SANTOS FELIPE EVANS Y DAVID LEWIS SAN FELIPE EVANS

(PAPEL TIMBRADO DA EMPRESA) SANTOS 99 DE XXXXXXX DE
1 LARISSA PEREIRA DOS SANTOS MORA NA RUA BILUTA
21 ATMOSPHERIC ENTRY AEROTHERMODYNAMICS AND AERODYNAMIC STABILITY SANTOSH J

22 HACIA UNA BIOÉTICA HOSTOSIANA POR LEONIDES SANTOS Y
4 MISA DE LOS SANTOS INOCENTES 28 DICIEMBRE DEL
6 URGENTE AL DOCTOR JUAN MANUEL SANTOS PRESIDENTE

SANTOS FELIPE EVANS Y DAVID LEWIS









SANTOS FELIPE EVANS Y DAVID LEWIS



SANTOS FELIPE EVANS Y DAVID LEWIS SAN FELIPE EVANS SANTOS FELIPE EVANS Y DAVID LEWIS SAN FELIPE EVANS


















SAN FELIPE EVANS SAN DAVID LEWIS













Jaime Correa Castelblanco, S.J.






















Presentación


Estas vidas de San Felipe Evans y de San David Lewis son la trigésima octava y trigésima nona de una serie dedicada a los Santos de la Compañía de Jesús.


Estos santos son galeses. Nacen y viven en el sur de Gales, en lo que es hoy la arquidiócesis de Cardiff. Bajo el reinado de Carlos II, en los meses de julio y agosto de 1679, ambos son ejecutados porque son sacerdotes católicos y, según la ley, traidores.


Pertenecen al grupo de mártires que dieron sus vidas por Inglaterra y Gales al querer restablecer la fe católica en la patria.


La Compañía de Jesús inglesa venera en los altares a diez santos y dieciocho bienaventurados.















































CONTENIDO



GALES EN EL SIGLO XVII

El país

La situación religiosa

La Compañía de Jesús en Gales

el complot fraguado por Oates


SAN FELIPE EVANS

Nacimiento y patria

En la Compañía de Jesús

De regreso a Gales

La detención de Felipe

La prisión

Los testigos

El juicio

El jurado

En la antesala de la muerte

Hacia el patíbulo

La última prédica

La muerte

Las cartas de Felipe

La glorificación


SAN DAVID LEWIS

Nacimiento y patria

En el continente

El discernimiento vocacional

En el Colegio Inglés de Roma

En la Compañía de Jesús

Los primeros ministerios

En la Misión de Gales

Superior en Cwm

La búsqueda

La detención del Superior

Las primeras acusaciones

La prisión

En la cárcel de Usk

El juicio

La defensa de David

La condena

En Londres

De regreso a Usk

El camino hacia la muerte

La última prédica

La última oración

La muerte

Un juicio después de la muerte

La glorificación
















GALES EN EL SIGLO XVII



El país


En el siglo XVII el país de Gales es una región totalmente agrícola, alejada, y con una población más bien campesina.


Su capital es la ciudad de Cardiff, pequeño puerto de mar y entrada del comercio para las zonas interiores.


Las llanuras de Monmouth y Glamorgan tienen buenas tierras y grandes rebaños de ovejas. Hay también extensos bosques en las zonas montañosas, y las comunicaciones y los caminos son difíciles. A pesar de la riqueza del país, los habitantes son m s bien modestos.



La situación religiosa


Los católicos en Gales, en el siglo XVII, son el 10 % de los casi cuatro millones de habitantes. Podrían ser más, pero la persecución protestante obliga a muchos a disimular la adhesión a la antigua fe.


Los cambios religiosos han sido recibidos por los galeses casi en forma pasiva y la ley se aplica sin mucha fuerza. Existe discriminación en los cargos públicos y se aplican multas, pero una no pactada tolerancia parece permitir la coexistencia de ambas iglesias.


La mayoría del clero católico pertenece a las familias tradicionales. Los seminaristas se forman en los Colegios ingleses de Francia, Países Bajos, Roma, España o Portugal.


Al regresar a la patria, algunos sacerdotes ejercen el ministerio en forma aislada, ocultos a la mirada protestante. La mayor parte es itinerante y viaja con disfraz a través del país, a caballo o a pie, desde una casa católica a la otra. Unos pocos viven en las casas señoriales de las familias católicas que, por alguna razón, han logrado quedar exentas de las leyes penales.


Al no existir obispos católicos, es un Arcipreste el jefe de la Iglesia diocesana.




La Compañía de Jesús en Gales


Muy temprano, a comienzos del siglo, la Compañía de Jesús funda con la ayuda financiera de la familia Morgan una Misión jesuita en Gales, con cuatro sacerdotes.


En 1622, el P. John Salisbury, en una zona cercana al obscuro villorrio de Cwm, en los límites entre Monmouthshire y Hereford, adquiere una amplia casa de campo que dedica a San Francisco Javier, en el año de su canonización.


