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Valor del cuerpo: masculinidad y feminidad






Inmersos en una sociedad en la que la belleza de “el cuerpo” es considerado como un valor, se hace necesario analizar cuál es el verdadero valor que desde la perspectiva de la orientación familiar debemos tener y transmitir a los hijos sobre lo que cuerpo humano es y vale.


El ser humano está formado por un cuerpo material y un alma espiritual, integrados entre sí, de tal manera que forman una unidad sustancial compleja (Aristóteles). Ni el cuerpo es “la cárcel del alma”, como creía Platón, ni tampoco un instrumento al servicio del espíritu.



El cuerpo no es algo externo a la persona, se entrelaza con su componente espiritual siendo una parte esencial del mismo ser personal: “Mi cuerpo es mi yo, es yo mismo”.El cuerpo que esta misteriosamente unido al alma, es el elemento que permite la manifestación personal, “es la persona”, que vive gracias a su alma espiritual. La parte anímica del hombre no está situada en el cerebro o en el corazón, sino que vivifica todas las partes del cuerpo, dándoles unidad.


Cuando hacemos algo con el cuerpo, es la persona, no el cuerpo, quien realiza el acto. Gran parte de lo anímico y espiritual tiene siempre también una manifestación y expresión corporal. Distintos aspectos del alma se expresan a través de diversos aspectos del cuerpo: “La cara es el espejo del alma”.


A partir del siglo XIX, con una visión antropológica de la filosofía, es cuando se pone de manifiesto la importancia y valor del cuerpo como:



El cuerpo humano es el medio de expresión y manifestación de la persona, que se revela a sí misma a través del “lenguaje del cuerpo”.


El cuerpo comunica” por la expresión externa de la masculinidad y feminidad (diferencias somáticas); pero también se manifiesta a través de las funciones de las estructuras internas del organismo (fisiología de la reproducción, digestión, respiración), de las reacciones somáticas (cansancio, envejecimiento, dolor), y psicosomáticas (risa, llanto, tristeza, rubor).


El “lenguaje del cuerpo” tiene un significado importante en las relaciones interpersonales, pero principalmente cuando se trata de las relaciones entre hombre y mujer, en las que se pone de manifiesto el influjo recíproco de la masculinidad y feminidad.


  1. Masculinidad y Feminidad:


Hombre y mujer constituyen dos expresiones de una misma sexualidad humana: sexualidad femenina y sexualidad masculina.


El conjunto de caracteres normales, propios y exclusivos de la sexualidad femenina, es lo que constituye la feminidad. Igualmente, la masculinidad representa el conjunto de caracteres normales, propios y exclusivos de la sexualidad masculina. Como consecuencia de su feminidad y masculinidad, hombres y mujeres son distintos pero, a su vez, complementarios.



Feminidad y masculinidad presentan características diferenciales a distintos niveles:



Estas características diferenciales, generales para cada sexo, presentan a su vez diferencias individuales, propias de cada persona en particular.


A través de sus diferencias, feminidad y masculinidad son a su vez complementarias. Cada uno tiene lo que falta y complementa al otro, y entre los dos, constituyen un todo armónico: “Es la armonía de una partitura a dos voces”.


Esta complementariedad alcanza su máxima expresión en la vivencia del acto conyugal:


Para el desarrollo de una personalidad armónica y equilibrada es indispensable asumir plenamente nuestra feminidad ó masculinidad, y su diferencia con el sexo opuesto.


  1. Diferenciación sexual:


La primera diferenciación entre los dos sexos queda establecida en el mismo momento de la fecundación, cuando al unirse el óvulo y el espermatozoide queda determinado el sexo genético de la persona: XX, hembra, XY, varón.


A partir de la fecundación, el desarrollo del embrión es idéntico en ambos sexos hasta aproximadamente los 40 días de gestación. En ambos casos, presenta una gónada indiferenciada, que posteriormente se transforma, según sea el sexo genético, en gónada masculina o testículo o en gónada femenina u ovario, determinando así el sexo gonadal. (gónada: órgano encargado de la formación de las células sexuales)


Después de la formación de las gónadas y bajo la influencia de las secreciones hormonales de las mismas, aparecen de forma prácticamente espontánea los caracteres sexuales primarios, constituidos por los órganos genitales internos y externos propios de cada sexo. Por la simple observación de los órganos genitales externos, el recién nacido, es declarado y registrado como hembra ó varón, determinándose así lo que se denomina sexo del estado civil.


