos los atributos de la empresa capitalista, pero le falta uno tradicionalmente considerado esencial: reposar en el uso de trabajo asalariado. Por la experiencia industrial estamos acostumbrados a asociar revolucionarización tecnológica y alta capitalización con producción en gran escala y trabajo asalariado. Cuando llegamos a la agricultura nos encontramos con sectores dentro de ella --absolutamente dominantes en Europa y, Norteamérica- donde la producción de pequeña escala y base familiar coincide con altas relaciones capital-producto, capital-trabajo y producto-trabajo.

Surgen de aquí varias preguntas: ¿Es la empresa familiar moderna una institución capitalista o simplemente una modalidad de empresa


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campesina?¿Por qué en los países de capitalismo maduro --y sobre todo en Estados Unidos y Canadá- la capitalización modernización de la agricultura se han producido a través de la empresa familiar, o sea en forma tan distinta a lo sucedido en la industria? muestran acaso aquí estos países el ‘espejo de su propio porvenir’ a los de industrialización tardía, como los latinoamericanos? ¿Es la expansión y consolidación de la agricultura familiar moderna sólo una fase pasajera en la modernización capitalista de la agricultura o se trata de una forma capitalista acabada destinada a permanecer?

La dificultad ideológica procede del romanticismo populista que acostumbra a envolver el estudio de la agricultura familiar. Lo encontramos, con signo izquierdista, en la tradición de raíz narodniki, postulando a la aldea campesina como base de construcción del socialismo, y, con signo derechista, en la tradición de raíz fundamentalista jeffersoniana, proponiendo la empresa agrícola familiar como bastión de valores individualistas y puritanos.

No es difícil reconocer estos ropajes ideológicos en las discusiones sobre desarrollo agrícola en America Latina. Aparecen, por ejemplo, en los debates entre ‘campesinistas’ y ‘anticampesinistas’ sobre la importancia actual y la posibilidad de sobrevivencia o no a largo plazo del campesinado; o cuando, en el contexto de planes de reforma agraria, colonización o desarrollo rural integrado, se alaban las virtudes de la agricultura familiar 'viable’ frente, por ejemplo, a las cooperativas; o cuando Thedore Schultz (1964) fantasea, en base al trabajo de Sol Tax (1963), en torno a la racional habilidad en la asignación de recursos de los indígenas guatemaltecos.

Contribuye también a cargar ideológicamente el debate el hecho de que la persistencia y vigor de la agricultura familiar en los países capitalistas maduros es a veces interpretada como prueba de la falsedad de la ‘predicción marxista’ sobre la desaparición de la pequeña producción debida a la superioridad de la gran empresa agrícola.

Este trabajo aborda algunas de las preguntas teóricas formuladas más arriba. Al intentar responderlas, he aprovechado, de paso, para discutir algunas de las interpretaciones ideológicas más comunes del fenómeno de


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la agricultura familiar.

El trabajo tiene tres partes. En la primera discuto la distinción entre empresa familiar campesina y capitalista. La segunda trata sobre la relación entre empresa familiar transformación capitalista de la agricultura, utilizando como referencia las agriculturas farmer americana y europea. Se discute, en este contexto, la visión de Marx sobre el futuro de la agricultura familiar. En la última parte hago algunos comentarios generales sobre el presente y futuro de la agricultura farmer en América Latina y comparo, a grandes rasgos, el proceso latinoamericano con el europeo y norteamericano.

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2. Empresa familiar campesina y empresa familiar capitalista


La explotación campesina, y la farmer comparten el ser empresas familiares, o sea donde el grueso o al menos una parte significativa del trabajo lo realiza la familia. Basta a muchos autores esta característica para agrupar a ambos tipos de explotación en la categoría 'empresa familiar', contrapuesta a 'empresa capitalista', que se define como aquella, -donde la parte más importante del trabajo es asalariada. Ya en 1929, Sigmund von Frauendorfer, del Instituto Internacional de Agricultura, alemán conocedor de las agriculturas europea y estadounidense, al comparar la empresa familiar europea, más campesina, con la de Estados Unidos, más farmer, escribía:


Las posibles diferencias entre ambas pueden explicarse como gradaciones o variantes de una misma categoría económica.

La característica específica de esta categoría es que el trabajo físico es realizado por el propietario; cualquier otro aspecto es sólo una característica secundaria (1929: 642)


Más recientemente, Kostas Vergopoulos (1977), por ejemplo, trata como campesina a toda la agricultura familiar francesa contemporánea sin distinción. En Italia, los autores, por ejemplo, que se han ocupado del 'dualismo estructural' de la agricultura italiana 1/, consideran también implícitamente como campesina a toda la agricultura familiar, el dualismo es entre ésta y la que utiliza significativamente trabajo asalariado, considerada capitalista.

Desde un punto de vista práctico --el del análisis por ejemplo de datos censales- es útil esta separación de la agricultura capitalista a partir de la utilización significativa de trabajo asalariado; ésta es una variable fácilmente observable sobre la que suelen además existir registros estadísticos. Existen también, por supuesto, formidables razones teóricas: el trabajo asalariado libre es, qué duda cabe, la característica más destacada del modo capitalista producción. No puede, en cambio, justificarse desde un punto de vista teórico la suma sin distinción de campesi-


1/ Ver, por ejemplo, los trabajos de Enrico Pugliese y Massimo Rossi, Marcello Gorgoni, y Vicenzo Cosentino y Michele De Benedictis en Bertolini y Meloni (1978).


