1 SOY UN DISCJOCKEY AUNQUE PROFESIONALMENTE SOY MÁS COSAS

1 SOY UN DISCJOCKEY AUNQUE PROFESIONALMENTE SOY MÁS COSAS






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Soy un discjockey aunque profesionalmente soy más cosas. Lo primero y ante todo un hombre de radio. También periodista, reportero, columnista, cronista, crítico. He dirigido la grabación de una docena de discos con lo cual también soy productor. Crear campañas publicitarias en radio lo he hecho cientos de veces lo que me convierte en creativo. Como además de idear el mensaje y dirigir el montaje en casi todas he puesto la voz, pues también soy locutor. He presentado una serie de veinte programas en televisión. Otra faceta más: codirigí un documental sobre la historia de LA EMISIÓN PIRATA, aunque no sé si eso añadiría algún título más a mi currículo.

Pero además también soy discjockey. Tengo 47 años y desde hace más de treinta pincho discos de cara al público. Creo que discjockey lo he sido siempre o al menos desde que me interesé por la música. Primero pinchaba para mí mismo, luego en los guateques y en las fiestas que hacíamos en la academia y el instituto para sacar pasta de cara a los viajes de fin de curso.

Mi trabajo de verdad como D.J., quiero decir con horario, responsabilidad y sueldo comencé en un puticlub. De lujo, pero puticlub. Dentro del sector se llamaba Cabaret y se podría decir que era el equivalente a los Show Girls de ahora. Las chicas que actuaban en el espectáculo se dejaban manosear y babear por los clientes a cambio de que estos las invitaran a whisky o champán que era lo más caro. Ellas se deshacían como podían del líquido para no ponerse pedo y ellos con el alcohol se ponían como motos.

Lo que viví en aquel local sería material suficiente para otro libro. El show no era sólo erótico, si no que además contenía números más convencionales: malabaristas, magos de los que sacan palomas de la chistera y cosas así. Yo tenía diecisiete tacos y la ley no permitía a alguien de mi edad currar en esos sitios. Como dato comparativo diré que entonces la mayoría de edad era a los veintiuno. Ni con veintiuno ni con noventa podías votar pues entonces aquí no se votaba. Estaba Franco y éste no podía permitir que un adolescente inmaduro respirara el mismo aire que las putas con lo cual tenía que entrar al curro cada noche por la puerta de atrás. Yo ya estaba en la radio local de mi ciudad y mi prestigio como experto musical del pueblo me abrió las puertas del trabajo en el cabaret. La primera noche que pinché lo hice porque un amigo mío, al que yo había recomendado para que currara ahí, les dejó colgaos de un día p'a otro. Y allí llegué yo circunstancialmente pero me debí lucir lo suficiente como para que al final de la noche me ofrecieran trabajar de continuo. Estamos en 1973 y entonces no se follaba. Bueno, sí pero no como ahora, y menos en los pueblos y menos siendo cojo y raro. Así que imagínate qué nochecita pasé con catorce o quince tías, casi todas buenísimas, yendo a saludar al nuevo pincha. Porque eso sí, todas o casi todas, eran pibones de nivel. No hay que olvidar que aunque puticlub, era de lujo.

La verdad es que a mí aquello me molaba mucho aunque la música que tenía que poner era lo peor de lo peor. Rumbas a mansalva, Manolo Escobar por un tubo, Los Marismeños, boleros, Alberto Cortés… Su Puta Madre.

Creo que lo más de vanguardia que puse en un mes que pinché allí fue el "Samba Pa Ti" de Santana. Yo, que en aquella época devoraba el 'Hot Rats' de Frank Zappa, pese a esto me molaba. Lo único que de verdad me frenaba eran las tías; aquella panda de mujeres atractivas, eróticamente vestidas y además putas que revolotearían cada día a mi alrededor desde las diez de la noche hasta las 4 de la mañana me podían revolucionar las hormonas hasta unos límites insoportables. Así que sin esperar contraoferta, rechacé el curro por ese motivo. Pero supongo que el dueño del garito estaba realmente impresionado por mi curro pues automáticamente me propuso que, si me quedaba, él me proporcionaría una de aquellas chicas, la que yo quisiera, cada mes. Ese fue mi primer sueldo como discjockey: 10.000 pelas y un polvo mensual.