A partir del nacimiento y durante la infancia, los caracteres sexuales primarios prosiguen su desarrollo bajo la influencia de una débil secreción de las hormonas sexuales propias de cada sexo. Con la pubertad, la secreción de hormonas sexuales por parte de las gónadas aumenta considerablemente, dando lugar a la aparición y desarrollo de los caracteres sexuales secundarios que podemos definir como el conjunto de modificaciones morfológicas, somáticas y funcionales características de cada sexo, y que diferencian a hombre y mujer (distribución del pelo, desarrollo mamario, estructura ósea, gravedad de la voz, inicio de la función reproductora, etc.).


Existe también un sexo del comportamiento, determinado por dos factores:



La interacción de estos dos factores determina el comportamiento sexual de la persona: su identificación con un sexo concreto, sus actitudes hacia otras personas, el desarrollo de su vida afectiva, etc.



  1. Descubrimiento de la identidad sexual:


La identidad sexual es la sensación personal de la propia masculinidad ó feminidad integral.


El niño descubre su identidad sexual hacia los 3 años de edad, asociado al descubrimiento de la heterosexualidad de los padres. En esta época (2 a 4 años) el niño toma conciencia de la diferencia sexual entre hombre y mujer: las figuras de los padres se sexualizan.


Este descubrimiento despierta en él interés e inquietud: unos tienen pene y otros no. Entonces para el niño sólo existe un órgano genital: el órgano masculino, y la mujer ó la niña son reconocidas por la falta del pene. Esto alimentará a la vez en la niña el deseo del pene, y en el niño, la angustia de castración.


Del descubrimiento de la diferencia anatómica de los sexos, se desprende el reconocimiento de la diferencia del rol masculino y femenino.



Hacia los 5 años el niño entra en un período de calma aparente ó fase de latencia, que se prolonga hasta la pubertad. Durante este período, el niño entra en la edad de la razón, se impregna de imperativos del YO y asimila el status propio de su sexo. Así, gradualmente, el niño va consolidando su identidad sexual hasta que de forma consciente, establece diferencias

sexuales que se traducen en actitudes hacia los demás y hacia sí mismo.


Es imprescindible que antes de llegar a la pubertad, niños y niñas sean plenamente conscientes del sexo al que pertenecen, de las características propias de su sexo y de las diferencias con el sexo opuesto. Para que lleguen a sentirse cómodos, satisfechos, e incluso orgullosos de pertenecer a su grupo sexual, es importante que aprendan a conocer las virtudes y posibilidades de su sexo y a no valorar como carencia, lo que realmente es una diferencia.


Sólo quien se siente auténticamente hombre o auténticamente mujer, y es feliz siéndolo, estará en condiciones de sentir conscientemente y grata atracción por el otro sexo.


La mentalidad y usos “UNI-SEX” constituyen un peligro en el desarrollo y consolidación de la identidad y la orientación sexual, al transmitir la idea y la imagen de una unificación sexual inexistente en la naturaleza. Es aconsejable en estas edades cuidar y fomentar la diferenciación sexual: niños muy varoniles y niñas muy femeninas, con naturalidad, sin llevarlo a extremos.


En la pubertad, bajo la influencia de las transformaciones biológicas hormonales, se inicia el desarrollo de los caracteres sexuales secundarios, que van a determinar la identidad somática propia de cada sexo. El niño se convierte biológicamente en adulto, aunque por su lógica inmadurez, no será admitido como tal hasta después de algunos años de adolescencia. Durante la pubertad y la adolescencia, principalmente en la preadolescencia se va a consolidar la orientación sexual de la persona y la adopción de su papel sexual.


El papel sexual es la expresión pública de la identidad sexual: opciones y acciones que muestran a los demás la masculinidad ó feminidad de una persona.


La orientación sexual: es el patrón persistente de atracción física y/o emocional hacia los miembros del sexo opuesto (heterosexualidad) ó del mismo sexo (homosexualidad).


La dirección de la orientación sexual y la adopción de un papel sexual vienen determinados por la interacción de tres factores:




Es a nivel de la dinámica familiar y del ambiente social, donde con mayor facilidad y frecuencia aparecen circunstancias que pueden alterar la normal orientación sexual del adolescente: su relación con las figuras paterna y materna, el rol que desempeña en la familia, los amigos, los lugares y ambientes que frecuenta, la influencia de grupos ó ideologías, etc.


A partir de la pubertad, la persona debe tener plena conciencia de que su sexualidad debe ser sometida a códigos éticos y morales.Es importante fomentar, desde la pubertad: el respeto hacia la sexualidad y la fecundidad potencial que le acompaña, el valor de la diferenciación sexual y su complementariedad, el desarrollo del autodominio y la importancia del uso responsable de la sexualidad.