En 1670, existe también otra casa de los jesuitas en la parte norte de Gales. La audacia y valentía son grandes. Pero la prudencia es mayor. La existencia de estas casas es conocida, probablemente, por las autoridades. Sin embargo, se les permite vivir en paz.


Esta situación, casi tolerante, se rompe bruscamente, en el país de Gales, cuando estalla en Londres el odioso asunto fraguado por Titus Oates en 1678, conocido en la historia como "el Terror papista".


El complot fraguado por Oates


Este Titus Oates era hijo de un ministro bautista. Pastor él mismo, se había visto privado de su beneficio por acusación de perjurio y de inmoralidad. Fingió entonces convertirse al catolicismo. Enviado a España al Colegio inglés de Valladolid, había sido expulsado. Ingresó después al Colegio de Saint Omer, en Flandes. Un día los jesuitas, al conocerlo mejor, decidieron que Titus Oates debía abandonar el Seminario.


Titus Oates regresa a Londres a comienzos de julio de 1678. Inmediatamente, trama una acusación contra los jesuitas de Inglaterra. Con juramento, depone ante Sir Edmundbury Godfrey, el magistrado del Consejo privado del reino. Afirma que él ha sido enviado por la Compañía de Jesús, desde Valladolid a Madrid, a solicitar la ayuda del rey católico para la rebelión de los católicos ingleses, el asesinato del rey Carlos II y la restauración, por la fuerza, de la antigua fe. Con estas falsedades, consigue que se arreste al Provincial de Inglaterra, el P. Thomas Whitbread y a otros dos jesuitas.


Poco después, el cadáver del magistrado Godfrey aparece en un foso en Primrose Hill. Las sospechas caen sobre los católicos y se reinicia entonces una dura persecución con arrestos de jesuitas, sacerdotes y seglares.





SAN FELIPE EVANS


Fiesta: 1 de diciembre



Felipe Evans es el más simpático de los mártires galeses. Estaba jugando tenis en la prisión cuando le anunciaron que al día siguiente debía morir. Continuó jugando hasta terminar el partido. Después se mostró feliz.




Nacimiento y patria


Felipe nace el año 1645, en Monmouthshire, Gales. Cerca de la parroquia de Abergavenny, se encuentra la casa paterna.


Sus padres, que han permanecido como buenos católicos, lo envían al continente, cuando tiene quince años, para recibir su educación en el Colegio inglés de la Compañía de Jesús ubicado en la ciudad de Saint Omer, en Flandes.



En la Compañía de Jesús


Terminados los estudios de filosofía, hace discernimiento vocacional e ingresa en la Compañía a la edad de 20 años. Es ordenado de sacerdote en 1675.


Se conserva un informe de su vida, escrito por su Provincial: "Tiene una disposición maravillosamente franca y un comportamiento simpático, sin nubarrones. Su frente est  siempre libre de arrugas".


De regreso a Gales


Tan pronto como completa la formación, los superiores lo destinan a la patria. Queda asignado al pequeño Colegio de Cwm.


Muy pronto empieza a ser conocido por su extraordinario celo apostólico. Dice regularmente la misa y predica, a los numerosos grupos católicos, en la mansión de Thomas Gunter, ubicada en la calle de la Santa Cruz, una de las principales de Abergavenny. Más de un centenar de personas se agrupa, cada domingo y día festivo, en la capilla adornada en el frontis con el IHS de los jesuitas. La iglesia está en el amplio jardín y, en la casa, hay un lugar secreto que puede ocultar al sacerdote.



Felipe también frecuenta, dos millas al norte de Abergavenny, la casa de campo de Charles Proger, quien hábilmente combina su cargo de juez de paz con su calidad de católico. Allí acuden también algunos cientos de personas.


Igualmente, recorre el valle de Glamorgan en la zona oeste de Gales, y dice misa en Sker House, propiedad de Christopher Turberville, quien con gran valentía lo protege.


Cuando estalla, en 1678, la tormenta provocada por Titus Oates, el juez de paz de Llanvihangel Court, John Arnold, ofrece una recompensa de 200 libras esterlinas por la captura de Felipe.



La detención de Felipe


Los amigos avisan a Felipe y lo tratan de convencer para que salga de Gales, por lo menos hasta que pase la tormenta. Pero ‚l no acepta dejar el lugar donde lo ha colocado la obediencia. Christopher Turberville tiene el valor de ocultarlo en Sker House, su casa.


El 2 de diciembre de 1678, Felipe es detenido por William Bassett y un grupo de hombres armados. La traición, por parte de un pariente protestante del dueño de casa, parece ser cierta.


Felipe y su huésped son llevados a la cárcel de Dunraven Castle. Allí Richard Lougher, el juez de paz, ofrece una fianza por Felipe, la que es rechazada por William Bassett. Con escolta armada, es conducido a Cardiff.