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nos y farmers ignorando sus diferencias. Mas aún, es posible argumentar que la empresa comercial familiar moderna, o sea farmer, puede con más propiedad considerarse capitalista que campesina, aun cuando sólo emplee trabajo familiar y sea una empresa capitalista sui generis. En esta dirección apuntan las observaciones de muchos conocedores directos de la agricultura familiar. En Estados Unidos, por ejemplo, la Comisión para la Vida Rural nombrada por Teodoro Roosvelt comentaba ya en 1909' la


evidente distinción entre las granjas manejadas activamente como negocios y las que sirven sólo como albergue de familias pobres e impotentes. Al aplicar medidas correctivas --decía la Comisión- debemos distinguir estas dos clases de gentes. (Brewester, 1979: 65)


Peter Dorner, excelente conocedor de la agricu1tura familiar del Mid West americano, afirma que


las 'granjas familiares’ de hoy son radicalmente distintas de las de hace cuatro décadas; tanto es así que en términos sociales, políticos y filosóficos el concepto de agricultura familiar ha perdido gran parte del significado que traía implícito desde el siglo diecinueve. (1977: 20)


Tal mutación en la agricultura familiar ha llevado -como observa Brewester- a la modificación de la definición oficial de granja familiar. Mientras la vieja definición jeffersoniana ponía énfasis en la propiedad (en vez del alquiler) y la capacidad de la familia para atender a su propia subsistencia, la definición del USDA vigente en los 40 ponía énfasis en la capacidad para dar empleo adecuado a toda la familia y proporcionarle ingresos suficientes, y la vigente actualmente pone énfasis en la gestión y en el riesgo, siempre sin salirse del marco de la agricultura familiar definida por la contratación de menos de 1.5 hombres-año, que es el promedio de la fuerza laboral familiar por finca.

Son dos, a mi juicio, las razones de fondo que distinguen a la empresa campesina de la farmer.

La primera es que el grado de capitalización (medido, sobre todo, por la relación capital-trabajo) establece una diferencia fundamental. Una empresa altamente capitalizada –tipo farmer- tiene, por fuerza, una relación muy distinta con la naturaleza y con la sociedad que otra poco capítalizta --tipo campesina. Con la naturaza porque el proceso de trabajo, aun


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cuando se trate de la misma producción, será completamente distinto: el ritmo de trabajo, su intensidad, la relación entre el tiempo de trabajo y el de producción, la secuencia de operaciones, la proporción entre el trabajo de diseño y el de ejecución, todos los componentes, en suma, del proceso de trabajo cambian con la. Y cambia también la relación con la sociedad, en la medida en que una alta capitalización implica una dependencia distinta y mayor de la división social del trabajo: mayor dependencia del mercado de factores, capitales y probablemente productos e incluso bienes de consumo; mayor dependencia, también, de servicios técnicos, contables y legales; posiblemente mayor especialización productiva; y así sucesivamente.

Una ilustración de lo anterior son los efectos que la capitalización de las granjas norteamericanas (en forma sobre todo de mecanización) tuvieron sobre un fenómeno propio de la empresa familiar popularizado por Chayanov (1966) con el nombre de ‘diferenciación demográfica’.

Dorner, que estudió la relación entre tamaño de la empresa y ciclo de vida familiar en las granjas lecheras de Wisconsin en los años sesenta, encontró marcados cambios en relación al pasado. Estudios de los años cuarenta habían establecido una clara y fuerte tendencia del tamaño de la empresa a adecuarse A la disponibilidad de mano de obra familiar.

Al llegar el granjero a los cincuenta años de edad el tamaño decrecía si no tenía hijos que le ayudasen. Veinte años más tarde


los granjeros que no tenían hijos eran capaces de mantener el tamaño de la empresa (medido por el del hato lechero) hasta alrededor de los 60 años. La tecnología mecánica había disminuido la dependencia del trabajo duro, físico. (1977: 13)

La segunda razón para distinguir la empresa campesina de la farmer es que, aunque se trate en ambos casos de empresas familiares, las familias en cuestión son distintas, y es distinta también la relación entre familia y empresa. En primer lugar, el propio número de miembros trabajadores seguramente difiere. En Estados Unidos, como indicamos, el promedio está alrededor de 1.5, mientras que en comunidades de la sierra peruana, por ejemplo, es, en cambio, alrededor de 3.6 (Figueroa, 1981: 32). La división del trabajo dentro de la familia diferirá seguramente también. La relación entre los miembros de la familia farmer es probablemente menos autoritaria, y los derechos de la esposa e hijos estarán mejor establecidos, que en la familia campesina, seguramente mas patriarcal. Así mismo, tanto


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por razones objetivas corno subjetivas, la valoración del trabajo familiar será distinta. Objetivamente, porque, como veremos mas adelante, los mercados de trabajo están probablemente más desarrollados y hay menos desempleo involuntario allí donde la agricultura es de tipo farmer, por lo que los salarios de mercado reflejarán más directamente el costo oportunidad del trabajo invertido en la finca. Subjetivamente, porque los niveles de ingreso más altos hacen que se valore mas el 'ocio’, que suele comportarse como un bien superior. El ‘derecho al ocio’ de los miembros dependientes de la familia, o a ocupaciones competitivas, como el estudio en el caso de los hijos, estará probablemente también más afirmado en la familia farmer. Una hipótesis como la de Georgescu-Roegen (1960), de costo oportunidad cero de la mano de obra familiar, podría tener algún fundamento como aproximación en una agricultura campesina muy pobre y superpoblada, pero nunca podría tener cabida en una agricultura farmer.