Se habla de trastornos de la identidad sexual cuando existe una incongruencia entre el sexo anatómico y la identidad sexual del individuo tales como: la homosexualidad, el transexualismo, el travestismo, el exhibicionismo, etc.


Existe un trastorno de la identidad sexual en la infancia, que tiene lugar en niños pre-púberes de sexualidad inmadura y se caracteriza por una sensación persistente de malestar e inadecuación del niño/niña respecto a su sexo anatómico, así como deseo de pertenecer al otro sexo. Este trastorno suele manifestarse antes de los 4 años y es causa de problemas de escolarización y socialización hacia los 7-8 años de edad.


Es importante que estos niños reciban tratamiento psicológico a tiempo, para poder reorientar su identidad sexual antes de llegar a la pubertad y así evitar la aparición de un trastorno psicosexual más importante.


El desarrollo de la sexualidad está estrechamente asociado al desarrollo de la personalidad. Todo desequilibrio de la personalidad, se acompaña de una problemática sexual y viceversa.


  1. La homosexualidad:


La homosexualidad es la atracción sexual y emocional persistente hacia los miembros del mismo sexo.


La homosexualidad ha existido en la mayoría de las culturas y de las sociedades. Los pueblos antiguos aceptaban la sodomía como una forma de relación sexual. Pero a partir del siglo XIX, la clase médica reconoce la sodomía como la manifestación de una patología del comportamiento a la que dan el nombre de homosexualidad, siendo considerada desde entonces ésta como una patología del comportamiento. La mayoría de las organizaciones gays rechazan el término “homosexual” por su concepto médico de patología y prefieren el de “gay” en inglés, “gai” en francés o “gaio” en italiano, que quiere decir, persona alegre, festiva, jovial y de vida disipada.


Como consecuencia de la revolución sexual y el amor libre, se ha observado en los últimos años un progresivo y creciente reconocimiento social y legal de la condición homosexual, que ha llevado a gays y lesbianas a manifestar sin ningún reparo, abierta y públicamente, sus tendencias y comportamiento homosexual.


La presión gay, que sobre todo en Estados Unidos tiene una gran fuerza, también se ha hecho sentir en el ámbito de la ciencia. Así en 1973, la Asociación Americana de Psiquiatría deja de considerar la homosexualidad como una patología del comportamiento y la recalifica como una “orientación o expresión sexual”. Y en 1980, dicha Asociación acaba por retirar la homosexualidad de su Manual de Diagnósticos.


Hoy, en la búsqueda de un ansiado respaldo científico que proporcione respetabilidad a la comunidad gay, el tema estrella es el supuesto carácter innato de la homosexualidad, para justificar que el homosexual nace, no se hace.


Se dice que ya, desde antes de nacer, como consecuencia de influencias genéticas, determinadas estructuras biológicas, (hormonas, enzimas, etc.) condicionan fuertemente la cristalización de la tendencia sexual.


Dado que en el 97-98% de los mortales, lo que aflora y cristaliza es la tendencia hetero-sexual, se podría pensar, que el escaso 2-3% de individuos en los que aflora una tendencia homosexual, representarían un fallo, una alteración, una anormalidad, de los mecanismos biológicos.


Los conocimientos que se tienen, indican que las personas inclinadas a la homosexualidad nacen con las mismas características físicas y psíquicas que cualquier otra. Por constitución una persona no es homosexual, sino heterosexual. Estrictamente, los homosexuales ú homófilos no existen, como tampoco existen en todo el reino animal. Lo que existen son personas con inclinaciones homosexuales.


Los psiquiatras han llegado, por fin, a la conclusión de que los factores genéticos, hereditarios, constitucionales, glandulares u hormonales, no tienen ninguna importancia como causas de la homosexualidad” (L.J. Hatterer, psiquiatra americano)


A través de las investigaciones y tests psicológicos desarrollados en los últimos decenios, los investigadores han llegado al acuerdo de concebir la homosexualidad como “un problema de identidad sexual” originado en un complejo de inferioridad ante el propio sexo, en el que subyace una personalidad bloqueada, fijada en una forma de vida sexual infantil e inmadura.


¿Por qué un chico puede desarrollar un complejo de inferioridad homosexual?


Un chico puede llegar a sentirse menos masculino, menos viril, por haber sido criado de modo hiperprotectivo por una madre absorbente y un padre ausente o que ha tenido poca importancia en su educación, lo que determina una carencia del rol masculino en la vida del niño.


Pero es en la preadolescencia cuando llega el momento decisivo, cuando el chico se compara con otros, respecto a sus cualidades masculinas: aspecto varonil, fuerza, resistencia, etc.