Durante la noche, se detiene la comitiva en Cowbridge. Esta vez, es Sir Edward Stradling quien ofrece una fianza a Felipe con la condición de que preste el juramento prescrito en las Actas de Supremacía y de Fidelidad. Él agradece al magistrado su atención, pero manifiesta que rechaza el ofrecimiento porque no puede ir contra la propia conciencia.


La prisión


En la prisión de Cardiff, Felipe es confinado en un calabozo sin luz y sin ventilación, ubicado en los subterráneos de la Torre negra.


Pasa veinte días en estricto aislamiento, hasta que el gobernador accede a que Felipe pueda compartir una celda con otro sacerdote. Este es John Lloyd, diocesano y buen amigo de Felipe, quien sufre prisión por la misma causa. John ha sido formado en el Colegio jesuita inglés de Valladolid y, por lo tanto, tienen muchas cosas en común. Juntos ocupan, ahora, una celda amplia en el primer piso de la Torre con una pequeña ventana ubicada en lo alto.


Felipe y John son mantenidos prisioneros durante cinco meses, mientras las autoridades buscan testigos adecuados, especialmente contra Felipe, que los acusen de haberlos visto actuar como sacerdotes.



Los testigos


El primero de los testigos católicos que encuentran rechaza vehementemente prestarse a sus propósitos. Por ello es golpeado con tal violencia, que una de sus costillas se rompe y muere en la tortura. Varios otros, que rechazan, son azotados.


Al fin, convencen, con una recompensa de doscientas libras a cada una, a la anciana Margaret John Lewis y a su hija Mary Lewis, ambas antiguas católicas. Otros cinco testigos, por cien libras, son encontrados para atestiguar contra John Lloyd.



El juicio


El proceso queda fijado para el día 9 de mayo. Ambos prisioneros son acusados de ser sacerdotes y jesuitas, lo cual los hace jurídicamente traidores y no merecedores de un veredicto de inocencia. Nada dicen acerca de complicidad en el complot fraguado por Oates.


Las dos mujeres declaran contra Felipe. Afirman que ellas han asistido a las misas celebradas por el P. Evans y que han recibido la comunión de sus manos. A estos cargos, Felipe no responde, porque sabe que dicen la verdad.


Mayne Trott, contratado también por Bassett, pretende envolverlo en el complot de Titus Oates, pues jura que a los pocos días de manifestado ese complot, Felipe habría dicho: "Si Uds. temen a las leyes penales actúan tontamente, porque les aseguro que dentro de poco no habrá en Inglaterra otra religión que la católica".




Con ello, Felipe estaría anunciando que el duque de York, católico, hermano y heredero del rey, iba a restablecer en su reinado al catolicismo como a única religión de Inglaterra. Felipe, solemnemente, niega estos cargos, a lo cual el Juez accede retirarlos.


El Juez, que es un hombre amable, intima a Felipe para que rechace los primeros testimonios. Pero Felipe no puede hacerlo y nuevamente guarda silencio.



El jurado


Entonces el Juez se dirige al jurado: "Señores, si Uds. creen que estas mujeres han dicho la verdad, es un deber pronunciar el veredicto de que es culpable".


Richard Bassett, que es miembro del jurado, hace castañetear sus dedos y en voz alta dice: "Deje Ud. este asunto a nosotros. Le aseguro, por Dios, que lo declararemos culpable".


El veredicto del jurado es unánime: culpable.


Al escuchar Felipe esa condena a muerte, inclina la cabeza. Agradece al Juez, después al jurado, y muy especialmente a Richard Bassett.


Los testigos contra John Lloyd no se presentan. Las evidencias de su sacerdocio las presentan: Samuel Hancorne, Benjamin Browne, la misma Margaret Lewis y John Nicholls. El jurado también declara culpable al sacerdote John Lloyd.


En la antesala de la muerte


De regreso a la Torre del Castillo, ambos son encadenados. Felipe pide al alcaide permiso para hacer traer su arpa. Con las cadenas en los pies, toca, canta y hace cantar a muchos en la prisión.


La ejecución es diferida casi tres meses. Hay rumores de una posible liberación. Debido a ello, Felipe y John empiezan a ser tratados con mayor atención. Les quitan las cadenas, les permiten salir de la celda y aun jugar tenis en el patio.


El 21 de julio, repentinamente, mientras Felipe juega un partido de tenis, es informado por el alcaide que su muerte ha sido fijada para el día siguiente en la mañana.


Después de terminar el partido de tenis, Felipe y John son nuevamente encadenados. Con mucha paz, dedica las horas a tocar el arpa, a cantar y a conversar alegremente con las numerosas personas que vienen a despedirse. Después a solas, con su amigo John, rezan un largo rato.



Hacia el patíbulo


El 22 de julio de 1679, alrededor de las nueve de la mañana, Felipe y John son subidos a una carreta en dirección a Gallows Field, el lugar del suplicio. Ambos van con los brazos atados a la espalda. Muy temprano, ambos han recitado al breviario.