En aquellos tiempos era una pasta y lo de la lumi un sueño. Pero además, me impregné, de súbito, de lo que es el instinto del discjockey, de cómo crear ambientes o destruirlos con los discos; del ridículo que haces cuando la cagas, de cómo generar la fiesta y en definitiva de cómo manejar a la peña. Además, viví lo que era la noche. La noche golfa, las risas, las pasiones y las miserias humanas que se exponen bajo los focos.

Sólo estuve un mes en 'Veracruz' y aunque el momento del cobro fue difícil me pagaron todo; diez billetitos verdes y menos de una hora con una mujer negra. Era una radiante noche de verano cuando dejé aquel curro. Era un poco más golfo, algo más hombre y un buen discjockey.

La chica en cuestión era una escultural mujer de color caoba y además simpatiquísima. Había trabajado en las oficinas de la Tamla Motown en Londres y todo junto la convertiría casi en una diosa para aquel paletito que devoraba revistas musicales y programas de radio. No la olvidaré pero, cosa rara en mí, no me enamoré de ella. Dejó de tener importancia con tanta rapidez como para ella cualquiera de sus clientes.

Pinché en más discotecas de la ciudad puliendo el oficio. Incluso a comienzos de lo ochenta, cuando empecé a currar en Radio Centro, sobreviví algún tiempo como D.J.. Jesús Caja, el que fuera manager, en sus grandes tiempos, de BARÓN ROJO, me puso en contacto con una sala de Majadahonda llamada Silver Hand. Supongo que ya no existe. Y allí me ocurrió una anécdota suculenta que no me voy a cortar de contar. Si quieres la lees y si no pasa al siguiente párrafo.

El discjockey de la sala les dejó colgados de la noche a la mañana y yo sobre la marcha tuve que descubrir todos los secretos, trucos y personalizaciones que mi antecesor había diseñado, desde cómo funcionaba la mesa hasta cómo estaban colocados los discos. Estamos hablando de la primavera del año 81 y entonces las sesiones de discoteca a diario comenzaban sobre las siete de la tarde y se chapaba sobre las doce. Había que poner un poquito de todo en esas horas. Funky, temas horteras de éxito en los 40 criminales, Rock y otras hierbas. El tercer día que pinché en el Silver Hand, para cambiar de tercio, puse "Pedro Navaja", esa canción que habla de un menda que le mete dos tiros a una lumi y la lumi a él una mojá y palman los dos al mismo tiempo. Eran sobre las diez y pico de la noche, faltaba más de una hora para que se cerrara la sala. Nada más comenzar a sonar la cancioncita la peña se puso las chupas y comenzó a desfilar p'a la calle. El encargado de la sala vino corriendo a la cabina queriendo matarme y es que el temita de los cojones lo ponía el anterior DJ. cuando había llegado la hora de cerrar. Vamos, que era su tema de despedida. Y claro, la clientela habitual según la oyó comenzó a pirarse. Duré poco en aquella discoteca.

Poco después me afiancé en la radio y como D.J. no recuerdo que haya trabajado más en salas y a diario pero lo cierto es que todo lo que aprendí en esas discotecas, en esas cabinas, lo aplico con más frecuencia de lo que parece en mis programas y, por supuesto, constantemente cuando pongo música como nexo de unión en un festival, cuando teloneo algún concierto o cuando hago mi "show" en un garito.

En esas ocasiones, en directo frente a más o menos personas, mi instinto de D.J. tiene otros apoyos: mi labia como presentador y mi propia presencia, ya que después de tantos años, muchos de los asistentes ven en vivo al dueño de la voz que cantidad de veces oyeron en la radio. Para ellos es como si vivieran allí mismo el programa.

Esas son mis armas cuando subo a un escenario. No bailo, ni agito al personal, no hago el payaso; sólo pincho rock y presento lo que está sonando o comunico cuanto falta para que salga el próximo grupo.