Si a pesar de las influencias familiares negativas, el chico consigue superar la barrera y se integra, el peligro de una evolución homosexual está superado. Si por el contrario, desalentado y oprimido por la sensación de insuficiencia, el chico se repliega en un sentimiento de autocompasión, con la penosa conciencia de ser distinto, en sentido negativo, se acaba generando un complejo de inferioridad con respecto a su sexo, que potencia la aparición de las tendencias homosexuales.


Hoy la homosexualidad puede considerarse como un trastorno psicológico que se puede curar.


Corroboran esta esperanza experiencias como las del psicólogo holandés Gerard Van Den Aardweg,, autor del libro “Homosexualidad y Esperanza”, que tras veinte años de estudio sobre la homosexualidad, ha llegado a tratar a más de 225 hombres homosexuales y unas 30 mujeres lesbianas. También las experiencias de Organizaciones Americanas de ideología Cristiana como “Coraje” y “Exodus”, en las cuales los homosexuales que consiguen superar su condición, sirven de modelos de fortaleza y esperanza para muchos otros.


Los resultados que se consiguen son satisfactorios y dependen de varios factores: motivación del paciente; constancia en el tratamiento, sinceridad sobre todo consigo mismo, influencia del entorno, etc.


De todo lo expuesto sobre el tema de la homosexualidad, podemos concluir:



Es muy importante para la educación de la sexualidad y la afectividad de nuestros hijos, sobre todo en la pubertad, adolescencia y juventud, que aprendan a respetar al homosexual como persona que es, pero conscientes de que tendencia y comportamiento homosexual, no es una variante normal de la sexualidad humana, sino una verdadera patología.


  1. El pudor:


El pudor es la “tendencia a mantener la propia intimidad a cubierto de los extraños”.


La intimidad es la zona espiritual y reservada de una persona. Aquello que existe en lo más profundo de nosotros mismos y que forma parte de la esencia de nuestra realidad personal.

Desde el punto de vista antropológico, pudor e intimidad, forman un binomio inseparable


En contraposición a la idea de que el pudor es un condicionamiento social de tipo cultural, es importante poner de manifiesto el hecho de que el pudor es inherente a la persona humana y tiene un carácter estrictamente personal.


La persona es dueña de su propia intimidad, y la protege a través del pudor. Gracias al pudor, la persona es dueña de sí misma, se posee a sí misma y por eso, puede entregarse libremente a otra persona concreta.


Nuestra intimidad es nuestra y no de todo el mundo. Por consiguiente, podemos, libremente, hacer entrega de la misma a una persona concreta, con la cual queremos compartirla. Pero para entregar nuestra intimidad hace falta mantenerla en el mejor estado posible y el pudor, que actúa como salvaguarda de esa intimidad, es lo que permite a una persona poder entregarse a otra persona única e irrepetible, en un acto privado, exclusivo de los dos.


El hombre construye casas porque necesita proyectar espacialmente su intimidad: “mi casa”, es mi lugar íntimo, es mi intimidad. Pero también en la casa existen niveles de intimidad: el recibidor, el salón, la habitación, el cuarto de baño, etc. Vivir con otras personas en la misma casa, es compartir intimidades. Cuando se invita a un amigo a la propia casa, se le está invitando a compartir nuestra intimidad familiar.


El pudor referido al lenguaje, es la tendencia a no expresar verbalmente y de forma indiscriminada, nuestra intimidad afectiva: emociones, sentimientos y estados de ánimo. Pero ese mismo lenguaje es el que nos da la posibilidad de entregar y compartir nuestra intimidad afectiva con la persona elegida, a través de una comunicación interpersonal.


El pudor en cubrir el propio cuerpo significa que nuestro cuerpo es de nuestra propiedad: que no está a disposición de nadie, que no estamos dispuestos a compartirlo con todo el mundo y que estamos en condiciones de entregarlo a una persona ó de no entregarlo a nadie.

En la medida en que “mi cuerpo” es mi persona, mi cuerpo es también mi propia intimidad. Decimos que una persona no tiene pudor cuando se comporta en público de la manera en que las demás personas suelen hacerlo solamente en privado.


El pudor aparece de forma espontánea y natural tanto en las niñas como en los niños, alrededor de los 9-10 años, cuando de repente descubren que su cuerpo, expresa y representa su propia intimidad.


En ese momento, los niños quieren preservar su intimidad y comienzan a ser más pudorosos: sienten vergüenza a desvestirse ante los demás a pesar de que antes lo hubieran hecho sin recato; quieren ducharse solos y se tapan al salir de la ducha; en las playas y piscinas no hay forma de que se cambien delante de la gente, quieren llevar siempre puesto el bañador y las niñas no se conforman sólo con las braguitas.