Es de esperar, igualmente, en la agricultura farmer mayor separación entre familia y empresa. Un aspecto de ello es el papel antes ilustrado de la mecanización en aislar la trayectoria de crecimiento de la empresa de la de la familia. Ciertos desarrollos importantes en países donde domina la agricultura familiar, como, por ejemplo, la extensión de la seguridad social a los trabajadores independientes en la agricultura, que existe en casi todos los países de la OCDE, en algunos de los cuales, inclusive, como Finlandia y Noruega, gozan de vacaciones anuales retribuidas (ver Baldock y Hines, 1983: 24-7), han tenido también gran impacto en esta dirección. Las alteraciones en el ritmo de vida y trabajo de la familia, tan marcadas -en la agricultura campesina, donde la familia debe plegarse al ciclo agrícola, aparecen mucho más amortiguadas en la empresa farmer. Aquí, el desarrollo tecnológico que acompaña la capitalización logra regularizar, al menos hasta cierto punto, el ritmo de trabajo.

Si pasamos ahora a otro nivel de análisis, el de la racionalidad del comportamiento económico, podemos postular que campesino y farmer tienen formas de Cálculo económico distintas. Esta diferencia tiene grandes consecuencias prácticas pues determina distinta formación del precio de oferta y, en general distinto comportamientos, frente a cambios en los mercados. Las consecuencias teóricas son también importantes, ya que es en definitiva el tipo de cálculo utilizado lo que permite decidir si la


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empresa farmer puede o no considerarse capitalista.

Lo que caracteriza el cálculo económico de la empresa campesina no es la ausencia de contabilización monetaria, que podrá o no existir según el grado de mercantilización en el caso particular, ni la ausencia de un comportamiento maximizador, que parece más adecuado postular en vez de otro puramente rutinario o reproductivo; lo importante es la ausencia de aparición del ingreso neto o valor agregado de la empresa en los componentes capitalistas ‘salario’ y ‘ganancia’. Coinciden aquí Marx y Chayanov.

En el cálculo económico del campesino – a diferencia del del capitalista- los recursos no aparecen como un capitalista que, en cuanto tal, puede aspirar a obtener una retribución, una ganancia. Para el campesino, sus recursos aparecen como un campo de aplicación de su propio trabajo. Lo que obtiene como ingreso neto es para él una retribución a su trabajo, retribución que será naturalmente mayor o menor según que aquél se haya visto o no potenciado por mayores o mejores recursos.

En el cálculo capitalista, en cambio, capital y trabajo aparecen como dos factores distintos. El capital adelantado por el capitalista, lo es para obtener una ganancia: el trabajo supuesto por el obrero, para obtener un salario. El capital, que por definición es móvil, abandona la actividad particular en busca de otra sino obtiene una ganancia adecuada.

Eh algún lugar entre los dos extremos anteriores de cálculo económico se sitúa la empresa familiar comercial moderna. Creo posible postular que estará a menudo más próxima al extremo capitalista que al campesino, debido tanto a las condiciones mismas de esta empresa como a las de su entorno social y económico. Ello, en efecto, dependerá de que el grado de capitalización de la empresa, de desarrollo de los mercados que la circundan, y de absorción osmótica de las formas de gestión y métodos contables e impositivos capitalistas 1/, sean tales que conduzcan al empresario a considerar independientes la retribución a su trabajo y a sus recursos, y ver


1/ Esto puede ser de gran importancia. Si en su contabilidad, quizás por razones fiscales, el agricultor independiente se acostumbra a imputar un salario a su trabajo y comprar el beneficio neto de este salario, ha dado un gran paso para hacer esa separación en la práctica.


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al conjunto de éstos no como objetos útiles sino como masa de capital capaz de aspirar autónomamente a una retribución. Que el empresario razone o no así, no es cuestión de psicología sino de historia o, dicho más propiamente, será consecuencia de la modelación que la historia -del desarrollo de los mercados, la acumulación, las clases- ejerce sobre la psicología empresarial. No hay nada, por tanto, misteriosamente –ontológicamente, si se quiere- distinto entre el caculo del campesino y el del farmer. Son sólo productos de distintas condiciones de mercados, acumulación, etc. Con el tiempo, el primero puede llegar a convertirse en el segundo -pero difícilmente al revés- si las circunstancias cambian. O los dos pueden convivir en la misma sociedad, pero enfrentando cada cual circunstancias distintas; es precisamente en esto en lo que consiste la desigualdad del desarrollo capitalista.

La racionalidad interna de la empresa, su tipo de cálculo, no es siempre fácilmente observable, aun cuando pueda dar lugar a predicciones positivas sobre el comportamiento de la misma, por ejemplo en relación a la curva de oferta. Más fácil es observar las características estructurales de la finca: tamaño, capitalización, volumen comercializado, tipo y cantidad de trabajo empleado, etc. En la medida en que tales características determinan el tipo de racionalidad económica, pueden servir como proxy para caracterizar como capitalista o no la empresa agrícola. Si en el contexto de economías de mercado, me pidiesen señalar un solo criterio para distinguir fincas capitalistas y no capitalistas, elegiría el grado de capitalización (medido por la relación capital-trabajo y ajustado según el tipo de cultivo o crianza) con preferencia al volumen de trabajo asalariado.

Creo que así me equivocaría menos.


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3. Transformación capitalista de la agricultura y empresa farmer


Abordaremos ahora otra de las preguntas planteadas en la introducción: ¿Por qué en los países de capitalismo maduro -y sobre todo en Estados Unidos y Canadá- la capitalización y modernización de la agricultura se han producido a través de la empresa familiar, o sea en forma tan distinta a lo sucedido en la industria?

Antes de entrar a dar una respuesta detallada es preciso señalar que en la mayor parte de la cadena agroalimentaria -la que se refiere a la producción de insumos, la financiación y prestación de servicios técnicos a la producción, y el procesamiento, comercialización, almacenamiento y transporte de productos- el proceso de transformación ha seguido un camino típicamente capitalista, o sea caracterizado - como en la industria- por la centralización del capital, el desarrollo de la producción en masa y la gran empresa, y la proletarización.