Cardiff era una ciudad pequeña en ese entonces. La comitiva tomó la calle principal, hasta Gallows Field. No sabemos, con exactitud, qué actitud tomaron las personas que siguieron el cortejo. Sin duda, unos eran amigos, otros son hostiles.


Cuando llegan al lugar donde están las horcas, los dos las saludan con las palabras de San Andrés apóstol: "Salve, cruz santa, tanto tiempo deseada". Se ponen de rodillas y besan el cadalso.


Se levantan y preguntan al capitán Thomas Gibbon cuál de los dos deber  morir primero. Este dice: "Felipe Evans". Felipe abraza a su amigo y sube al patíbulo.



La última prédica


De pie, junto al cadalso, Felipe dice sus últimas palabras:


"Sin duda éste es el mejor púlpito que un hombre puede tener para decir un sermón. En verdad, solamente puedo decir de nuevo que muero por Dios y por la religión. Me siento muy feliz. Si tuviera muchas vidas, las daría todas, libremente, por esta buena causa.


Si yo pudiera vivir, eso seria por poco tiempo, aunque soy joven. Soy dichoso porque puedo adquirir con un sufrimiento breve una vida eterna. Yo agradezco a los que han sido amables conmigo, en especial a Ud., capitán.


Adiós, querido amigo John. Será por muy poco tiempo, porque, en breve, estaremos nuevamente juntos. Rueguen por mí, todos. Yo les devolveré estas oraciones, con el favor de Dios, desde el cielo. Si Uds., que me ven así morir libremente por mi religión, tienen un buen pensamiento sobre mi muerte, yo me sentiré feliz".


La muerte


Después, reza por el rey y termina pidiendo a los católicos presentes que se unan a su oración. Los amigos que están cerca se ponen de rodillas.


Al llegar a la horca, Felipe se dirige a John: "Padre Lloyd, cumpla lo que Ud. ha prometido".


No podemos saber el significado estricto de esta frase. Tal vez es una exhortación a tener valor, tal vez es un recuerdo, porque ha pedido recibir la absolución.


Después, hace una pausa. Felipe se concentra un momento, y dice con voz clara y cariñosa: "Señor, en tus manos encomiendo mi alma".


Unos segundos después, su cuerpo queda suspendido en la horca.


John, con l grimas en los ojos, contempla la ejecución de Felipe. Le da la absolución y mira, con veneración, cuando es descuartizado. Felipe tiene apenas 34 años.



Las cartas de Felipe


En la celda, Felipe deja dos cartas. Podrían ser para sus dos amigos: Christopher Turberville y Howell Corne, que son acusados de haber rechazado los juramentos de las Actas de Supremacía y Fidelidad.


En la primera, agradece al destinatario lo mucho que hizo por él, su amistad y preocupación constante. Le comunica su profunda alegría.


En la segunda, escrita en la misma mañana de la ejecución, promete, a su querido amigo y bienhechor, sus oraciones. Lo invita a no lamentarse por su muerte sino a unirse a su agradecimiento. Le pide no olvidarse del P. David Lewis, si él está todavía con vida. Esta es una referencia a que Felipe conoce la prisión de Lewis en Usk.



La glorificación


San Felipe Evans es canonizado por el papa Pablo VI, el día 25 de octubre de 1970, conjuntamente con San Edmundo Campion y otros ocho mártires jesuitas ingleses. También el mismo día el Papa canoniza al amigo de San Felipe Evans: John Lloyd.





























































SAN DAVID LEWIS



Fiesta: 1 de diciembre


Es el último de los mártires ingleses. En Gales, fue conocido por su caridad exquisita. Tuvo el sobrenombre de Tad y Tlodion, es decir, el Padre de los pobres.



Nacimiento y patria


David, al igual que Felipe Evans, nace en Monmouthshire de Gales, en la ciudad de Abergavenny, pero en el año 1616.


Su padre, Morgan Lewis, es protestante o m s bien un papista de Iglesia, es decir, católico que frecuenta el culto de la nueva fe. Morgan es el director de Escuela real de la ciudad. Poco antes de morir, se reconcilia con la Iglesia católica.


Su madre, Margaret Prichard, es una católica fervorosa. Los nueve hijos del matrimonio son educados en la antigua fe. Solamente David, el menor de todos, es obligado por su padre a aceptar la nueva religión.


La juventud de David transcurre, casi toda ella, en la pequeña ciudad de Abergavenny. La primera educación la recibe en la Escuela que dirige su padre. Este consigue para David una beca para que pueda continuar los estudios de derecho, en Court Inn, en Londres.



En el continente


A los diecinueve años, viaja al extranjero en compañía del hijo del conde Savage. En París, permanece tres meses.


Allí, el sacerdote jesuita John Talbot lo reconcilia con la antigua Iglesia católica.


Poco después, las guerras que azotan a Francia lo hacen regresar a Londres y a su tierra natal.