Me sería absolutamente imposible calcular cuantas veces me he subido a un escenario o el numero de cabinas de locales de rock por los que he pasado. Desde aquel dïa de verano de 1975 en plaza de toros de Burgos, hasta la gira de la que saliö este relato y por supuesto los bolos que quedan por venir. Mi faceta de directos es algo que me sigue apasionando aunque

No llevo equipo propio. Me complicaría mucho. Esto resulta muy cómodo a la hora de viajar pero tiene una gran desventaja y es que los equipos que me encuentro como mínimo en un 80 % de las veces tienen algo que no funciona. Las posibilidades de ecualización de un micrófono suelen ser nulas, con lo cual mi voz no se reconoce, y además no suelen ponerme monitores, ya que están orientados para los grupos, así que o tengo un control férreo de mi voz, ya que no me oigo, o berreo más que Héctor del Mar cuando hay gol.

Pero aquel precioso trece de Septiembre en un auditorio al aire libre en Guadalajara nada de eso ocurría con el equipo. Ese día comenzaba la gira. El royo que había en el Backstage era guapo de cojones así que salí al escenario como si estuviera abriendo el festival que cambiaría el mundo:

"Bienvenidos a La Abeja Metálica". Lo dije fuerte seco y claro pero sin estridencias. "El festi tenía que haber sido en marzo", continúe, "pero nos traicionaron y sólo los cojones de Alfonso López (en ese momento la mente se me quedó en blanco pues "La Abeja" la habían montado Alfonso y otro tronko del que no conseguía recordar su nombre. Salí del trance como pude) y todo su equipo han conseguido recuperarlo hoy, gratis y con cuatro bandas poderosas. Hamelyn, una de las grandes revelaciones del año. Desde las Islas vendrán Fools Kin y cerrando la noche Obús!!!!". La poca concurrencia que había en el arranque del evento rugió. "Pero ahora y abriendo la traka de esta especial edición de la Abeja Metálica desde aquí, desde Guadalajara: Fallen Isis".

Así comenzó la primera parte del A.J.Music Tour. Finalizaría tres meses y medio después sentado junto a mi hijo en las butacas del teatro Clunia de Burgos.

Lo que sigue es la crónica de lo que pasó en esos ventitantos bolos.

No busquéis en estas páginas sexo desbocado, parones cardiacos propiciados por el descontrol con la perica, ni situaciones espectaculares dignas de una película. Es sencillamente la crónica de las vivencias y de lo que estas me afectaron tanto profesionalmente como personalmente.

Esto no es 'Viajando con los Stones', aquel libro donde se cuenta, entre otras cosas, como los músicos bebían zumo en el coño de las groupies. Las intimidades que acontecieran quedan sólo para mí. Si hubo, o no, desmadres, carcajadas o lágrimas no saldrán, más de lo necesario, a la luz en estas páginas oues mi vida sólo es mía. Pero el contexto de lugares, personas y circunstancias que envolvieron esta gira sí que están minuciosamente desgranados aquí. Fundamentalmente están los detalles de una etapa preciosa y decisiva en la vida de un discjockey. Lugares, personas, movidas… todos pertenecientes a la geografía y al presente del Rock español. Parte de lo que hay en ese sector, ambiente, cultura o como lo queráis llamar, queda expuesto en esta Hoja de Ruta. Un extracto ha sido reflejado mes a mes en las páginas de la revista Kerrang!.

A lo largo de la propia gira me he encontrado con peña que seguía la sección con avidez. Lo que aquí viene es lo que no cabe en las páginas de un magazine. Pero en revista o en libro, esto es un relato con la carretera marcando una forma de vivir y de currar.

Veintiún bolos; más de 10.000 km, una audiencia de 15.000 personas, ventitantos hoteles, catorce grupos, un par de colegas D.J.'s con los que he compartido escenario. Noches de gloria y de mierda, como debe ser. En definitiva un paso de gigante en un capítulo gordo de mi carrera y de mi vida.





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