En los países a los que nos estamos refiriendo -y esto parece ser una característica propia del desarrollo capitalista -la transformación de la agricultura ha ido acompañada por la reducción cada vez mayor del número de funciones productivas realizadas por la finca. En lugar de promover la gran finca-factoría o la gran plantación agroindustrial, donde agricultura, industria y comercio se integran verticalmente en una división técnica del trabajo, el proceso histórico ha favorecido la división social del trabajo y la, separación comercial entre la producción o crianza directas y los demás eslabones de la cadena agroalimentaria.

Lo que debemos, por tanto, averiguar es por qué en la producción agraria directa, o sea en el trabajo mismo de la tierra y la producción animal, el desarrollo del capitalismo agrario se ha producido a través de la empresa familiar y no de la gran explotación capitalista. Para investigar esta cuestión la he des glosado en tres preguntas interdependientes, a las que intentaré responder:


1) ¿Por qué en la competencia entre fincas, la finca familiar ha podido resistir e incluso aventajar a la gran explotación?

2) ¿Por qué la proletarización en la producción agrícola directa es mucho más parcial y limitada que en la industria?


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3) ¿Por qué el gran capital no entra en la producción agrícola directa?


Competencia entre fincas.


Cuatro razones explican, a mi juicio, la capacidad competitiva, o sea de resistencia y transformación, de la agricultura farmer en los países de capitalismo maduro.

1) Tamaño. El tamaño promedio de las fincas familiares varía ciertamente mucho según países, regiones, tipos de tierras y tipo de producción, pero es en general bastante grande, y tiende constante y universalmente (en estos países) a crecer desde hace al menos cuarenta años. Así, según el censo agrícola de EEUU de 1974 (USDC; 1978), el tamaño promedio de las fincas estadounidenses era 416 acres, o sea 168 hectáreas. En Canadá es todavía mayor: 553 acres (224 ha.) en 1977 (Swan y Weisgerberg, 1981: Cuadro 1).

Los tamaños en Europa son menores (aunque la producción en promedio más intensiva, con una productividad por ha. mucho mas elevada que en EEUU), pero suficientes para la realización de una agricultura moderna. Para el conjunto de la CEE, el tamaño promedio de tierra útil de las fincas full--time en 1975 era 26 has, con un máximo de 58 has. en el R.U. (134 en Escocia) y un mínimo de 11 has. en Italia.

En el contexto de un dinámico mercado de tierras, como el que existe, en estos países, las fincas familiares han tenido una gran capacidad de expandirse, mediante la compra-venta o el arrendamiento, en respuesta a los estímulos del mercado o a los cambios en la tecnología. Así, entre 1931 y 1976 el tamaño promedio de las fincas en EEUU y Canadá se multiplicó por cerca de tres. En todos los países de la CEE el tamaño promedio de las fincas ha crecido desde después de la guerra y continúa la tendencia a crecer. El importante papel jugado por el mercado de arrendamientos en la adaptación de tamaño de las fincas se comprueba en que el tamaño promedio de las fincas part-owner (o sea, donde parte está en propiedad y parte arrendada) es mucho mayor que el de las fincas puramente owner, y en la tendencia del número de aquéllas a crecer al menos como proporción del total de fincas.


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En suma, las fincas familiares de estos países son en promedio suficientemente grandes como para aprovechar las economías de tamaño presentes en la producción directa. Aunque funciones (procesamiento, almacenamiento, transporte, etc.) donde el tamaño óptimo es mucho mayor, han ido progresivamente abandonando el campo de acción de las fincas.

Hay ciertamente mucha dispersión estadística en torno al tamaño promedio, y un gran sector, mayoritario, de fincas pequeñas. Dentro de éstas, una considerable proporción está constituida por explotaciones intensivas (dedicadas, por ejemplo, a la crianza de aves, el engorde de cerdos o la producción hortícola) donde la relación capital-tierra es muy alta y el tamaño físico lógicamente menor. Estas fincas no pueden considerarse pequeñas desde un punto de vista económico. De las restantes, la parte más numerosa sobrevive porque la familia combina la agricultura con otros empleos. El fenómeno del part-time farming ha tenido, en efecto, un crecimiento espectacular en Europa y Estados Unidos en los últimos treinta años 1/. Hay otra parte, finalmente, de las fincas que tienen escasa viabilidad, y cuyos propietarios abandonan progresivamente la agricultura, mientras las tierras son absorbidas por otras fincas. Este proceso de disminución -por lo general muy rápido- del número total de fincas, al tiempo que aumenta (siempre en términos relativos y con frecuencia también absolutos) el de fincas grandes, se observa tanto en EEUU como en los países de la CEE.

Las proyecciones hechas por el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos para el año 2000 (Lin, Coffman y Penn, 1980) prevén una distribución bimodal de las fincas, tanto en lo que hace al tamaño físico como al volumen de ventas. Manteniéndose el carácter familiar de las explotaciones, éstas se distribuirán –según se anticipa- en dos grandes grupos; uno con tamaño promedio grande y agricultores full-time con prósperos ingresos agrícolas; otro de agricultores part-time, con fincas pequeñas, para los cuales la explotación agrícola es el complemento de otros

1/ En 1980, en EEUU, de los 56 billones de dólares que constituyeron el ingreso familiar total de las familias conductoras de fincas, 36 billones (o sea, el 64 por ciento) correspondió al ingreso generado fuera de la finca (USDA, 1981).


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ingresos. Fuera de estos dos grupos no se prevé la existencia de ninguno otro importante.