El discernimiento vocacional


Dos años después de su regreso a Gales, sus dos padres mueren a causa de la peste de 1638. En el lecho de muerte, Morgan Lewis se reconcilia con la Iglesia católica.


David, deseoso de dedicar su vida al estudio y al servicio de Dios, se determina por ingresar al Colegio Inglés de Roma. En este discernimiento lo ayuda su tío jesuita el P. John Prichard, quien es solamente seis años mayor que él y se cuenta en el grupo de sus más íntimos amigos.



En el Colegio Inglés de Roma


El 22 de agosto de 1638 deja, nuevamente, su patria. Parte a Roma con la ayuda económica otorgada por el padre jesuita Charles Gwyne.


Se presenta en el Colegio Inglés al día siguiente de su llegada a la ciudad eterna, el día 6 de noviembre. Tiene veintiún años.


En el Venerable Colegio Inglés, dirigido por la Compañía de Jesús, David estudia, en los siete años siguientes, los cursos de filosofía y teología, necesarios para su ordenación sacerdotal.





En la Compañía de Jesús


David es ordenado en Roma, en julio de 1642, como sacerdote diocesano.


Terminados sus estudios, vuelve a hacer un discernimiento vocacional con los jesuitas, que lo han calificado en los anales del Colegio como "un joven prudente y virtuoso".


Es también un buen predicador. Se conserva, en los archivos de la Compañía, un buen sermón en latín que David pronunció en presencia del papa Urbano VIII, en el día del martirio de San Esteban.


Ingresa a la Compañía de Jesús sin dificultad. Hace el noviciado en San Andrés del Quirinal. En la misma casa santificada por San Estanislao de Kostka y San Luis Gonzaga.



Los primeros ministerios


Después de los votos simples de pobreza, castidad y obediencia, es destinado a la Misión inglesa para una breve experiencia.


En Londres, se siente muy realizado y su trabajo es también apreciado por sus compañeros de la Misión. Sin embargo, el P. General lo hace volver a Roma y le señala como misión el ser Padre espiritual en el Colegio Inglés.


Esta misión dura solamente un año. David, formalmente, suplica ser destinado a la Misión de Gales. Por lo demás, también los jesuitas de Inglaterra presentan al P. General la conveniencia de que David regrese a Gran Bretaña.



En la Misión de Gales


David tiene 32 años cuando llega, en 1648, a su tierra natal de Monmouthshire. Y, ciertamente, no es fácil esa época para un sacerdote misionero. La guerra civil inglesa ha repercutido, desastrosamente, en la situación tan débil de los católicos.


Pero David, ignorando los riesgos, desde el casi desconocido Colegio de Cwm comienza a visitar las casas católicas. Viaja de noche, casi siempre a pie, por los pobres caminos y bajo todos los climas. Lo acompaña el sufrimiento de sus dientes, que ha sido su cruz durante años.


Su generosidad, para con los más necesitados, le gana el nombre de Tad y Tlodion, es decir: Padre de los pobres. Una de las casas que visita regularmente es la de Thomas Gunter en Abergavenny.


Durante varios años, David vive en Llantarman Abbey, una antigua abadía cisterciense, propiedad de la familia Morgan. Sir Edward Morgan, el teniente gobernador y juez de paz, se las ha arreglado para conservar su fe católica y alojar sacerdotes en su casa. La capilla está bien provista y, con frecuencia, varios centenares de fieles acuden a los servicios religiosos de David.


En los informes, que David envía regularmente a los superiores de la Compañía, figuran también otros sitios donde ejerce el ministerio: Monmouth, Usk.



Superior en Cwm


Dos veces, en los treinta años de ministerio en Gales, el P. David Lewis desempeña el cargo de Superior de los jesuitas de Cwm, en el llamado Colegio San Francisco Javier. Desde allí organiza el ministerio de los jesuitas que atienden 33 puestos de misión.




En el primer gobierno de David, los jesuitas de Cwm son diecinueve. La existencia de la casa jesuita es conocida por las autoridades y es m s bien tolerada. La presencia del carro, que compra las provisiones, todos los sábados, en el mercado de Monmouth, es por cierto conocida y muy esperada por los vendedores.


En el segundo gobierno de David tiene lugar el complot fraguado por Titus Oates.


Las noticias de lo que sucede en Londres, llegan muy pronto a Gales. La detención y el juicio de siete jesuitas ingleses lo obligan a actuar sin demora. Por el consejo de sus jesuitas, y el parecer de los católicos, David decide, con prudencia, dispersar a sus sacerdotes.



La búsqueda


Antes de Navidad, las autoridades galesas llegan con poderes a la vieja casa de campo de los jesuitas de Cwm. La encuentran vacía, a excepción del mayordomo y de algunos sirvientes. La comunidad se ha alejado.


Algunos est n en casa de católicos amigos. Otros han partido, en ministerio, hacia las montañas y los bosques. Casi todos los moradores de la zona de Cwm tienen casas espaciosas, con varios accesos y lugares secretos, donde pueden ocultarse.