A muchos padres les cuesta entender este cambio repentino, sobre todo a aquellos que han educado a sus hijos compartiendo la desnudez de sus cuerpos desde pequeños, en base a una mentalidad “naturalista” (ducharse juntos, ir desnudos por casa, playas de nudistas ó top-less).


Y con frecuencia, esta actitud pudorosa del niño, es también motivo de burla y de comentarios irónicos por parte de los padres, que sin darse cuenta hieren los sentimientos de sus hijos al no reconocer el valor que tiene para ellos su naciente intimidad.


Respetar el pudor de los hijos es contribuir a consolidar su intimidad y su madurez personal.



  1. Culto al cuerpo:


En la sociedad actual existe una clara tendencia somaticista en la que el cuerpo se ha convertido en casi un valor absoluto.


Se han invertido los papeles, y ahora es el espíritu el que se pone al servicio del cuerpo, para proporcionarle a éste todo lo que pueda resultarle apetecible y placentero.


Una vulgar creencia materialista transmite la idea de que las cualidades de una persona están en su físico, en su edad, su sexo o su raza. La personalidad, el carácter, la inteligencia, el espíritu, los valores interiores de la persona, no tienen por que sobresalir necesariamente. El concepto de “persona”, formada por un cuerpo íntimamente ligado a un espíritu, que lo anima y le confiere su dignidad de persona, es ignorado por muchos y soslayado por otros.


Como consecuencia de esta mentalidad somaticista, hoy se le rinde un verdadero “culto al cuerpo”, como si la persona fuera, exclusivamente “su cuerpo”, hasta tal punto que la mayor parte de personas fundamentan su “autoestima” sólo en su aspecto físico, ignorando sus verdaderos valores personales.


Manifestaciones sociales de esta mentalidad son:


l.- La anorexia: Trastorno de la alimentación en el que, por un miedo irracional a engordarse, se deja de ingerir alimentos. El peso se convierte en una obsesión que hace que, a pesar de estar muy delgada, la persona se siga viendo gorda. Suele afectar más a chicas adolescentes, generalmente estudiosas, responsables, dóciles, que no suelen salir con chicos, ni tener interés por la sexualidad.


Es una enfermedad grave que compromete a todo el organismo y que puede llevar a quien la padece a la muerte ó al suicidio. Su tratamiento es psiquiátrico, requiere hospitalización y la atención de distintos especialistas Cada vez son más frecuentes los casos de anorexia, habiéndose diagnosticado también en niños pre-púberes y en mujeres adultas.


2.-Las intervenciones de estética: Esta moda es particularmente nociva porque parte de un presupuesto imposible: que el cuerpo se puede cambiar.


Bien es verdad que se generalizan las prácticas de la cirugía estética, estiramientos, implantaciones de silicona, trasplantes de pelo, etc., pero toda esa ingeniería corporal tiene un límite. El cuerpo tiene una base orgánica, constitucional, incluso heredada, que no se puede alterar en lo fundamental y que exige un respeto. Se puede y se debe cuidar el cuerpo, pero sin alterarlo.


3.- “Cuerpos Danone”: La moda actual de mantener el cuerpo en forma, joven, terso y delgado, en muchos casos se antepone al sentido común y se lleva a extremos exagerados. Hoy sólo se valora la juventud o la simulación de juventud. Pero el intento de recobrar la juventud es sólo un mito y si uno se lo toma como una obligación o cree que es una posibilidad, puede resultar suicida.




El culto a la apariencia y presencia física se ha llevado a tal extremo que para ciertos trabajos se exige una edad y características físicas determinadas, fundamentadas en una estilizada silueta juvenil. Pero la vida social, laboral, profesional, no puede ser un “casting” para las personas, pues estaríamos ante una forma solapada de racismo.


Hoy las arrugas, las grasas, las canas, en resumen el envejecimiento, no se perciben como una evolución natural del ser humano, sino como una perdida, un desasosiego o una derrota. Se busca la eterna juventud y son muchos los personajes famosos que pagan cantidades escandalosas por mantenerse siempre jóvenes. ¡Sin que hoy por hoy lo haya conseguido nadie!


Lo que es dado por la naturaleza y no se puede cambiar sin grandes traumas, no debe ser exigible como mérito. Ni tampoco debe ser un demérito si no se consigue alterar esa circunstancia corporal”.


1 CALCULAR EL VALOR ACTUAL DE UNA RENTA ANUAL
1 ES CONSTANT EL VALOR DE LA ACCELERACIÓ DE
1 NÚMEROS NATURALES PRACTICA 1 SEÑALA EL VALOR


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