2) Subvención Estatal de Costos Fijo. Los grandes costos fijos en infraestructura (por ejemplo carreteras y riego), control sanitario, investigación y desarrollo de nuevas variedades y métodos, facilidades de almacenamiento, etc., son por lo general pagados, o al menos subvencionados, por el estado. Si no fuese así, hubiera habido, de un lado, un gran retraso en el desarrollo agrícola en estos países, y, de otro, las fincas familiares se hubiesen visto en fuerte desventaja frente a las grandes explotaciones, que hubieran podido absorber mayores costos fijos al poder distribuirlos sobre un volumen de producción mayor. El desarrollo de mercados de servicios agrícolas (por ejemplo de maquinaria, almacenamiento o asesoría técnica) ha protegido a la empresa familiar de las pérdidas por exceso de capacidad ociosa, que hubiera sufrido si tuviese que atender ella misma a estos servicios.


3) Oportunidades de Empleo Fuera de la Finca y Disponibilidad de Capital. Las grandes oportunidades de empleo fuera de la finca abiertas a la población agrícola en estos países durante su etapa de fuerte expansión industrial (desde la posguerra hasta los inicios de los años setenta), permitió un proceso de ‘selección natural’ de las granjas familiares. Este proceso fue hecho también posible por la disponibilidad de fuertes cantidades de capital en el sector agrario (sobre todo a partir de la difusión y perfeccionamiento del sistema de crédito), que permitió mantener e incluso aumentar la productividad por hectárea, mientras caía fuertemente el número de personas empleadas en la agricultura y aumentaban la productividad por trabajador y los ingresos familiares.

Podemos ilustrar lo anterior con alguna s cifras. En Estados Unidos, el empleo agrícola pasó de 7.2 millones de trabajadores en 1950 a 3.3 en 1979 (USDA, 1981a: 34).En la Europa de los seis el empleo agrícola paso de 12.5 millones en 1955 a 5.1 millones en 1976 (Eurostat 54). En Estados Unidos, la inversión en activos productivos por trabajador aumentó de 6.625 dólares en 1945 a 143,043 dólares en medio de activos productivos por finca superaba los 223 te ultimo año (Penn: 1979: 13).


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El flujo continuo de trabajo de la agricultura hacia las ciudades y la entrada masiva de capital el las fincas ha tenido, pues, el efecto favorable para la sobrevivencia y transformación de las granjas familiares de permitir la introducción de tecnologías ahorradoras de trabajo, aumentando la productividad y por tanto la retribución del trabajo en la granja. Favorecía, al propio tiempo, la desaparición de las fincas menos eficientes, cuyos miembros tenían la oportunidad de migrar, y el aumento de tamaño de las fincas que se mantenían. Sirvió, finalmente, para evitar la partición de las fincas a través de la herencia (fenómeno tradicionalmente más importante en Europa que en EEUU), que es la forma básica de generación de minifundios.


4) Apoyo político. Las agriculturas familiares europea y norteamericana han recibido un apoyo político de sus gobiernos respectivos desproporcionado a su peso económico e incluso como población votante. Ello se ha debido, sobre todo al apoyo que el sector del empresariado familiar presta política e ideológicamente al sistema capitalista burgués. Los agricultores familiares son un contrapeso al poder de los obreros organizados, y se encuentran generalmente en alianza con la burguesía industrial. Ideológicamente cumplen el rol de mantener viva ciertas tradiciones y principios ideológicos de importancia estratégica para la conservación del orden establecido, y de cubrir con una legitimidad pequeñoburguesa, igualitarista y de competencia abierta al dominio que el capital monopólico ejerce en los países de capitalismo maduro.


Proletarización Limitada


Antes de presentar algunas explicaciones para la limitación de la proletarización del trabajo agrícola, hay que señalar que, aunque ciertamente limitada en comparación con la industria, la proletarización agrícola no deja de ser importante y, sobre todo, desigual según países, regiones y cultivos.

En Estados Unidos, por ejemplo, el número de trabajadores asalariados en la agricultura ha descendido solo ligeramente desde 1950, en que había 1.6 millones, hasta 1979, cuando eran 1.4millones. El empleo fami-

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liar descendía, entre tanto, rápidamente: de 5.6 a 1.9 millones; en consecuencia el porcentaje de trabajadores asalariados ha crecido mucho: del 23% en 1950 al 43% en

1979 (USDA, 1981ª: 34). En la CEE el porcentaje de mano de obra asalariada no ha registrado grandes variaciones desde 1955, y es más bajo que en los EEUU: 28% en 1981. El promedio de la CEE esconde, sin embargo, fuertes diferencias nacionales: desde 56% en el R.U y 37% en Italia, hasta 10% en Bélgica, pasando por 19% en Francia y 17% en Alemania (CEC; 1983: 281).

Las diferencias regionales y por cultivos son también notables.

En EEUU, el paradigma del family farm corresponde sobre todo a las granjas cerealeras y lecheras de los estados del corn Belt. En estos estados se emplea poco trabajo asalariado agrícola y -muy importante-- casi se desconoce el gang work. A lo largo de las dos costas, en el Valle del Río Grande y en Sudoeste, la contratación de trabajo asalariado es muy importante. Como indica J. Holt (1979:145):


En general, tiende a haber mas trabajadores asalariados que familiares allí donde la irrigación es importante, donde las frutas y verduras son los cultivos principales, en las proximidades de las ciudades, donde se concentran las explotaciones hortícolas, y en las áreas de plantación y de ranchos, donde las unidades han sido siempre mayores de lo que puede explotar una sola familia.


El aspecto racial es también importante. La mano de obra asalariada en EEUU contiene una proporción elevada de trabajadores no blancos. Indica el mismo Holt (P. 145):


En los doce estados del Mid West, 96 por ciento de los trabajadores agrícolas contratados por las fincas eran blancos no hispánicos, mientras que en los veintisiete estados en que los trabajadores asalariados son mayoría, sólo alrededor del 58 por ciento era blancos no hispánicos.