En la casa jesuita de Cwm, el juez de paz John Arnold ordena un registro muy prolijo. Descubre un buen número de libros y papeles, también ropa, ornamentos, hostias, campana, crucifijos y reliquias. Encuentra también instrucciones del P. General de la Compañía y catecismos católicos.



La detención del Superior


La recompensa en dinero, ofrecida por John Arnold, convence a William James para traicionar a David Lewis. El mismo James hace de guía al piquete armado de la justicia.


En la madrugada del día domingo 17 de noviembre de 1678, en una casa de Llantarnam, David está casi listo para empezar la misa. Con violencia es detenido y, como pruebas, se llevan también los vasos sagrados y ornamentos.


La comitiva sale en dirección a Monmouth. A media jornada, se detiene, en Llanfoist, donde espera el juez de paz.


A las dos de la tarde, montado en un caballo y custodiado por doce hombres armados, es conducido a Abergavenny. Por ser domingo, las calles de su ciudad natal están llenas de gente que lo ve pasar.



Las primeras acusaciones


En Abergavenny, ante John Arnold, el juez de paz, David es acusado de ser sacerdote. El traidor William James jura que ‚l lo ha visto celebrar misa m s de veinte veces.


Cuando el juez le pregunta por su participación en el complot de Titus Oates, David niega, con juramento, su conexión. Pero John Arnold, molesto, anota que a un católico no se le pueden creer los juramentos.



La prisión


En la prisión de Monmouth, David permanece dos meses. Le dan una celda amplia, por la cual un amigo cancela catorce libras por semana. Tiene fuego, sábanas y velas. También puede recibir visitantes.


Se conserva una carta de David: "Me tuvieron prisionero con estrictez, encerrado de noche y vigilado en el día, aunque algunos amigos pudieron visitarme acompañados por un guardia".


En el mes de enero de 1679, se decide el traslado a la prisión de Usk. El día 13, un día extremadamente frío, la comitiva viaja a caballo.



En la cárcel de Usk


En la prisión de Usk, llamada la Casa de la Corrección, está concentrado el mayor número de católicos galeses que han rechazado prestar los juramentos de Supremacía y de Fidelidad.


La primera tarea de David es atender a esos hombres y mujeres que est n siendo testigos de su fe. Todos están a la espera del inicio del próximo período judicial que decidirá sus vidas.



El juicio


La Judicatura de primavera se inicia en Usk el 28 de marzo de 1679, presidida por los jueces: Sir Robert Atkins, John Arnold y Henry Probert.


Esa tarde, el P. David Lewis es acusado por el cargo de ser sacerdote. No se hace mención alguna de la complicidad en el complot de Titus Oates.


Al día siguiente, en la sesión de las diez de la mañana, el P. Lewis aboga por un veredicto de no culpable. Se convoca a un jurado, ante cuyos miembros el acusado puede presentar razones.


El sheriff James Herbert ha seleccionado a hombres honestos y no parece probable que ellos estén inclinados en favor de Lewis. Sin embargo, John Arnold objeta a un número considerable de ellos, por considerarlos sospechosos de ser católicos o amigos del acusado.


El sheriff, indignado, reclama, pues se quiere nombrar a personas no imparciales. Ese desahogo del sheriff ocasiona una reprimenda de Sir Atkins. Al fin el jurado queda conformado por hombres nombrados por John Arnold.


El primer testigo convocado es William Price, quien había sido católico durante dieciocho años y ahora es protestante. Él afirma haber recibido los sacramentos de manos de David Lewis, durante diecinueve meses. El siguiente testigo es Dorothy James, la esposa de William James. Ella afirma que no solamente lo ha visto celebrar misa, sino también administrar los sacramentos de la Eucaristía y Penitencia, bendecir matrimonios, bautizar y ungir con óleo. Agrega que Lewis la engañó, pidiéndole ocho libras para rescatar del Purgatorio el alma de su padre.


Después de escucharla, David Lewis contesta, con vehemencia, que él jamás ha recibido un penique, ni de ella ni de su marido. La risa de Dorothy James, al ser preguntada si tiene algo que agregar, molesta a Atkins.


El testimonio de William James es m s breve. Solamente señala que el acusado ha dicho misa y ha administrado muchas veces los sacramentos. El testigo Myane Trott dice las mismas cosas.


Sir Robert Atkins, queriendo mostrar imparcialidad, convoca a otros testigos. Roger Seyes, quien estuvo presente en el arresto de Lewis, afirma que él jamás lo ha visto celebrar misa.


El testigo John James contesta con evasivas. Sir Robert le habla con dureza: "¿Qué pasa, está Ud. acaso muerto o tiene miedo de ser azotado? Míreme y hable".


Por fin, la única información que entrega John James es que el P. Lewis celebró misa en el día de su matrimonio.