Es decir, la probabilidad de que un trabajador no sea blanco es 10.5 mayor en los estados en que la concentración de mano de obra asalariada supera a la familiar.

Veamos ahora algunas razones por las que la proletarización agrícola es más limitada que la industrial. A mi juicio, las más importantes son dos: los gastos de supervisión que implica el trabajo asalariado,


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y el carácter biológico de la producción agrícola.

1) Gastos de Supervisión. La principal diferencia entre el trabajo del propietario agrícola y el del asalariado es que la retribución del primero depende siempre de la intensidad y calidad del trabajo realizado, mientras la del segundo no, salvo que el trabajo sea a destajo, lo que no es a menudo posible. Para que el asalariado efectivamente trabaje debe ser supervisado. La supervisión cuesta; es un costo adicional del trabajo, que debe pagar el capitalista agrícola pero no el agricultor familiar. Esto no es más que el resultado de la prolongación en el proceso de producción del conflicto capital-trabajo patente en el mercado de trabajo. En circunstancias como las de las economías norteamericana y europea en que, como indicamos, la dimensión de las fincas y la disponibilidad de capital permiten agotar las economías de tamaño dentro de la empresa familiar, la necesidad de pagar gastos de supervisión -sobre todo si se trata de cuadrillas de braceros- pone en este terreno en desventaja al capitalista agrícola. Si una empresa familiar desea expandir sus operaciones, lo normal es que lo haga introduciendo para ello tecnología cada vez más ahorradora de trabajo (que técnica y económicamente ha estado disponible en los últimos cuarenta o más años) en lugar de contratar trabajadores adicionales.

Los problemas de supervisión de los trabajadores asalariados aparecen muy gráficamente expresados en el siguiente texto de Rohwer (1977: 20) :


He comprobado en el pasado que si en alguna ocasión y por un tiempo breve llegaba a tener tres empleados, no me quedaba casi tiempo para hacer otra cosa que planificar, escuchar y resolver problemas, hacer encargos y comprobar detalles... Quedaba casi completamente eliminado como trabajador productivo. Si todos en cambio hubiésemos sido agricultores familiares, cada uno un trabajador-empresario combinado, hubiera habido cuatro trabajadores en vez de poco más de tres... Esta es la razón por la que es más probable que un propietario que se retira arriende su granja que trate de continuar explotándola con asalariados.


Esta argumentación de Rohwer es muy similar a la -más cadémica- de Abhijit Sen (1981) en relación a los campesinos ricos del Punjab. Sen muestra como los gastos de supervisión -sobre todo por el tiempo de trabajo familiar que consumen- lleva a la adopción de tecnologías mecánicas y a la cesión de tierras en aparcería.


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2) Carácter de la producción Agrícola. La principal diferencia entre agricultura e industria estriba en el proceso de trabajo en la primera está más directamente condicionado por la naturaleza que en la segunda; en dos sentidos: a) no puede concentrarse espacialmente como sucede en la industria, y b) debe adaptarse al ciclo biológico de plantas y animales 1/. A consecuencia de lo primero, para desarrollarse en la agricultura, la gran explotación no debe sólo concentrar capital, sino también tierra. Por unos u otros medios (el mercado o la violencia) debe desalojar de la tierra a sus ocupantes, tarea no siempre posible. La producción misma estará, además, más dispersa espacialmente, lo que eleva los costos de gestión y supervisión. Por otra parte la necesidad de adaptación al ciclo biológico hace que haya variaciones temporales en los requerimientos de mano de obra mucho más marcadas que en la industria. Si la empresa capitalista agraria decide mantener una plantilla estable de trabajadores, habrá épocas en que la productividad marginal de su trabajo estará por debajo del salario pagado, con las correspondientes pérdidas para la empresa. Si opta en cambio por descansar en trabajadores eventuales, aumentarán los costos de transacción derivados de la continua contratación y despido de trabajadores y los riesgos de no encontrar trabajadores disponibles a un precio razonable en el momento adecuado. La empresa familiar, en cambio, por su propia naturaleza, puede acomodar más fácilmente las variaciones estacionales en los requerimientos de trabajo.


Agricultura farmer y capital monopólico


Las respuestas dadas a las preguntas anteriores despejan el terreno para abordar la tercera pregunta: ¿por qué el gran capital no entra en la producción agrícola directa? A mi juicio, esto se explica por una razón fundamental: la tasa de ganancia es más baja que en otras ramas eco-


1/ Radoje Nikolitch (1969: 544) adopta este punto de vista cuando, preguntándose por qué el desarrollo tecnológico no ha destruido la empresa familiar, responde: “La naturaleza biológica y la dispersión espacial de la producción agraria pueden ser la principal causa, pues hacen más difícil en la agricultura que en otras industrias las grandes concentraciones de capital, trabajo y capacidad de dirección".

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nómicas. Esto obedece, creo yo, a tres circunstancias.

La primera es el alto precio de la tierra. Tradicionalmente la tierra no es solo un activo productivo sino también un refugio contra la inflación y una fuente de ganancias especulativas. Eh EEUU, por ejemplo, en 1980, el valor de la tierra de uso agropecuario (incluyendo construcciones) iba desde 112 dólares por acre (277 por ha.) en New México hasta 2.400 dólares por acre (5.926 por ha.) en New Jersey, con un promedio de

641 dólares por acre (1,583 por ha.) para todo el país. Este promedio era, en cambio, sólo de 196 dólares por acre (484 por ha.) en 1970, o sea más de tres veces menor (USDA: 1980: Cuadro 5). En 1978, las ganancias de capital reales (o sea, descontada la inflación) realizadas por apreciación de los activos físicos de las fincas desde 1960, equivalían a un 149% de esos activos en 1960 (Schertz, 1979: 37-8). El valor real de esos activos aumentó entre las dos fechas a una tasa acumulativa de más del 5%.

Que este fuerte aumento del valor de la tierra es resultado de factores especulativos más que de la alta rentabilidad productiva de la inversión agraria, se observa en que el precio de los arrendamientos, que siempre refleja mejor la rentabilidad productiva de las explotaciones agrícolas, es desproporcionadamente pequeño. En 1980, en los EEUU, la relación renta/valor de la tierra iba desde 6.0% en North Dakota hasta 2.1% en Pennsylvania (USDA, 1980: Cuadro 35), situándose a niveles bastante inferiores a los de la tasa de interés real.

El alto precio de la tierra dificulta la constitución de grandes empresas agrícolas, que tendrían que inmovilizar un fuerte capital en inversiones raíces de baja rentabilidad productiva. Las granjas familiares en cambio, pueden sortear mejor este problema ya que la gran mayoría de los agricultores han recibido las tierras por herencia 1/.

Otra razón para que la tasa de ganancia agrícola sea pequeña es el carácter fuertemente competitivo de la actividad agrícola. La competitividad en el sector obedece a: la gran libertad y relativamente bajo


1/ Una encuesta de 1962 en EEUU mostró que el 82% de los varones entre 20 y 64 años de edad dedicados a la. agricultura eran hijos de agricultores (Beale, 1979, 82).


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casto de acceso; la dificultad de establecer acuerdos de cartelización entre los productores debido a su gran número, escaso peso individual y fuerte dispersión; la escasa diferenciación de productos posible en la agricultura; y a que la mayoría de los productos agrícolas tienen buenos sustitutos.

El resultado más importante de esta situación de competencia es que la gigantesca modernización de la producción agrícola que ha tenido lugar en los países de capitalismo maduro en los últimos 40 años, dando lugar a una fuerte caída en el costo unitario real de los productos agrícolas, no se ha traducido en incrementos correspondientes de ingresos para el sector agrario. La evolución ha sido contraria a la propuesta por Ricardo y mucho más próxima a la prevista por Marx, quien nunca creyó que el aumento de la población agrícola tuviese que ir necesariamente acompañado de un costo unitario de producción creciente y renta agrícola creciente.

El efecto del carácter fuertemente competitivo de la agricultura ha sido hacer que los beneficios se trasladen rápidamente, bien a los consumidores bien a las industrias de procesamiento y servicios agrícolas. La incapacidad de las fincas para retener esos beneficios ha sido, de un lado, una de las grandes fuerzas que han impulsado a los agricultores a revolucionarizar constantemente la tecnología, y ha producido, de otro, un efecto de expulsión de población agrícola hacia empleos urbanos. Esto ha coincidido con la atracción de trabajadores agrícolas por parte de otras ramas que podían ofrecer mayores ingresos 1/, propia de una etapa de fuerte expansión general del capitalismo, impidiéndose así que se produjera una caída dramática en el ingreso agrícola per capita y facilitando la introducción de tecnologías ahorradoras de trabajo.

Finalmente, el carácter mismo de la granja farmer tiende a reducir la tasa de ganancia en la agricultura. Aun cuando, como indiqué más arriba, debemos suponer que la finca familiar comercial moderna se encuentra más cerca de la empresa capitalista que de la campesina, no es probable que compute los costos de su capital y trabajo de la misma manera y con el mismo escrúpulo y exigencia que la empresa capitalista propiamente dicha.

Mientras que, por ejemplo, la empresa capitalista debe pagar el salario de mercado por todo el trabajo que emplea, no es probable que esto sea así


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En la farmer. Por muy desarrollados que estén los mercados de trabajo (y en los países de que nos estamos ocupando lo están) siempre habrá trabajo que se realice en la empresa familiar cuyo costo oportunidad monetario no se compute. Esto se debe simplemente a que no existen mercados para cierto tipo de trabajo, por ejemplo el que dedica la esposa a llevar las cuentas de la finca en forma ocasional y a horas distintas del día, dependiendo quizás de los programas de TV o de las tareas escolares de los hijos; o el de las salidas en bicicleta de los hijos llevando y trayendo encargos de los proveedores de la finca. En forma similar, no es probable que la empresa familiar compute el costo oportunidad del capital raíz heredado con la misma exigencia con que mide el retorno a su capital la empresa comercial que debe periódicamente dar cuenta a sus accionistas.

El resultado de lo anterior que la empresa farmer es capaz de continuar produciendo a niveles objetivos de retribución a su capital inferiores a los que podrían obtenerse en otros usos. Dicho de otra forma, el capital invertido en las fincas familiares es comparativamente menos móvil que el invertido en otros sectores más puramente capitalistas de la economía. Algo similar sucede con el trabajo.

Debido a las bajas tasas de ganancias, y para evitar también los riesgos en la producción propios de la actividad agrícola, mayores que en otras, el capital monopólico no tiene interés en entrar en la producción agrícola directa. Prefiere más bien cercarla, invadiendo los demás eslabones de la cadena agroalimentaria, donde le es mas fácil defender tasas de ganancia monopólicas.


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4. La Finca Familiar y las Predicciones de Marx


Hablar de la falsedad de las predicciones de Marx sobre las tendencias en la estructura agrícola bajo el efecto del desarrollo capitalista, se ha convertido en un lugar común entre los economistas conservadores. Así, por ejemplo, Teodoro Sclnutz (1964: 113) dice:


La concepción de la producción agrícola avanzada por Marx está fuertemente sesgada en favor de las grandes fincas. Esta concepción descansa sobre una creencia elemental de la superioridad y necesidad de las grandes unidades de producción. Formalmente la proposición consiste en que las fincas grandes pueden producir productos agrícolas a un costo real menor que las pequeñas o medianas. En la práctica quiere decir que cuanto mas grandes sean las unidades de producción más eficientes serán. Esta es pues la doctrina de las granjas gigantes.