Catherine Thomas, al ser interrogada, se niega a dar respuesta: "No dirá nada, hagan de mí lo que quieran".


John Arnold insiste en que un hombre llamado Cornelio sea traído a la corte, pues éste ha sido seminarista y conoce bien a Lewis. Al interrogarlo, Cornelio dice que él es un hombre ignorante, apenas un criado del P. Lewis, que no sabe qué es la misa, aunque confiesa ser católico.



La defensa de David


Terminados los testimonios, David, con notable calma y habilidad, inicia su propia defensa.


Basa su argumento en que ninguno de los testigos ha podido probar el cargo que se le imputa, es decir, que haya sido ordenado sacerdote católico en el continente. "Si no hay ordenación, no soy sacerdote, y sin sacerdocio, no puedo decir misa".


Sir Robert Atkins se exaspera, con las palabras de Lewis: "¿Qué es lo que Ud. pretende? ¿Quiere, acaso, que nosotros vayamos a buscar en los registros romanos, o que convoquemos a personas que hubieran estado presente en el día de su ordenación?. El que celebra Misa, comete traición".


Atkins determina que la evidencia presentada es m s que suficiente para asegurar un veredicto de culpabilidad.


Lewis arguye que, a pesar de lo que hayan dicho los testigos, primero se debe probar su ordenación sacerdotal. Si no consta que sea sacerdote, de ninguna manera ‚l puede decir misas v lidas. El que digan que lo han visto celebrar misas no es prueba de su ordenación. Además, él declara que jamás ha visto al señor William Price. Respecto a Mayne Trott, dice conocerlo porque su mujer es su pariente, que vive de la caridad, y que es probable que haya sido inducido a dar un falso testimonio.


David afirma, también, que los testimonios de la familia James son abiertamente sectarios. Dorothy James ha jurado que ella no va a descansar hasta "lavar sus manos en su sangre y hacer porridge con su cabeza".


Aunque estas palabras son confirmadas por cuatro testigos, el Juez decide no considerarlas.



La condena


El jurado se reúne y emite, casi de inmediato, el veredicto de culpabilidad. David es obligado a escuchar los detalles enumerados y a inclinar la cabeza ante la sentencia de condenación a muerte.


"Ud. será conducido desde este sitio a la cárcel de donde vino. Será colocado en una carreta y llevado al lugar de ejecución. Será ahorcado. Se le bajará antes de morir. Su cuerpo será desgarrado y se sacarán las entrañas. Se le cortarán las manos y los pies y se quemarán ante sus ojos. Dios tenga misericordia de su alma".


Varios otros prisioneros católicos son juzgados, juntamente con David, en el mismo juicio. Casi todos son encontrados culpables, pero en la sentencia son exonerados. Solamente David es condenado.



En Londres


En el mes de abril, David es enviado a Londres, con otros sacerdotes, para nuevos interrogatorios.


El día 9 de mayo, fecha del martirio del benedictino Thomas Pickering, David pasa por Tyburn, el lugar de ejecución, en su camino a Newgate, su nueva prisión.


De las tres cárceles de Londres, Newgate es sin duda la más odiosa. Est  considerada como la antesala de la muerte en Tyburn. Allí encuentra a sus amigos jesuitas, ya condenados, que esperan el cumplimiento de sus condenas a muerte. Ellos son los futuros Beatos: Thomas Whitbread, el provincial, John Fenwisk, John Gavan, William Harcourt y Anthony Turner.


En Newgate, a David Lewis se le ofrece un trato: la vida y dinero, si acepta la nueva fe y declara los detalles acerca del complot de Oates.


"Dar detalles del complot me es imposible, porque no sé nada de él. Aceptar la nueva fe es ir contra mi conciencia".



De regreso en Usk


El 9 de junio, es llevado nuevamente a Usk. Con audacia, los amigos dan innumerables pasos para postergar la ejecución de la sentencia.

El mismo sheriff, James Herbert, la dilata tres meses, con la esperanza de que el rey, que no cree en el "complot papista", ordene el indulto. En un momento hasta el mismo David llega a pensar que va a ser puesto en libertad.


Las visitas de los amigos y de católicos van creciendo con los días. Varios reciben, de David Lewis, los sacramentos. John Arnold acusa de negligencia a los carceleros. El sheriff es reprendido por descuidar su deber.


David dedica, esos tres últimos meses de su vida, a confirmar a sus amigos, a los católicos, y a llamar a muchos a que regresen a la fe.



El camino hacia la muerte


Por fin, el 27 de agosto de 1679, se ejecuta la condena de muerte. Nadie, en Usk, es conseguido como verdugo.


El día anterior, todos los carpinteros de la ciudad han salido, misteriosamente, con sus herramientas. Después de mucho buscar, un herrero convicto se presta a ser verdugo, a cambio de su libertad y por doce coronas.

El prisionero es conducido desde la prisión de Bridge Street, en una carreta, hasta la plaza de Usk.