De manera similar, Peter Wiles (1977: 107) afirma que “todo marxista percibe la existencia de economías de escala en la agricultura”. El problema con estos autores, y otros similares, es que no han leído a Marx sino a Mitrany (1951), quién a su vez tampoco había leído a Marx sino a Kautsky (1900), o lo había leído poco y mal.

No es posible hacer aquí la exégesis de los textos de Marx. Pero una lectura de los lugares donde Marx se ocupa de la cuestión agraria 1/ dejan poco lugar a dudas de que Marx nunca habló del futuro de la estructura agraria en términos de economías de escala o algo por el estilo. Cuando lateralmente se refiere al tipo de finca, tema que nunca abordó en sí, no es para analizar cómo varían los costos unitarios con el tamaño dentro de fincas que por otras características son fundamentalmente similares, sino en el contexto de comparar dos modos de producción distintos: el del campesino parcelario, limitado por el muy reducido tamaño de su propiedad y por un sistema tradicional de producción, y el de la finca adelantada, de tipo capitalista, cuyo modelo -el mejor disponible en la


1/ Ver: Capítulo sobre ‘acumulación originaria’ en el Volumen 1 de El Capital; Sección 6 del Volumen 3 de El Capital; Capítulo 11 del Volumen 2 de la Historia Critica de las Teorías de la Plusvalía y los comentarios muy abundantes sobre el tratamiento de la renta de la tierra por Smith, Anderson, Ricardo y Rodbertus en este mismo volumen; y el párrafo relevante sobre el campesinado (frecuentemente citado) de El 18 Brumario de Luis Bonaparte.


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época- era el inglés.

El pensamiento de Marx sobre la evolución de la estructura agraria podría resumirse en dos hipótesis, una fuerte y otra débil.

La hipótesis fuerte se refiere a la necesidad del desarrollo del capitalismo en la agricultura. Su argumentación central es que el cambio en el modo de producción, con la revolución tecnológica correspondiente, que se había producido casi exclusivamente en la industria hasta entonces, debería tener también lugar en la agricultura. Marx pensaba que no podrían continuar indefinidamente la acumulación capitalista y el progreso burgués en la ciudad, mientras las instituciones feudales y la producción en base a parcelas campesinas con métodos tradicionales seguían enseñoreándose del campo. Para mostrar que el cambio de modo de producción era posible ponía por ejemplo el caso inglés -único país donde el capitalismo se había adueñado de la agricultura- al que calificaba de ‘caso clásico’. Se esforzaba, así mismo, en mostrar los signos ya existentes por doquier de cambios tecnológicos en la agricultura -el desarrollar, por ejemplo de la agronomía científica a partir de los descubrimientos químicos de Liebig-- y también los de la ruina de la pequeña producción parcelaría tradicional. En otras palabras, Marx insistía que la transformación histórica que se había producido en Inglaterra y se estaba produciendo en el resto de Europa, no era meramente una revolución industrial, producto de ciertos avances científicos y tecnológicos como el telar o la máquina de vapor, sino un cambio en el modo de producción global que no sujetaba a ninguna rama especial de la economía.

Su fe en la capacidad del capitalismo para transformar la agricultura y reducir así (no por la mera variación de tamaños) los costos de producción, haciendo del campo una industria de producción en masa, como efectivamente lo es hoy en día, se alzaba contra el contexto intelectual ricardiano de la Economía Política de la época. Ricardo creía que la limitación de la tierra imponía rendimientos decrecientes en la agricultura, lo que llevaba a que el proceso de crecimiento produjera un incremento en la renta de la tierra, la caída de la tasa de ganancia, la caída consecuente de la tasa de acumulación, y finalmente el estado estacionario. Contra esta visión se alza Marx, apuntando que el progreso técnico capitalista rebasará cualquier tendencia de los rendimientos a caer por culpa de la limitación de la tierra, y proponiendo una argumentación completamente dis-


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tienta para la caída de la tasa de ganancia.

Es en el contexto anterior en el que habla Marx de la ineficiencia de la propiedad parcelaría campesina. No tanto por pequeña propiedad ni por familiar, como por campesina, o sea tradicional. En cuanto al tamaño, una granja familiar mediana norteamericana de hoy día, con sus mas de 150 has. en producción de cultivos anuales, un hato de mas de 80 vacas lecheras y más de 100 toros de engorde, que duda cabe que le hubieran parecido a Marx una verdadera ‘granja gigante’.

La hipótesis débil se refiere a la forma específica que la mutación de la estructura agraria tendría; el tipo particular de empresa que emergería con el pasar del tiempo.

Marx no se pronunció nunca explícitamente sobre esto. .Ahora bien, dada su insistencia en el modelo ingles como ‘caso calcio', y dado también que en su época la modernización de la agricultura --por ejemplo la de los Junker alemanes, que Marx conocía tan bien- iba siempre unida a la proletarización y la explotación de la tierra a base de cuadrillas de braceros, es lógico deducir qué su modelo no fue la finca familiar tipo farmer, sino la finca capitalista con obreros tipo inglés. Marx se equivocó aquí.

Una equivocación no tanto teórica o metodológica como impuesta por el horizonte de la época en que vivió; no era entonces posible prever el gigantesco progreso técnico ahorrador de trabajo que más adelante desataría el capitalismo, y que ha sido capaz de poner la producción agraria en masa al alcance de la familia.


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