Como esa ejecución no es aceptada por la mayoría, una gran multitud se congrega en el lugar. El P. David Lewis, jesuita de 63 años, es demasiado conocido y, por su larga vida sacerdotal, respetado por todos. Sus parientes est n en todas partes y, por cierto, asisten conmovidos. Su proverbial caridad es recordada, con respeto, aun por los no católicos.



La última prédica


David ha tenido largo tiempo para preparar el último sermón.


"Aquí hay una gran multitud. Quiera el Señor salvar el alma de todos. Yo creo que Uds. est n aquí para asistir a la muerte de este compatriota, pero también para oír sus últimas palabras.


Mi religión es la católica romana, en ella he vivido m s de cuarenta años. En ella, hoy, muero y lo hago con firmeza. Aunque me ofrecieran todas las cosas del mundo, no renunciaría a ella. Nadie podría remover de mi fe católica romana una brizna de mi cabello. Yo soy un católico romano.


Soy un sacerdote. Soy un sacerdote católico romano perteneciente a la Compañía de Jesús. Bendigo a Dios, porque me ha llamado a esta vocación. He sido condenado por decir Misas, por oír confesiones y administrar los sacramentos. Decir la Misa es la más antigua y alabada liturgia de la santa Iglesia. Todo lo que he hecho est  relacionado con mi religión. Yo muero, por lo tanto, por mi religión católica".


Poco después, David se dirige a los católicos:


"Queridos amigos, entréguense a Dios, honren al rey, permanezcan firmes en la fe, confiesen los pecados, frecuenten los sacramentos de la santa Iglesia, sufran con paciencia las aflicciones y las persecuciones, perdonen a los enemigos".



La última oración


Después, exhorta a todos a unirse en oración y, con unción y mucha fuerza, los católicos van repitiendo sus palabras:


"Soberano Señor, Padre eterno que estás en el cielo, Creador de todo, Conservador de todo, único Autor de la gracia y la gloria, yo me postro ante Ti y te adoro.


Hijo de Dios encarnado, Dios verdadero, Tú fundaste la Iglesia en esta tierra con tu Sangre y la hiciste Una, Santa, Católica y Apostólica hasta el final de los tiempos. Todo lo que la Iglesia sostiene de Ti, es revelación tuya. Lo que ella enseña y manda creer, yo lo creo enteramente.


Santo Espíritu de Dios, que haces que el sol brille sobre buenos y malos, que la lluvia caiga sobre justos y pecadores, yo te alabo y agradezco las innumerables gracias que me has otorgado, a mí tu indigno siervo, en los años que he vivido en la tierra.


Oh santa Trinidad, tres Personas y un solo Dios, desde lo más íntimo de mi corazón, me arrepiento de haberte ofendido. Ten misericordia de mí. Por los méritos de mi Redentor espero la salvación.


La gracia de Nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo, estén con todos Uds. Amén.


La paz de Dios, que va m s all  de todo entendimiento, guarde el corazón y la inteligencia de Uds. en el conocimiento del amor de Dios y de su Hijo Nuestro Señor.


Que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, est‚ con todos Uds. y permanezca para siempre. Amén. Dulce Jesús, recibe mi alma"



La muerte


Cuando termina su oración, David dice que est  listo para morir. En el foso excavado han puesto un piso alto. David sube, con la cuerda en el cuello. El piso es removido y David queda suspendido en la horca.


Antes de que terminen los estertores, es bajado. Le sacan las entrañas, pero no es descuartizado, por orden del sheriff, que no desea exasperar a los presentes.



Un juicio después de la muerte


Un año después, John Giles, la principal autoridad de Usk, obtiene la revisión del juicio condenatorio de David. Se condena a John Arnold por haber sido injusto.


El cuerpo de David es sepultado con honores en el patio de la parroquia. El sheriff no asiste pero envía a un subalterno. Los católicos acuden de todo Gales.


En la tumba se pone un epitafio: "Aquí yace David Lewis, condenado por ser jesuita y sacerdote. Fue ejecutado el 27 de agosto de 1679".




La glorificación


Los mártires galeses, de la arquidiócesis de Cardiff, fueron beatificados en 1929, por el papa Pío XI. Pablo VI los canonizó, solemnemente en Roma, el 25 de octubre de 1970, conjuntamente con otros ocho mártires jesuitas de Inglaterra.





























































SANTOS JESUITAS


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Nihil Obstat

Imprimi Potest

Guillermo Marshall Silva, S.J.

Provincial de la Compañía de Jesús en Chile

Santiago, 4 de julio de 1995




Imprimatur

Sergio Valech Aldunate

Vicario General de Santiago de Chile

Santiago, 10 de agosto de 1995




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804 MARITZA ELEODORA DE LOS SANTOS DE LOS SANTOS
A POLISSEMIA NO DISCURSO DA PROPAGANDA LUCIMARA P SANTOS
ABIGAIL BARTLET JOSIAH BARTLET JOSH LYMAN MATT SANTOS TOBY


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